Pablo Casado suele explicar que los menos de tres años que lleva al frente del Partido Popular (PP) han sido una especie de carrera de obstáculos permanente que le ha impedido poner en marcha su proyecto político. Se refiere a los episodios sobre la corrupción, las diferentes elecciones que se han celebrado o la moción de censura de Vox, entre otros acontecimientos. No ha tenido ni un momento de respiro.

Ahora, una vez celebradas las elecciones catalanas el pasado 14 de febrero, el líder del PP contaba con un largo periodo de calma o, al menos, sin citas electorales para ir ajustando su proyecto, sobre todo en lo que se refiere a la redefinición del partido y la reunificación del espacio electoral que ahora se reparten tres partidos y en el que antes los populares tenían el monopolio absoluto.

Hace unos meses rompió con Vox y ahora había iniciado pasos como el cambio de sede y la convocatoria de una convención en otoño que redefinirá la posición del PP. También está en marcha la reestructuración del partido en provincias y comunidades, un proceso que no está siendo pacífico y que provoca enfrentamientos crecientes con sus barones regionales.

Y en este contexto, Casado autoriza a Isabel Díaz Ayuso a convocar elecciones en Madrid el 4 de mayo. ¿Por qué?

La versión oficial del equipo de Génova es que Murcia demuestra que Ciudadanos ya no era de fiar y añaden que las elecciones en Madrid pueden permitir terminar de enterrar al partido de Arrimadas. Explican que el lío no lo ha montado el PP, sino que han sido el PSOE y Ciudadanos. El objetivo a medio plazo era absorber al partido de Inés Arrimadas, contaban con un ritmo más lento, pero la operación de Murcia ha acelerado todo y no pueden dejar pasar la oportunidad de acabar con Ciudadanos. Lo harán rompiendo el partido de Arrimadas en Murcia, haciéndole desaparecer en Madrid e invitando a cargos y miltantes de diferentes lugares a sumarse al PP. Por ejemplo, donde gobiernan con Ciudadanos puede haber trasvases inmediatos por las discrepancias con la línea errática de Arrimadas. Si sale bien, la primera parte de la reunificación les habrá salido bien. Quedará Vox para la siguiente fase.

Otros dirigentes del PP y barones regionales cuestionan la decisión de Ayuso, avalada por Casado. Entienden que supone asumir un riesgo político excesivo que no está justificado.

Ayuso ha metido en un lío a Casado, sin sentido ni razones”, asegura uno de ellos, que explica que “entre el riesgo y la temeridad hay una línea muy fina” que puede haber sido traspasada.

En realidad, según esa tesis, Ayuso ha metido en el lío a todo el partido. Por ejemplo, porque pone en cuestión la tesis de que en plena pandemia no se deben convocar unas elecciones y da la impresión de que las cúpulas de los partidos toman decisiones al margen de las preocupaciones de los ciudadanos.

¿Cómo explicar que estas elecciones son necesarias?

Ayuso asegura estos días que tomó la decisión para evitar que PSOE y Ciudadanos presentaran una moción de censura contra ella. Pero lo cierto es que no hay ningún indicio que pruebe que Sánchez y Arrimadas hubieran pactado tal cosa; es más, todo apunta a que tal posibilidad no llegó a plantearse. Esa moción solo estaba en la cabeza de Ayuso.

La presidenta madrileña llamó a Casado para comunicarle que disolvería la Asamblea para evitar la moción que ella veía segura tras la de Murcia, y el líder del PP dio esta vez autorización. Es decir, Casado tomó la decisión con la premisa falsa que le transmitió Ayuso. En el mejor de los casos, según un dirigente del PP, la decisión se tomó con información errónea y el resultado es que una moción de censura en Murcia provoca unas elecciones en Madrid. Así de absurdo.

Prueba de ello es que Ayuso ya ha intentado en al menos dos ocasiones en los últimos meses tal convocatoria y siempre ha sido frenada por Casado. Estaba deseando hacerlo y Murcia ha sido solo una excusa. Según un diputado del PP, habría que preguntarse por qué lo de Murcia no tuvo el mismo efecto en Andalucía o en Castilla y León. Quizás porque esos presidentes autonómicos han sido más prudentes.

Unas elecciones pueden ser una especie de moneda al aire que, en circunstancias de fragmentación política como las actuales, puede convertirse en una ruleta rusa. Un escaño arriba o abajo, una alteración en la participación o un partido que no alcance el 5% necesario para tener escaños son circunstancias que modifican el resultado final, casi como la bola de tenis que golpea la red y puede caer de un lado u otro de la pista, como describe la película ‘Match Point’ de Woody Allen.

En este caso, el equipo de Ayuso tiene encuestas que señalan que pueden lograr una notable subida y por supuesto aseguran que esta vez ganarán las elecciones, con el obvio retroceso de Ciudadanos y la fortaleza de Vox. Su mensaje es el del voto útil y la necesidad de mayoría absoluta para no depender de nadie, pero ninguno de los sondeos da como posible esa ventaja para el PP y, por tanto, tendrá que pactar con Vox o con Ciudadanos o con los dos. Es decir, Ayuso habría mejorado su resultado, pero seguiría dependiendo de otros; eso sí, ha cabreado notablemente a Ciudadanos y el hipotético acuerdo con Vox hace daño al proyecto de Casado.

El sondeo de Metroscopia para El Confidencial mantiene la dependencia de Vox aunque acaba literalmente con Ciudadanos en Madrid. Solo se consigue una parte del objetivo si no hay mayoría absoluta.

Según esas previsiones, Vox saldría fortalecido de nuevo, porque ganaría capacidad de decisión y echaría al PP de Madrid en sus manos. Al tiempo, el partido de extrema derecha sube en casi todas las elecciones y mejora su expectativa en las encuestas. Abascal disputa con Casado el cargo simbólico de líder de la oposición y depender de Vox en Madrid quiebra también el supuesto giro al centro del PP y su alejamiento de la ultraderecha.

Además, Ayuso se ha forjado un perfil político que moviliza a los suyos pero también a los adversarios, y si no sumara con Vox es muy difícil que haya posibilidad de una mayoría alternativa de todos contra la líder del PP. Ayuso moviliza a la izquierda más que muchos candidatos de izquierda. Del mismo modo que a la izquierda lo que menos la moviliza es la decisión de Pedro Sánchez de optar por Ángel Gabilondo como cabeza de lista.

Esos movimientos con Vox y Ciudadanos provocan también inquietud en dirigentes regionales, porque desestabiliza los acuerdos, especialmente en la precampaña y campaña electoral que ahora se abren, porque aunque sean en Madrid tienen un eco notable en toda España.

En elecciones, Ayuso habría mejorado su resultado pero seguiría dependiendo de otros

En esos dirigentes y barones se había instalado hace tiempo la idea preocupante de que el PP cada vez es más un partido madrileño y cada vez menos del resto de España. No solo es que pierda implantación en lugares como País Vasco o Cataluña, es que la estrategia y las decisiones las marca la presidenta de Madrid y su futuro compromete de forma determinante el de Casado. Esa sensación crece ahora.

En 2019, la recuperación del Ayuntamiento de Madrid y el mantenimiento de la Comunidad, pese a no ser el PP el partido más votado en ambas, salvó a Casado tras los desastres electorales acumulados en esas fechas. Ahora Madrid puede volver a determinarle.

No hay que olvidar el momento de tensión entre Génova y los barones,precisamente por el interés de Casado y Teodoro García Egea para controlar las organizaciones provinciales y autonómicas. En esa situación llega la operación arriesgada o temeraria de las elecciones en Madrid.

Casado ha salvado en el último momento el Gobierno de Murcia, lo cual es un éxito suyo y de Egea, aunque demuestra que la solución no era convocar elecciones como en Madrid. Toda la operación es un desastre para Ciudadanos porque rompe su partido en Murcia y no logra ese Gobierno autonómico y corre el riesgo de desaparecer en Madrid. Y es incomprensible la operación de la Moncloa y el PSOE, por no medir las consecuencias ni tener atados todos los detalles y por dedicarse a este tipo de maniobras en la oscuridad y con jugadas de ajedrez precisamente en este momento. Hace dos días, Moncloa hablaba de «efecto dominó», pero la semana acaba con las fichas atascadas y su riesgo se convierte en temeridad. En el caso de Arrimadas se convierte en desastre.

Como explica un dirigente de un partido nacionalista, el problema es que “estamos en manos de ludópatas a los que solo les gusta jugar a la elecciones y de aficionados a la política de Exin Castillos, es decir, la que quiere construir realidades políticas”. Esto vale para Ayuso, para los que han puesto en marcha esta semana operaciones políticas de riesgo y, por supuesto, para los que las diseñan en la sombra como si estuvieran ante un tablero en el que solo hay piezas.

Mientras, hay pandemia, crisis económica e instituciones como el Consejo General del Poder Judicial vuelven a tener por delante meses de bloqueo. Por cierto, que estaba pactado que Ángel Gabilondo fuera Defensor del Pueblo y eso ahora también se viene abajo.
 
 

FUENTE: ELCONFIDENCIAL