No está de más recordar el taranto ––Cartagena me da pena, Murcia me da dolor––este jueves postelectoral, uno de los cuatro que más reluce al año, según la iconografía folclórica católica. Pues lo malo del asunto es que la segunda parte de la estrofa ––Cartagena de mi vida, Murcia de mi corazón–– queda ahogada en llanto metafórico al ver el viaje emprendido tras el 26-A por regidores y prebostes en general. Un viaje peligroso, para unos más que para otros.
Los cambalaches de la derecha, la extrema y la de extremo centro, han dado al traste con cualquier posibilidad de regeneración política en esta región trufada de escándalos de corrupción sabidos y otros que se van sabiendo o se van a saber. A no ser que…: que los ciudadanos pseudorregeneracionistas den un giro de 180 grados a lo que han pergeñado con el PP.
La traca que ocasiona la pena cartagenera no es (solo) lo anterior, sino la decisión del equipo exPSOE, con Ana Belén Castejón a la cabeza, de colocar el consistorio en las manos políticas de Noelia Arroyo, una de las mejores y mayores defensoras del profusamente procesado ex presidente Pedro Antonio Sánchez (aka PAS o Pedro Auditorio Sánchez). Revísese el reparto de competencias y se verá por qué es la exportavoz del expresidente quien mandará.
Resultado: dar la varita de la cacareada Trimilenaria a una defensora y propagandista dudosamente indirecta pero claramente acérrima del régimen corrupto que soporta la Región desde hace casi un cuarto de siglo y cuyo principal exponente es el autoexiliado en Miami. Aunque no deba caer en el olvido que fue elevado a la más alta magistratura por ese otro a quien se le acaba de terminar su chollete europeo y ha de regresar a esta tierra a la que tanto quiere y tanto le debe. Salvo puerta giratoria mediante.
Los bipartidistas unidos, pues, y apoyados por los pseudorregeneradores para evitar que otro gran personaje, José López, sea alcalde. Hay quien cree en la portuaria que mejor hubiera sido dejarlo al frente para gobernar en minoría. «Que se ahorque solo», se dice. Y, desde luego, lo que el tripartito anticantonal oculta, en definitiva, es un análisis tanto de PSOE como de PP locales de por qué el MC ha subido de 14.700 votos en 2015 a 23.934 en 2019. Del 16,92% al 27,44%. De tercer partido a primero. Para hacérselo mirar. Entretanto, en Cartagena… pena.
Y en Murcia, dolor. Del gordo. Duele ver cómo los cuatro regeneracionistas consistoriales en la Glorieta vuelven al pío Ballesta de alcalde, olvidándose del desbarajuste de contratos, prebendas, favoritismos, trafullas y asuntos reservados que los «populares» arrastran desde los 20 años de alcalde que tuvo Cámara y, lo más importante, han continuado en la pasada legislatura sin que nadie le ponga coto.
Por no entrar ––no cabría aquí–– en el maremágnum de concesiones y contratos alrededor de Aguas de Murcia, Tributación, Urbanismo, etcétera por tres veces, uno se pregunta cómo funciona el centro de trabajo con mayor número de empleados del municipio (unos 3.000) si ni siquiera tiene publicada completa en el BORM su Relación de Puestos de Trabajo (RPT). Y eso sin contar el personal de las subcontratadas o participadas por el Ayuntamiento: CESPA, Aguas de Murcia, STV, etc., etc., etc.
Sin entrar tampoco ––harían falta varios libros–– en los embrollos urbanístico-monetarios capitalinos y todas sus derivaciones de los que avisados colegas han venido dando cumplida cuenta desde hace más de una década según han ido pasando por los juzgados correspondientes. De la existencia de esos líos tuvimos constancia a partir de la rajada grabada y publicada del teniente de alcalde que fue mano derecha de este alcalde y que sigue siendo su amiguito del alma aunque su torpeza y prepotencia obligara a su forzado mutis por el foro.
Vale, sí: el jefe «ciudadano» local pilla Fomento. Pero la persona de confianza durante 20 años y amiguísimo de Cámara sigue en Gestión Económica, donde lo puso Ballesta, manejando los cuartos y su asignación.
Así que, de momento, el supuestamente díscolo concejal regeneracionista y sus tres secuaces han decidido apuntalar al partido podrido huertano para que todo continúe igual durante otra legislatura. Como han hecho sus «mayores» políticos a nivel regional y prácticamente en todo el territorio estatal, con alguna excepción que no hace sino confirmar la regla.
Sabíamos que la mentira tiene las patas muy cortas. Ahora sabemos que la memoria también. Lo dicho: pena en el puerto; dolor en la huerta. Vale.