24 de diciembre de 2008. Son las 21.43 horas y en todas las casas de España corren las primeras copas de vino y se arranca con los aperitivos de la cena de nochebuena. Es el momento en el que las familias llaman a aquellos seres más queridos con los que no pueden compartir aquella noche: la tía de Barcelona, el hermano del pueblo o la hija que marchó a trabajar a México y en Navidad no ha podido volver a casa, como el soldado del turrón El Almendro.
En la vivienda del entonces president de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, suena el teléfono. Lo descuelga el propio político. Habla una voz en tono adulador que saluda: «Presidente». El Molt Honorable reconoce a su interlocutor enseguida y contesta con tono risueño: «Feliz Navidad, amiguito del alma».
La llamada en un día y a una hora tan significada no es de un compañero de la mili. Es Álvaro Pérez Alonso, alias El Bigotes, jefe de la delegación valenciana de la trama corrupta Gürtel que, una década después, fue condenado por la Audiencia Nacional por la financiación ilegal del PP valenciano, partido que en aquella época presidía el propio Camps.
La expresión «amiguito del alma», captada por los pinchazos telefónicos de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (Udef) de la Policía Nacional, cayó como una bomba en la imagen del político valenciano. El barón popular, que meses antes había sido clave para que Mariano Rajoy sobreviviera al congreso de Valencia tras su segunda derrota electoral ante José Luis Rodríguez Zapatero, no volvió a ser el mismo. Tampoco su amistad con El Bigotes.
En la conversación de aquella Nochebuena, que ha sido reproducida en todos los formatos, Camps y Álvaro Perez hablaban con la tranquilidad y la naturalidad con la que hablan dos personas que tienen lazos más estrechos que los comerciales o de partido. «Contarás durante muchos años con mi lealtad», le espetó El Bigotes, a lo que Camps contestó: «¿Muchos años? Para toda la vida, hijo de puta». En esta y otras grabaciones el delegado comercial de la Gürtel certifica que los regalos que ha entregado a la familia del político han llegado a casa bien y han gustado. Una pulsera es de tanto valor que la esposa del político le dice a Pérez que lo devolverá.
Francisco Camps acudió a la segunda boda de Álvaro Pérez que celebró en Valencia, concretamente en el edificio Veles e Vents. Una ciudad donde el empresario se hizo y campaba a sus anchas por el Palau de la Generalitat. En la fiesta posterior al convite, un amigo común los inmortalizó en una de las pocas, si no la única, instantánea juntos.
Diez años después y, tras varios años en prisión, Álvaro Pérez se sentó en el banquillo de los acusados en la Audiencia Nacional como uno de los principales responsables de la financiación irregular del PP valenciano. Pero en aquella sala no estaban todos los que debían estar. Faltaba, según dijo El Bigotes y luego corroboraron Ricardo Costa y Francisco Correa, Francisco Camps, quien «ordenó y creó» la caja B en la Comunitat Valenciana.
Desde ese momento, Álvaro Pérez ha declarado en otras ocasiones que Camps era «el cerebro». El delegado comercial de la Gürtel en Valencia está muy dolido con el expresident valenciano, porque cuando saltó el escándalo el exdirigente del PP renegó del hombre que le había ayudado a arrasar en las elecciones de 2007.
Desde esa acusación directa de 2018, que nunca antes había verbalizado El Bigotes, el expresident de la Generalitat no ha hecho más que desmarcarse públicamente y ante el juez de su pasada amistad con Pérez. Pasó de ser un personaje que no existía a convertirse en un apestado que, ha afirmado alguna vez, se «aprovechó» del Partido Popular. Los cabos sueltos siempre terminan por arruinar un buen plan.
La última vez que Camps renegó de Álvaro Pérez fue el pasado enero en su declaración ante el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata que le procesó por los contratos de la trama Gurtel con la Generalitat Valenciana, cuyos audios fueron publicados en marzo por la Cadena Ser. «Daba la sensación de que el último amigo que yo tenía en la vida, aparte de Dios, era Álvaro Pérez», se defendió el el expresidente ante la insistencia de los interrogadores sobre su relación.
Camps prosiguió: «Álvaro Pérez no es ni ha sido nunca ese concepto de amistad que se ha querido transmitir estos años. Ni compartíamos gustos ni intereses ni ilusiones ni expectativas de ningún tipo. No tenemos fotos paseando por el campo ni fotos paseando por la playa», argumentó.
Pero el juez no se ha creído esta tercera negación del que fuera su «amiguito del alma» que le quería «un huevo». El pasado día 3, el magistrado de la Audiencia Nacional procesó al expresidente de la Generalitat y el PP valenciano por los contratos entre su administración y Orange Market. «Fue Francisco Camps quien decidió que Pérez Alonso se trasladara a Valencia y que, desde ese momento, se ocupara de realizar todos los eventos del Partido Popular en esa comunidad autónoma», concluyó en su auto el magistrado.
En el previsible juicio por los contratos de Orange Market con la Generalitat, Francisco Camps y Álvaro Pérez se volverán a ver las caras. Uno como acusado y el otro como testigo. Habrán pasado más de diez años.