El nuevo ministro revisará los nombramientos previstos antes del cambio de Gobierno para los puestos más políticos y de confianza
Exteriores ha frenado, tras el cambio de Gobierno, el nombramiento de más 40 embajadores de España en distintos países que tendrían que haberse plasmado antes del verano. Muchas de esas designaciones podrían desbloquearse en unos meses porque atañen a diplomáticos muy experimentados destinados a ocupar puestos denominados profesionales, sin particulares significaciones políticas. En las embajadas más políticas o de mayor relevancia sí habrá renovación. Y se busca encaje para toda la cúpula de Exteriores del anterior Gabinete del PP que han pedido también encabezar una embajada.
La peculiar situación política que se ha vivido en España en los últimos dos años, desde el parón institucional entre 2015 y 2016 con el Gobierno en funciones a las sucesivas campañas electorales, ha afectado también a un cierta sensación de interinidad en casi un centenar de las 128 embajadas de que dispone el Ministerio de Exteriores para realizar su trabajo. Decenas de embajadores fueron primero prorrogados en sus destinos y luego los relevos se han ido ajustando a cuenta gotas en los últimos meses. Este año tocaba, en teoría, renovar 46 embajadas.
La idea del anterior ministro, Alfonso Dastis, era despejar ahora, en junio, el resto de los 40 embajadores pendientes. Aunque no está fijado por una norma estricta, y el reglamento que regula la carrera diplomática lleva años paralizado, la tradición es impulsar el cambio de embajadores y puestos diplomáticos antes del verano para facilitar gestiones familiares y escolares. No será así.
El relevo previsto se ha bloqueado tras la llegada hace casi un mes de Josep Borrell al departamento de Exteriores, que se ha tomado su tiempo para confeccionar su equipo y que ha estado la mayoría de esta etapa fuera de España por viajes oficiales. Durante este verano, en cualquier caso, se podrían clarificar las ratificaciones de la mayoría de los embajadores ya programados para puestos de carrera (como Filipinas, Kuwait, Namibia, Cabo Verde, Países Bajos, Chipre, Túnez, Nicaragua, Haití, Paquistán, Zimbabue, Gabón o Kazajistán) que son más de la mitad de los 40 destinos que quedan pendientes de oficializar.
Los problemas de encaje para Borrell se suceden para cuadrar en primer lugar su interés por ubicar en algunas embajadas clave a embajadores de su confianza y de mejor sintonía ideológica con el ejecutivo socialista de Pedro Sánchez, especialmente en las grandes representaciones internacionales. Borrell, además, pretende solventar bien los compromisos adquiridos con los anteriores altos cargos de Exteriores que son diplomáticos.
La subsecretaria había gestionado por su lado también casi todos los trámites para revisar la situación de varios embajadores que estaban en la última fase previa a ser nombrados, con el plácet o visto bueno concedido ya por los Gobiernos de los países donde iban a ser destinados.
El exministro Alfonso Dastis, veterano diplomático, es el que más fácil lo ha puesto para su reubicación. Ha hablado ya con su sucesor y no ha demandado un destino concreto. Sí ha comunicado que le gustaría ser enviado como embajador no muy lejos de España, por circunstancias familiares. Dastis había requerido al anterior ejecutivo de Rajoy (antes de ser nombrado ministro y cuando estaba al frente de la representación permanente en Bruselas) ir a las legaciones de Londres o Roma. Esas embajadas tradicionales y cercanas a España, junto a París, Rabat o Lisboa, son las más anheladas y buscadas por los diplomáticos al final de su carrera. Esa petición de Dastis parece que será concedida.
De los tres secretarios de Estado de Dastis, el de la Unión Europea, Jorge Toledo, ha planteado que le gustaría comandar ahora la embajada de Japón, el de Cooperación Internacional y para Iberoamérica y el Caribe, Fernando García Casas, la de Chile, y el de Exteriores, Ildefonso Castro, la de Irlanda. Las dos primeras son legaciones de primer orden, ya estaban en teoría dadas a otras personas y por lo tanto son más complicadas. A Japón estaba previsto enviar al director general para América del Norte, Asia y Pacífico, Fidel Sendagorta, y a Chile al actual embajador en Túnez. Los exsecretarios de Estado serán embajadores pero no necesariamente de las capitales que han solicitado.
Plácet de Turquía
De los embajadores sobre los que se había gestionado su plácet la situación más compleja es la de Turquía, donde el diplomático y exdirigente del PP José María Robles Fraga ya tenía el visto bueno del Gobierno turco desde justo antes de la moción de censura y donde cubriría un despacho dejado vacante por jubilación del anterior embajador desde el 12 de junio. A Robles Fraga, que llevaba 17 años fuera de la diplomacia y estaba en un puesto ejecutivo del Banco de Santander, le fue a buscar Dastis para ofrecerle ese encargo. Ahora está a la espera.
En un panorama similar está el exembajador Ramón Gil Casares, exalto cargo de los gobiernos de José María Aznar, que hasta ahora era el responsable de la Escuela Diplomática y al que se quería ubicar en México.
Los embajadores que no precisan ningún plácet del Gobierno de turno y que, en teoría, pueden renovarse rápidamente son los que están representados en instituciones internacionales y que son, al mismo tiempo, los que mantienen un contacto más fluido y directo con el ministro y el presidente. En un escenario normal son cargos que suelen relevarse, como las plazas más políticas. El embajador en Washington, el exministro Pedro Morenés, ha enviado una carta a Borrell para poner su cargo a disposición aunque aún no ha sido removido y acaba de ser respaldado tras protagonizar un incidente con el presidente catalán, Quim Torra. Una carta similar remitió recientemente el exembajador en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en París, el también exministro José Ignacio Wert, y ya ha sido reemplazado.
FUENTE: ELPAIS