La semana pasada quedó meridianamente claro que en España conviven al menos dos países. No, no me refiero a Cataluña, en cuyo Parlament el viernes se produjo una votación de independencia bastante atípica tras la cual se declaró la independencia. Y digo atípica porque fue una votación a medio gas, con un montón de asientos vacíos y representantes fuera de la cámara mientras los presentes iban deslizando uno a uno los sobres en la urna, de tapadillo, como si estuvieran preparando una travesura para la noche de Halloween.
Sin embargo, después de unas horas e incluso de unos días, nada ha cambiado esencialmente sobre el tablero de juego: ni Cataluña se ha desgajado de la península, como pensaban los más optimistas, ni los actores principales se han movido de sus sillones. A los pocos minutos de declararse el divorcio, la mayoría de los países oficiales hacían caso omiso del nacimiento de la nueva nación y la Unión Europea se negaba a reconocer el estado recién nacido. Si el “ser”, como aseguraba el filósofo empirista inglés George Berkeley, consiste en “ser percibido”, de momento ningún segmento del globo terráqueo alcanza a vislumbrar la existencia de Cataluña, salvo Abjasia y Osetia del Sur, dos repúblicas independientes del Cáucaso que han decidido desgajarse de Georgia y que a su vez únicamente existen bajo la mirada de Rusia y Venezuela.
En cambio, el país que sigue creciendo como un tumor bajo la piel del toro es Gürtelandia, el cual recibió la semana pasada el reconocimiento oficial de la Fiscalía Anticorrupción en el tribunal de la Sección Segunda de lo Penal de la Audiencia Nacional, cuando la fiscal proclamó a los cuatro vientos que la suposición de que los llamados papeles de Bárcenas hacen referencia a la caja B del PP “ha quedado plena y abrumadoramente acreditada”. No obstante -y a pesar de que ya cuenta con 37 representantes oficiales que a veces hasta tienen el detalle de visitar el banquillo- esta solemne declaración oficial pasó por completo desapercibida ante el inminente desembarco de la república independiente de Cataluña. Probablemente, el folklore de los sobres y el dinero negro no puede competir en popularidad con la sardana y la barretina.
Según el informe de Concepción Sabadell, fiscal del caso Gürtel, no cabe la más mínima duda de que el PP es un partido corrupto hasta la médula, una organización criminal en la que sus principales dirigentes cobraban sobresueldos de forma ilegal. “Existen sobradas pruebas de que el PP se ha beneficiado de la actividad delictiva en el Ayuntamiento de Majahonda” dijo Sabadell. “El PP, no el grupo municipal” puntualizó. La contabilidad paralela que llevaba Luis Bárcenas corresponde a una economía sumergida de la que el partido en el gobierno, y buena parte de sus dirigentes actualmente en el poder, se han beneficiado durante años.
De modo que, finalmente, se ha demostrado que el “M. Rajoy” que aparece en los apuntes de Bárcenas en diversas entregas puntuales de dinero negro se corresponde, efectivamente, con el mismo M. Rajoy presidente del gobierno. Afortundamente, no sólo ningún país -incluido, obviamente, España- reconoce esta flamante comarca independiente fundada por mafiosos y ladrones, sino que ni siquiera la reconocen los millones de votantes que la han hecho posible y los muchos más millones de ciudadanos que siguen contribuyendo a ella con su silencio y con sus ahorros. Bienvenidos a Gürteland, donde no impera la ley.