El desarrollismo de los años 60 afianzó por vez primera en España una mayoritaria clase media de centro
Estratificación social y cambio político van de la mano. Un tránsito de cuarenta años de dictadura a una democracia consolidada a velocidad de vértigo -en un pequeño puñado de años- es una aventura complicada en una sociedad en la que las clases medias no sean mayoritarias. Desde ese punto de vista, España empezó a cultivar la transición a la democracia, sociológicamente, mucho antes de la muerte de Franco.
El germen clave se dio en la etapa del ‘desarrollismo’, que se abrió paso en España en los años 60. Tras décadas de aislamiento económico, la conocida autarquía se fue desmantelando desde finales de los años 50. Ese aperturismo económico arrancó con la formación de los primeros gabinetes de tecnócratas del régimen. Fue un aperturismo económico estrechamente tutelado por la dictadura, cuyos efectos se manifestaron con claridad en la década siguiente, en los 60.
Aquel despegue favoreció la aparición de nuevas clases medias, un fenómeno desconocido hasta entonces en la que había sido la característica estratificación social española. Diversos autores de la politología y la sociología coinciden en señalar que, hasta los años 50 del siglo pasado, la clase media era una rareza -por minoritaria- en una composición social copada en España por una pequeña clase alta y una clase baja aplastantemente mayoritaria.
¿Por qué la estructura social es decisiva para un proceso de Transición como el vivido en España? Porque, como es sabido en politología, la clase media tiende al centro, a la apuesta por opciones políticas moderadas. Dicho de otra forma: el mejor antídoto para los extremismos es una clase media consolidada y de amplia base social.
Sin pretenderlo, Franco empezó a dibujar la democracia multipartidista casi 20 años antes de su muerte, cuando aceptó el fin de la autarquía y asintió a una apertura económica del régimen. Aquello abonó el crecimiento de una clase media que acabó imponiendo una inercia de evolución hacia la democracia. Fue una evolución política que, tímidamente, empezó a entreverse en los últimos años del franquismo y que se convirtió en irreversible cuando, tras la muerte de Franco, se procedió a liquidar la dictadura.
El gran cambio social entre 1950 y 1975
Entre 1950 y 1975, la estratificación social de España experimentó un cambio sin precedentes en la historia contemporánea del país. Diversos autores apuntan a que, en la década de los 50, el país estaba dominado por una amplísima clase baja que representaba mucho más de la mitad de la sociedad española -formada, fundamentalmente, por asalariados agrarios, pequeños propietarios del campo y obreros poco cualificados que se concentraban especialmente en las grandes ciudades industriales-. Junto a esa mayoritaria clase baja había, a mediados del siglo pasado, una reducida clase media -diversos estudios la cifran en menos del 30% de la sociedad española-, y una reducidísima clase alta, compuesta por las élites burocráticas y políticas del régimen, aristócratas y grandes fortunas -cualidades que se daban de forma simultánea en muchos casos-.
Veinte años después, a la muerte de Franco, la estructura social de España era sustancial y decisivamente distinta: la clase media rondaba el 50%. A las viejas clases medias se le había añadido una creciente nueva clase media de trabajadores ‘de cuello blanco’, sobre todo en las grandes ciudades, un creciente segmento de profesionales liberales, de autónomos y de nuevos asalariados cualificados. La clase baja se había adelgazado muy considerablemente respecto a 20 años atrás, y la clase alta se había ampliado hasta suponer en torno al 5 ó 7% de la sociedad española.
Que la mitad de España fuera clase media resultó decisivo para arropar la liquidación de la dictadura y fortalecer la instauración de la democracia. Esa moderación -centrismo- quedó claro en las elecciones generales de 1977 y en el referéndum constitucional de 1978. Y se puso de manifiesto también en la propia deriva del PSOE liderado por Felipe González, que dejó atrás el marxismo para abrazarse a la socialdemocracia, con la mirada puesta en el centro sociológico, consciente de que sin él nunca podría alcanzar el poder.