JUAN CARLOS GIRAUTA EXPLICA CÓMO SE MONTÓ LA TRAMPA
«El Gobierno se desentendió de cuanto concernía al servicio de orden»
«Colau decidió poner a las zorras a cuidar a las gallinas». La frase de Carlos Herrera resume el montaje organizado por los separatistas en la manifestación de Barcelona ante la inacción del Gobierno. Una ‘coreografía del aplastamiento, una invasión y ahogamiento de lo diferente», como lo resume Luis Miguel Fuentes. Todo medido, un ensayo general de la próxima Diada. ¿Y las víctimas? Eso les importaba más bien poco. «Sin miedo»… y con muy poca vergüenza.
Visto lo visto ayer en Barcelona, creo que no hay esperanza. Qué vergüenza, qué pena y qué asco de «líderes» que han permitido llegar a esto
— Isabel San Sebastián (@isanseba) 27 de agosto de 2017
¿Cómo lo hicieron? Juan Carlos Girauta lo explica con detalle en El Mundo. En primer lugar, el Ayuntamiento de Barcelona, al que por alguna razón se reservó la competencia de organizar el servicio de orden sin que el resto de administraciones previera la posibilidad de alguna deslealtad, asignó oficialmente dicha tarea a los voluntarios de la Assemblea Nacional Catalana, la ANC.
«Sé que parece mentira, pero así sucedió: el servicio de orden quedó en manos de la organización separatista más potente de Cataluña. En segundo lugar, de la retransmisión oficial, que daba la señal al resto de cadenas, se encargó TV3, una televisión pública convertida en instrumento de propaganda secesionista a tiempo completo».
La decisión de Colau de colocar a los políticos en una segunda fila -para apaciguar a los antisistema- propició que cientos de voluntarios independentistas se pudieran colocar justo detrás del Rey, con sus esteladas y pancartas injuriosas. De ese modo, aunque en muchos puntos de la manifestación decenas de miles de ciudadanos guardaron un respeto escrupuloso, el independentismo se garantizó que a través de la señal televisiva de TV3 pareciera que asistíamos a una manifestación de la Diada y que sólo se oyeran los silbidos.
En TV3, con tal de no decir castellano o español, ya directamente se inventan un idioma mexicano, sorprendentemente parecido al español. pic.twitter.com/x4PVHGtx1C
— Pastrana (@JosPastr) 27 de agosto de 2017
A partir de ahí, la manipulación estaba cantada. Por mucho que el grueso de manifestantes creyera acudir a un acto unitario de duelo y de repulsa del terrorismo, el Rey, el Gobierno, los diputados y senadores, los líderes de los partidos políticos, los representantes del Poder Judicial, los parlamentarios catalanes, los concejales de Barcelona, los presidentes autonómicos, los embajadores extranjeros y el resto de quienes fuimos encuadrados en el «bloque de autoridades» nos encontramos, sin comerlo ni beberlo, y tan pronto como llegamos allí, en un plató donde iba a grabarse una obra de ficción que pretenden pasar por realidad: una manifestación contra España.
Cuando los autocares fletados por la Delegación del Gobierno se detuvieron en la calle Caspe y descendimos, los llamados a ocupar el «bloque de autoridades» tuvimos que desfilar entre gritos, insultos y banderas separatistas. Esas aceras, las de la calle Caspe y las del tramo de Paseo de Gracia entre Caspe y Gran Vía, debían estar vacías por detrás del cordón policial. Era un cometido del servicio de orden. Pero lo que este hizo fue llenarlas con su gente de la ANC, CUP y otros.
El set para la realización televisiva, y para cualquier fotografía que no fuera aérea, estaba listo: lo que iba a ver el mundo era una manifestación independentista. Pero no una de esas festivas y pacíficas propias de lo que en mi tierra han llamado «la revolución de las sonrisas». Puesto que el foco de atención de los periodistas era esa zona concreta, lo que se percibió fue una encendida demostración de repulsa a España.
El «bloque de autoridades» quedó rodeado por los cuatro costados, toda vez que la primera cabecera, la de las policías, bomberos, sanitarios, comerciantes y demás, tenía una última fila cuyos componentes exhibieron también sus carteles acusatorios. Sí, hablo de la fila más cercana al jefe del Estado. Al Rey acusaban. Y creyeron que habían logrado el montaje perfecto. Pero, ¿estaban en lo cierto? No lo creo. En cuestión de horas, la gente vio las reveladoras fotografías aéreas; los manifestantes de buena fe -que eran, insisto, la gran mayoría- explicaron lo que habían vivido; no escapó a los periodistas el hecho de que la policía tuviera que proteger a quienes portaban banderas españolas, vejados, hostigados y expulsados por los de la revolució dels somriures. Los espontáneos que llevaban la bandera catalana de verdad, la oficial, la que representa a todos los catalanes, eran con toda seguridad constitucionalistas.
Una sola imagen basta: ayer éramos clara mayoría (peor organizados, eso sí) quienes sí defendíamos la libertad frente al islamismo radical pic.twitter.com/FtBDBxssHT
— Javier Maroto (@JavierMaroto) 27 de agosto de 2017
EL ERROR DEL GOBIERNO
También hemos sabido por el Gobierno de su error al desentenderse de cuanto concernía al servicio de orden. Finalmente, en una veintena de puntos, situados en las esquinas por donde transcurría la manifestación, se proveía a quien lo deseara de seis modelos de rótulos para el montaje y de camisetas gratuitas.
Esta trampa acabará siendo su peor error, pues ofrece el crudo autorretrato del nacionalismo catalán, convertido en bloque al separatismo. Tan volcado en su golpe contra la Constitución que ha cruzado la línea moral por la que perderá. Ahora ya todos saben de su absoluta falta de respeto por las víctimas. Consta que no les importan un comino, que carecen de escrúpulos cuando creen que pueden avanzar un paso más en su objetivo, así continúe el eco del horror y del dolor sobre la ciudad. Mientras la catarsis trataba de advenir a través del grito ritual de no tenim por, ellos lo lanzaban contra nosotros, adulterando lo digno hasta hacerlo repugnante.