Hay muertos que gozan de muy buena salud y Artur Mas es uno de ellos. Quienes lo dieron por finiquitado políticamente se equivocaban. El expresident está ahí, paseándose por los medios de comunicación como un estadista, un equidistante, un moderado. Se ofrece cual navaja suiza para solventar el embrollo como si no hubiera sido el causante del mismo. Un señor incapaz de concebir Cataluña –y si me apuran, el Universo entero- cuando él falte.
Artur Mas quiere volver. Las quinielas para suceder a Puigdemont en el liderazgo de la formación hablan de nombres tales que la directora de campaña de JxCAT, Elsa Artadi, la coordinadora general del PDeCAT, Marta Pascal, y el presidente del Consell Escolar de Catalunya, Lluís Font, pero se olvidan sin embargo de quien más se está esmerando por recuperar el cetro perdido. El ‘astuto’ Artur Mas, como gusta apodar a Manuel Cruz, quiere convertirse de nuevo en candidato a la presidencia de la Generalitat.
Acaba de comenzar la campaña para las elecciones del 21 de diciembre y él ya está pensando en la siguiente. Parece un desvarío pero no lo es. Sobre todo lo parece para un hombre que ha sido inhabilitado por dos años (pena que no es firme y está pendiente de recurso ante el TS).
Los meses, sin embargo, se los lleva el viento y cuando el expresident pueda volver quizá sean los demás los que falten. La virtualidad de su candidatura es tan real como el holograma de Puigdemont. Nada es imposible en esta Cataluña cuántica post Declaración Unilateral de Independencia.
Muchos creen que, como comenta Francesc Homs y barrunta Mas, pasarán los tres meses de plazo para la constitución de Govern y no habrá president
Con los porcentajes del CIS en la mano, la formación de un gobierno el día después de los comicios resulta más difícil de encajar que un cubo de Rubik con los ojos vendados. Los números no dan. Son muchos los que creen que, como comenta Francesc Homs y barrunta Mas, pasarán los tres meses de plazo para la constitución de Govern y no habrá president.
En el bloque constitucionalista, la aritmética no le sale a Arrimadas; la Operación Borgen que pretende liderar Iceta resulta demasiado osada, sino presuntuosa, para alguien que quedaría como cuarta fuerza política; Domènech también está aparentemente descartado al ser víctima de vetos a diestra y siniestra, y el apoyo del PSC a ERC como solución de izquierdas resulta una temeridad tanto para socialistas como republicanos por los experimentos del pasado.
En el bloque independentista las cosas no pintan mejor. ERC y JxCAT suman escaños como el que cuenta ovejas pero no alcanzan la mayoría absoluta. Solo con un empujón de Catalunya en Comú podrían abordarlo, pero no parece que Ada Colau, con una pléyade no nacionalista a su espalda, esté por hacerse el harakiri. Tampoco les vale con los diputados de la CUP… Y si les dieran y pudieran formar Gobierno, lo mismo me da que me da lo mismo. Para cuando el bloque independentista haya resuelto el sudoku para alcanzar el poder, el caos político estará en máximos.
El fin de la instrucción del juez Llarena, que se estima para el mes de marzo, coincidirá en el tiempo con un paria en el exilio, Carles Puigdemont, ya sin euroorden, erigiéndose en el president legítimo y verdadero, pero sin atreverse a poner sus pies en España; con sus consellers inhabilitados o a un tris de serlo; con Junqueras todavía en la cárcel y sin visos de salir de la misma a tenor de las conclusiones del magistrado, y con una inconsistente Marta Rovira, y su nada desdeñable don de meterse en todos los charcos, arrogándose un papel protagonista para desazón de propios y extraños.
‘Desolé’ y completamente hundida tras el ‘Salvados’ de Évole, sin atreverse a ver el programa después de emitido como una colegiala tras un mal examen, y luego de haber confesado a los suyos que “he tocado fondo”, Marta Rovira se postula como presidenta ‘ejecutiva’ de la Generalitat y nueva vigía del procés. Pocos mimbres para tan magno cesto.
‘Désolé’ y completamente hundida tras el Salvados de Évole (“he tocado fondo”), Marta Rovira se postula como presidenta ‘ejecutiva’ de la Generalitat
Ante semejante collage independentista, Mas no puede por menos que verse ya como el Ave Fénix renacido. Decidió no concurrir a las elecciones dentro de la lista de JxCAT no por un gesto de generosidad, como ha querido vender, ni tampoco para aprovechar este tiempo para reconstruir un maltrecho PDeCAT, formación de la que es presidente, sino porque consideraba que políticamente todavía no había llegado el momento. Su momento.
Juega sus bazas como el que baraja libros de supervivencia política, hoy toca Plutarco, mañana quizá haya que tirar de Maquiavelo. Los suyos niegan la mayor. No creen que esté en su ánimo el volver a presentarse ni que pueda repetir la miel de la victoria de tiempos pasados, pero su mayor presencia en campaña de la mano de los exconsellers Turull y Rull, los gestos conciliadores con Puigdemont (ayer me dejo fotografiar con él en Bruselas, mañana maniobro en la oscuridad) y ese deje contenido, de una ingenuidad despiadada, que vale más por lo que calla que por lo que dice, apuntan a todo lo contrario.
“Si no obtenemos [el bloque independentista] la mayoría absoluta, como demócrata que soy, deberemos aceptar el resultado, actuar en consecuencia y colaborar con los que han ganado para obtener los mejores frutos para Cataluña. Habrá que aparcar el proyecto soberanista”, confesaba el expresident a Carlos Alsina en Onda Cero. “Junts Pel Sí no era un matrimonio sino una pareja de hecho”, “la alianza con la CUP no ha sido buena para nosotros”, “el PDeCAT es verdad, no se lo puedo esconder, ha renunciado a presentarse con una lista propia al 21-D”, decía compungido con trazas de senador romano, como si se arrepintiera del pasado y a uno le entraran ganas de darle una palmada en la espalda, anda, venga, saldremos de esta…
Artur Mas es un animal político en vías de extinción, el único capaz de lograr que los mismos empresarios y banqueros que han puesto pies en polvorosa de Cataluña por culpa de la DUI y la inseguridad jurídica, le sigan defendiendo en privado en Madrid como el último representante del seny sobre la faz de la Tierra. Olvidan que con él comenzó todo.
Lo escribía ayer Marcos Lamelas: “Artur Mas quiere retomar el control sobre la candidatura de JxCAT que impulsa el expresidente Carles Puigdemont (…) Quiere lo que Puigdemont le arrebató llenando la lista de independientes y poniendo a Elsa Artadi al frente de la campaña electoral: influencia en la estrategia política”. Está sucediendo. Vuelve el hombre, acaso otro ejemplo del “me voy, me voy, pero me quedo”, ese invento ‘typical spanish’ que crea furor entre nuestras clases dirigentes.
FUENTE: ELCONFIDENCIAL