Ni Moreno Bonilla, ni Marín, ni Rodríguez. Ni siquiera Pablo Casado o Albert Rivera, que se van a recorrer la comunidad en caravana y se enfundarán la bandera andaluza a imitación de Blas Infante, sabedores de la trascendencia de estos comicios y de que sus resultados marcarán el devenir de los siguientes. Ninguno de los aludidos parece preocupar a Susana Díaz. La presidenta andaluza solo tiene una obsesión de cara al 2 de diciembre: Inés Arrimadas.
La líder de Ciudadanos desarrolla su actividad política en Cataluña, pero es casi como si tuviera escaño en el Parlamento andaluz. Está presente en las conversaciones. No hay análisis que deje de mencionarla. Se habla de las posibilidades de uno y otro candidato, de las coaliciones que se tendrán que bosquejar y, al final, en el tiempo de descuento, acaso el espacio de las tertulias más propicio para las especulaciones, siempre se acaba sacando a colación lo mismo: “¿Os imagináis si fuera Arrimadas la que se presentara…?”
Nacida en Jerez de la Frontera (1981), estudió en el colegio religioso Nuestra Señora del Pilar y se licenció en Derecho y en Administración y Dirección de Empresas (ADE) por la Universidad pública Pablo de Olavide de Sevilla. Estuvo ocho años en el sector privado como consultora y luego pasó a la política. Como presidenta de Ciudadanos en el ‘Parlament’, dio la campanada tras vencer en las últimas elecciones en Cataluña. Además, tiene ese tic provocador que consiste en sacar la rojigualda delante de quienes proclaman la república y menosprecian al Rey, un tic que exaspera a los independentistas de la misma forma que hace levantarse de sus sillas a los andaluces, que aplauden como con el gol de Iniesta en Sudáfrica.
En una campaña marcada por la crisis catalana y las negociaciones del Gobierno con las formaciones independentistas, Susana Díaz ve en Inés Arrimadas unos atributos que le niega a su propio jefe de filas, Pedro Sánchez, más lastre que activo por sus vaivenes en torno a la cuestión secesionista, pues igual se cuida ahora de criticar a Quim Torra, al que antes comparaba con Le Pen, que deja de ver ‘rebelión’ donde hace meses la había, según sus propias palabras en televisión. La vaporosidad del presidente del Gobierno contrasta con la contundencia de Arrimadas, que allí, en Andalucía, arranca votos a puñados.
Las encuestas así lo reflejan. En el sondeo de IMOP para El Confidencial, Ciudadanos se alza como el ‘vencedor moral’ de las elecciones andaluzas. Está cerca del ‘sorpasso’ con respecto al PP y gana casi medio millón de votos sobre su resultado de 2015, provenientes en su mayoría de los populares, pero también muchos del PSOE. Se preguntaba Ignacio Varela en este periódico, qué resultado habría podido obtener si el partido de Rivera se hubiera tomado en serio su liderazgo electoral en la mayor comunidad autónoma de España y hubiera apostado por un candidato con más peso que Juan Marín. “Si hubiera sido Arrimadas…”, reconocen hasta los próximos a Susana Díaz cuando dan rienda suelta a su imaginación.
El politólogo Gabriel Colomé dice que los partidos se han vuelto inservibles y que lo que prima ahora es el personalismo, “el Príncipe mediático y seductor con un liderazgo electoral ejercido mediante los medios de comunicación y las redes sociales”. De dar por buena esta teoría, en Ciudadanos ese caudillo no sería otro que Inés Arrimadas.
Por ello, desde julio la vienen paseando por las tierras andaluzas, con desayunos, reuniones con empresarios, entrevistas… Tampoco resulta baladí que se eligiera Jerez de la Frontera, lugar de nacimiento de la mencionada, para celebrar este domingo la reunión ordinaria del consejo general del partido, un acto que estaba programado para lanzar un remedo de programa electoral (apenas un par de folios) y a su candidato, Juan Marín. En los comicios catalanes “percibíamos las ganas de cambio, las opciones reales de hacer algo histórico […]. Y percibo lo mismo en Andalucía […] Las ganas de cambiodespués de 40 años son imparables”, se explayó Arrimadas durante su discurso en el consejo general de Cs.
Pero esta estrategia, diseñada al milímetro por Albert Rivera y José Manuel Villegas, también tiene sus puntos débiles. El uso (y abuso) de la figura de la jerezana llevan aparejadas algunas contraindicaciones que no escapan ni a la formación naranja ni a sus contrincantes, que las explotarán, y que en algunos aspectos ya empiezan a traslucirse.
La primera pasa por que termine opacando al candidato real y se produzca un ‘efecto boomerang’, esto es, que los votantes terminen recelando de una persona que tras las elecciones coge el AVE y se vuelve a Barcelona; y segundo, que la imagen de la propia Arrimadas, ahora mismo libre de mácula, se resienta hasta chamuscarse. Este domingo, sin ir más lejos, tuvo que protagonizar el consejo de Cs en Jerez, donde el partido ha colocado a una gestora después de que la junta directiva local dimitiera hace unos días como protesta por el método elegido para confeccionar las listas.
Lejos de los discursos vehementes de sus rivales, Susana Díaz ha optado por una hoja de ruta de perfil bajo. No quiere copar sus intervenciones con el argumentario al uso para salir al paso de las acusaciones de clientelismo que le dedican tanto Ciudadanos como el resto de partidos. Prefiere dar hilo a la cometa y, si la cosa se pone fea, ‘parapetarse’ tras las vecinas, esa coletilla que causa en furor en San Telmo: “Cuando vuelvo a mi barrio veo a mis vecinas, al fresquito, y me dicen: Susana, no te vayas a meter con nadie. Y así es, no me voy a perder en debates estériles”. El “ruido” de los demás partidos, incide la presidenta andaluza, es el de “los malos perdedores que se esconden tras el rencor, la crispación y la ofensa”.
Sea como fuere, no le preocupa tanta la campaña como el día después. Con un Juan Marín (Cs) atrapado en sus propias declaraciones, según las cuales jamás va a poner sus diputados a disposición de Díaz; con un Moreno Bonilla(PP) dispuesto a ir a por todas y sumar con todos y todas, incluso con la Macarena, para acabar con la era omnímoda del socialismo andaluz, y con una Teresa Rodríguez (Andalucía Adelante) condicionada por su total falta de empatía –por no decir animadversión personal- con la presidenta andaluza, el sudoku electoral parece poco halagüeño para la actual mandataria, que necesitará de socios para gobernar… Tan poco halagüeño que ya hay quien ha empezado a hacer cábalas de cuándo serán los próximos comicios.