Con el paso de los años todo lo ves más claro, no sueles equivocarte, e incluso, si te sigue hirviendo la sangre, adoptas un posicionamiento crítico muy severo, aunque sirva para bien poco, dada tu irrelevancia actual. Hay asuntos que muy a mi pesar me quitan el sueño sin que pueda ayudar a remediarlos porque estoy aparcado en el cuarto de los trastos viejos junto a otros muchos como yo, clasificados como inservibles por la edad, y que según Milan Kundera, van alcanzando tal levedad que se han vuelto más ligeros que el aire, hasta el punto de volverse insignificantes. Dos problemas me inquietan sobre los demás. Uno es Cataluña, cada vez más irreconocible, convertida en este engendro político actual parido por los independentistas, y el otro, la juventud española.

¿Han oído alguna palabra, han observado algún gesto, alguna medida política concreta emprendida por el Presidente del Gobierno Pedro Sánchez relacionada con la juventud? ¿Aparte de su escenografía mediática de disposición al diálogo con el irredento President, hasta dónde hay que llegar dándole oxígeno y para qué? ¿No existe otra escenografía de apoyo paralelamente para fortalecimiento del Rey constitucional, símbolo de la unidad de ese Estado al que los independentistas menosprecian? Permítanme que me centre en el problema de la juventud y deje el problema catalán tan cansino.

Los jóvenes han sido las grandes víctimas de la crisis económica de estos últimos años, y también los más olvidados hoy por los gobiernos este y aquel. Sin embargo, sorprendentemente, los jóvenes han sido más proclives a la austeridad y la prudencia que a la algarada y la frivolidad. La paciencia y resignación que tiene la juventud ante la orfandad de medidas políticas para el desempleo crónico o tecnológico, ha rebasado con creces todos los límites y la raya roja. Alguien debería decirles cuándo llegará la hora en que puedan regresar del abismo. Cuándo podrán trabajar.

Olvidémonos de los clichés obsoletos que ubicaban a la juventud en el pasotismo y la atonía. La juventud de hoy es la mejor preparada de la reciente historia de España. Conozco casos heroicos de sacrificio, rigor y responsabilidad, protagonizados por muchos jóvenes y podría citarlos con nombres y apellidos.

Sin embargo, hay otros jóvenes que han optado por la política profesional renunciando a su formación y a cualquier otro intento de acceder a un puesto de trabajo como cualquier otro ciudadano. Quieren ser políticos profesionales toda su vida. No existen en ellos ideales, ni un compromiso valiente, ni tienen preparación intelectual o ideológica, pero sí actúan como servidores de dirigentes políticos, también profesionales, que para llegar a ese cargo, antes hicieron lo mismo. Escogieron ese otro camino de ficción, que siempre termina mal y en un instante.

Otros jóvenes, valientes o altruistas por naturaleza se van al extranjero o dedican su tiempo libre, que es todo, no a los partidos políticos, sino al compromiso personal de servicio a los demás sin recibir retribución económica alguna reparando injusticias sin ser salvadores, cumpliendo honestamente sus funciones, sin renunciar a su sueño de encontrar un trabajo que nunca llega, y si llega, será de mala calidad y de breve duración. Estos jóvenes en tiempo de espera desesperanzada, serán viejos a los 30 años si bajan los brazos ante esa adversidad y por eso se enrolan en varios proyectos, por pequeños que sean.

A todo esto un gobierno en minoría de solemnidad ha derribado a otro sin respaldo explicito ciudadano en las urnas y gobierna con el apoyo entusiasta de independentistas, demoledores del marco constitucional y otros radicales sacando del alcanfor sus viejas cantinelas, sin que sepamos aún claramente a cambio de qué. Este gobierno aún no ha abordado ni un solo tema de los muchos que inquietan verdaderamente a los ciudadanos, ni mucho menos el de las inaplazables políticas de empleo inyectándole más recursos, y sobretodo recortando la escandalosa sangría del dinero público malgastado en banalidades políticas, en duplicidad de administraciones, en tarjetas black para prostíbulos y otras frivolidades.

La gravedad de estos problemas no ha merecido que, entre el rosario de nuevos ministerios creados ahora, exista uno específico o que mencione a la Juventud, para atender cuanto estoy denunciando. Hay un Ministerio que prima las Migraciones, antes que la Seguridad Social; otro de Transición Ecológica; pero ni por esbozo han caído en la necesidad de crear un Ministerio de la Automatización Robótica. El principio clásico de que todos tenemos derecho al pleno empleo, aún en tiempos de la revolución digital, sólo se puede abordar priorizando esta idea. El elevado desempleo, sobre todo en la juventud, sigue aumentando la desigualdad, mientras que la globalización continua avanzando y la revolución digital está haciendo el resto.

El declive acelerado de los puestos de trabajo y la aceleración de la automatización, apuntan a que en breve plazo deberá implantarse una renta básica mínima como futuro del Estado del bienestar, sin que este gobierno socialista caiga en esto, priorizando solamente la bilateralidad con Puigdemont, el Concordato y los huesos de Franco. Para lo que se avecina es imprescindible la ingente reordenación del gasto público, la dotación de fondos suficientes, unos nuevos tipos impositivos y nuevo IVA para financiar ese nuevo sistema que hay que implantar. Todo esto ni se lo plantean.

A los jóvenes de hoy les ha tocado vivir en un mundo sin trabajadores humanos donde los robots administran ya la economía digital. Algunos países avanzados experimentan con humanos que reciben la renta básica y están aprendiendo a vivir sin trabajar. Lo que sí es cierto es que a este gobierno socialista no le importa ni la juventud, ni se entera de que la automatización está marcando el fin del trabajo físico que es confiado a la máquina. Lo que era una utopía ya está aquí, el gobierno se pone de perfil y su inacción política será la culpable, por imprevisión, de no haber derivado las inmensas ganancias de la automatización hacia la protección de los trabajadores desplazados por esa robotización.

 

ADOLFO FERNÁNDEZ AGUILAR