El caballero pagafanta, Albert Nose Entera, subió por las escaleras de la Fortaleza Azul del clan Alí PaPá, donde se repartían sobres entre mucha gente enchaquetada, hasta llegar al Salón del Marca, donde dormía y a veces veía fútbol Don Mariano de Isengard, el Gran Khan de la corrupción.
Albert estaba nervioso, se ajustó su corbata del uniforme de camarero y se peinó. Tras unos segundos le abrió las pesadas puertas Fray Paco Duendar, bufón real y obispo de la rama religiosa «La Razón Perdida», que corrió a tirarse a los pies de Don Mariano, su amo. Albert, el maniquí naranja, antiguo paladino que luchó contra la corrupción, ahora iba a trabajar de camarero llevando una mariscada a Don Mariano, también conocido como el Ovni de Pontevedra, que leía el Marca y veía partidos del Real Madrid en un gran Plasma.
Paco Duendar se colocó justo debajo de las babuchas de su amo para que estuviera más cómodo y no notara el frío de la piedra. Albert empezó a servir la comida a Don Mariano que finalmente levantó la mirada de su periódico deportivo y le dijo:
– Jejejeje me gusssta verlo aquí. Cerca mía y trabajando para mí.
Albert Nose Entera siguió colocando bogavantes y centollos en el plato de su amo sin decir palabra. Don Mariano aprovechó para quitarle le cartera, sacarle los billetes y tirarla al fuego.
– Un plato es un plato y un vaso es un vaso…jejejeje. Albert, he estado leyendo los papeluchos esos que firmamos en agosto. He visto que me exigías muchas cosas y me ponías múltiples condiciones. Jejejeje, las rechazo todas.
Albert Nose Entera realizó una mueca que parecía una sonrisa y le sirvió el vino al Gran Khan de la corrupción. Don Mariano vio el reloj del caballero pagafanta, abrió mucho los ojos y se lo quitó, lo miró un momento con su mirada desorbitada y se lo dio a Paco Duendar, que se lo guardó y besó los pies de su amo. Mariano hizo un gesto a Albert para que se marchara con la mano y le dijo:
– Me ha llegado un correo de Chuchana Lannister, la bruja del sur. Está asustada porque cree que ya no me es útil y que mis inquisidores la acusarán de brujería. Jejejeje. Que graciosa es la sultanita. Ella fue la que me recordó que te contratara como camarero. La bruja es lista, tiene allí de mayordomo a un tal Juan Peluquín, otro caballerucho de tu clan pagafanta. Sois la leche Albert, muy útilesssss.
Albert Rivera se retiró del Salón del Marca con la bandeja mientras Don Mariano bebía su copa y murmuraba:
– Viva el vino. Ya tal.
(Continuará)