No se sorprendan por el título. No tengo intención de inci­tarles a mover el cuerpo al ritmo del cubano Pérez Prado. Si acudo al mambo, es a cuento del vídeo de las CUP al que hacía referencia el director de La Vanguardia en su artículo del ­domingo 10 de septiembre. Como Màrius Carol comentaba, la cinta de referencia se puede encontrar en YouTube y les re­comiendo que la visualicen. Es aleccio­nadora.

En la reproducción aparece un grupo de dirigentes de la citada formación política empujando por un camino de tierra y piedras una furgoneta Volkswagen que ellos mismos identifican con el procés. Con similar estética a la de la vieja furgoneta y tras comprobar que el motor –identificado con el pueblo– ni funciona, ni es capaz de ultimar el citado procés, los cuperos avanzan hasta arrojarla por un precipicio. No es necesario identificarse con las CUP para prever, como sucede en la cinta, que al final no se halla el paraíso imaginado de Ítaca, sino simplemente un barranco.

¡No importa! Si a los actores de Casablanca, Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, siempre les quedará París, a nosotros los catalanes, destruido el imaginario procesista, nos queda –según las CUP– el mambo. Así nos lo anuncia en la cinta de referencia una de sus dirigentes más conocidas. ¿Y ahora qué?, se preguntan una vez la furgoneta queda destrozada en el fondo del barranco. La respuesta es sincera. Ahora empieza el mambo. “1,2,3… aaaahhhh juuuuh mambo! Mambo, qué rico mambo… Mambo qué rico e”… El proceso era, pues, un instrumento, no la finalidad. El medio, no el fin. Nadie podrá cuestionar jamás la sinceridad y coherencia de las CUP. Lo han dicho siempre claro y alto y nos lo recuerdan en el vídeo: no persiguen el mismo objetivo que los independentistas de Junts pel Sí. El de las CUP es la revolución, no la independencia. Y claro está, entre el sonreír forzado de la revolución de las sonrisas de unos y el mambo de los otros, este tiene mucho más atractivo: el ritmo, el movimiento, la sensualidad, la melodía…

Lógicamente, los de la CUP se creen los reyes del mambo. Y tienen motivos: impidieron que Artur Mas fuera presidente; impusieron a su mejor aliado, Carles Puigdemont, al frente de la Generalitat; forzaron como primer acto de insumisión la declaración del Parlament catalán del 9 de noviembre del 2015; hicieron aprobar las leyes de secesión antes del referéndum (convocado este al margen de la legalidad democráticamente establecida en el ordenamiento catalán, español, europeo e internacional), y han determinado la política del país –mejor dicho, la falta de ella– durante dos años.

Por cierto, Los reyes del mambo es también el título de la película protagonizada por Antonio Banderas –adaptación de la novela de Óscar Hijuelos que ganó el Pulitzer en 1989– sobre dos hermanos músicos que salieron de Cuba hacia Estados Unidos. ¿Saben cómo acabó esa historia? Pues los dos hermanos se pelearon estrellando el coche en el que viajaban, en este caso no en un barranco, sino contra un árbol y muriendo uno de ellos. ¿Les suena como metáfora?

El vídeo de las CUP acaba con diversas frases de personas significativas del mundo de la cultura. Me quedo con una de ellas –“El proceso es el castigo”– del glosario simbólico de Franz Kafka. Lo interesante sería saber quién o quiénes son los receptores de ese castigo. Sin atreverme a subrogarme en lo que las diversas CUP puedan legítimamente pensar al respecto, no tengo reparo alguno en identificar a la sociedad catalana como la receptora del castigo del proceso que estamos viviendo. Desde luego, no parecen castigados aquellos que, como las CUP, han defendido desde el primer día que “sin desobediencia no hay independencia”.

¡Y ahí estamos! Donde ellos querían. En la injustificable desobediencia e insumisión arrojados a los brazos de la causa revolucionaria liderada por los extremistas de las CUP. Instalados en una legalidad virtual que pretende amparar un referéndum con ausencia total de garantías democráticas. Y si estas no existen no es, como desde el independentismo se remarca, a causa de la acción del Gobierno central y de la justicia. El principal motivo de la falta de garantías del pretendido referéndum es que vulnera el ordenamiento legal, tanto la Constitución española como el Estatut de Catalunya. ¿Por qué se ha hecho caso omiso a los letrados del Parlament o al Consell de Garanties Estatutàries? Si en su día regulamos sus funciones fue, precisamente, para evitar cualquier posible arbitrariedad, situándolos por encima de posiciones partidarias. Esta es la razón fundamental que impide a muchos acudir a votar el próximo día 1 de octubre.

Nada parece que pueda parar un desenlace que acabará entre lo malo y lo peor. Hemos alcanzado el clímax del cinismo y de la irresponsabilidad. Ha faltado diálogo y capacidad política. Se avisó de este final en innumerables ocasiones y por incontables personas. Para no ir más lejos, y ya que empezamos hablando de vídeos, estos días corre por las redes sociales el que visualiza una sesión de control en el Congreso de los Diputados del 16 de octubre del 2013 –han pasado casi cuatro años– en el que personalmente, en mi condición de portavoz de CiU, reclamaba a Rajoy una propuesta política para resolver un problema que persiste. Decía entonces, y repito ahora, que tenía la sensación de que el presidente del Gobierno era de los que creen que el paso del tiempo lo soluciona todo y que a mi juicio era al revés, que cuanto más tiempo transcurría más se encogía el espacio para la solución. Le anuncié mi convicción de que algunos (no yo) en el Parlament catalán votarían una declaración unilateral de independencia y que admitiendo que no sería bueno para Catalunya, tampoco lo sería para España ya que crearía inestabilidad y proyectaría desconfianza en un mundo global.

Lo que resulta más esperpéntico es que ni unos –defendiendo desde la inmovilidad un Estado– ni otros –pretendiendo desde la ilegalidad crear otro de nuevo– han sido capaces de darse cuenta de que han permitido con sus desiguales errores que les marcaran la agenda política preci­samente quienes no quieren Estado alguno. ¿O no es esa la quintaesencia de los revolucionarios de las CUP? ¿A qué estamos jugando?

PS. ¿Sería mucho pedir que hicieran un esfuerzo unos y otros para reconducir la situación? El Govern catalán pide diálogo y el central responde que no puede hacerlo sobre algo que no le permite la Constitución. ¿Podría el Govern catalán desconvocar el ilegal referéndum y el Gobierno central pactar la creación de una comisión de expertos, a modo de las Royal Commission del Reino Unido, para que en tres meses elaborare una propuesta política que pueda ser debatida en las Cortes, aprobada si procede, y sometida antes de un año a un referéndum legal para incorporarla luego a la Constitución española? Quienes estén de acuerdo que voten que sí y aquellos que no quieran otra alternativa que la independencia que voten que no.

 
 

FUENTE: LAVANGUARDIA