El cambio de siglo supuso una transición desde el Partido Popular que hablaba catalán en la intimidad a un PP levantino que forjó en el eje Baleares-Murcia-Valencia algunas de sus más memorables noches de gloria. Este cambio se confirmó con la aprobación en 2001 del Plan Hidrológico Nacional, un instrumento de planificación que contemplaba, entre otras medidas, el Trasvase del Ebro: una inyección de hectómetros cúbicos para posibilitar el desarrollo de la agricultura intensiva –modelo tremendamente rentable para los inversores– en Alicante, Almería, Murcia y Valencia, principalmente.

La derrota en los noventa del Partido Socialista se produjo en un contexto de fuerte crisis del modelo productivo regional cuyo punto álgido fue la quema del parlamento regional en 1992 (hecho relatado con amplitud en el libro del historiador y trabajador de Navantia, José Ibarra, “Cartagena en Llamas: la crisis industrial de 1992”). Perdida la industria, tanto conservera como pesada, la Región de Murcia se echó en manos del liderazgo carismático –casi populista– y renovador de Ramón Luis Valcárcel, entre propuestas de desarrollo urbanístico y agrícola. Como aquella ya inmortal frase sobre la liberalización del suelo que pronunció Rajoy en 2007, meses antes del estallido de la burbuja, el PP murciano prometió agua para poner regadío en sitios nunca antes imaginables y una gran apuesta por los resort. El modelo generó enormes beneficios sociales en sus primeros años. Enriquecida salvajemente una minoría social y como bien pronosticaban las teorías neoliberales del trickle down la mayoría de murcianos vivieron por irrigación un espejismo de bienestar.

Para mantener la curva de expectativas políticas en permanente alza era necesario emprender una estrategia de potenciación de la escasez con la que aglutinar en torno al PP una gran demanda político-social. Siguió la expansión del regadío (a través de las llamadas “roturaciones”, tan conocidas ahora por la opinión pública murciana gracias a las acciones de la Fiscalía) al mismo tiempo que se denunciaba la falta de agua y se reclamaba solidaridad territorial de aquellas zonas a las que “les sobraba” este recurso. El trasvasista era dialécticamente un discurso de filosofía izquierdista que se convirtió para el año 2004 en un sentido común compartido por toda la sociedad regional, mientras las opciones de opositoras (PSRM e IU) lo rechazaban, facilitando en cierta forma la constitución del PP como “el partido de la Región de Murcia”.

Las reivindicaciones hídricas se convirtieron entonces en un impulso identitario que más tarde reforzaría el sentimiento de pertenencia territorial y la identificación partidista. Esta estrategia de dominio hegemónico de la agenda pública a través de un tema-sociedad puede ser extrapolable a cualquier otro ámbito en el que, tomando como referencia el marco de una realidad local con un bajo sentimiento de pertenencia-defensa previo se construya un movimiento político de calado histórico. Y todo ello a pesar de que en la Región a penas el 14% de la población tiene relación laboral directa con el campo (frente al 60% que está empleado en el sector servicios o el 11% de la industria), unas cifras que no eran excesivamente diferentes a principios de siglo, cuando el nivel de tecnificación de los cultivos ya era avanzado. Lo que es indudable es que la campaña “Agua para Todos” consiguió que los problemas de este sector fueran percibidos realmente como “los problemas de la Región”. Tras ello subyace, qué duda cabe, un ideario colectivo-sentimental conectado con la agricultura que facilita la inserción de este tipo de ejes temáticos en las campañas.

Tal es el éxito de esta campaña incubada a finales de los noventa, que en 2001 el premio GWA (Golden World Awards) de la Asociación Internacional de Relaciones Públicas y Publicidad (Berlín) le fue concedido a José Antonio Ruiz Vivo, el antiguo gurú comunicativo del PP. Se contaba incluso con una animada canción de “Por Herencia”, un grupo que anda un poco arrepentido de haberla compuesto. Zapatero hizo el resto: apenas entrar al gobierno (junio de 2004) el Consejo de Ministros aprobaba un decreto-ley con un único artículo que dejaba sin efecto la gran propuesta de Aznar para el Levante: el Trasvase del Ebro. Aunque el mismo gobierno aprobó desde el primer momento medidas urgentes para la cuenca mediterránea y más tarde su Plan AGUA, que priorizaba la inversión en desaladoras para cubrir la demanda hídrica, lo cierto es que se regaló a los conservadores un largo periodo de capital simbólico en la defensa de los supuestos intereses locales.

Rajoy basaría su estrategia de consolidación en el liderazgo de la oposición, además de en los asuntos sociales y el terrorismo, en una exacerbación de las demandas agrícolas levantinas. Cristina Narbona y el entonces Secretario General regional de los socialistas, Pedro Saura, se convirtieron en los enemigos públicos de Murcia por su apoyo a la poco compartida política de desalación –siempre se criticó el elevado coste del agua con este sistema–. La mayoría de Ayuntamientos murcianos colgaron pancartas en contra de la derogación del PHN, como si de esteladas se tratara. Alguna de esas pancartas todavía perviven en las zonas con un PP más radical, como la población de Archena. Igualmente se impulsó la importancia de organizaciones de la sociedad civil con un gran prestigio que lograban movilizar a medios de comunicación y opinión pública con facilidad, hablamos entre otras del Sindicato Central de Regantes del Acueducto Tajo-Segura (SCRATS). La manifestación de julio de 2005 en Murcia a la que acudieron Rajoy, Rita Barberá y Camps, entre otros, consagró el rédito electoral imparable del eslogan. Se fraguaba entonces el otro eje de conflicto hídrico, que ya no era la Cataluña de Carod Rovira, sino Castilla-La Mancha.

Un milimétricamente pensado enfrentamiento regional que beneficiaba por igual a los partidos de gobierno en ambas regiones.

Este diciembre vivimos una manifestación de regantes que pretendía apelar a ese recuerdo, pero ya todo había cambiado. A pesar de que el “Agua para Todos” es como el Liberté, Égalité et Fraternité de la patria murciana, la llegada de Rajoy al gobierno nacional en 2011 ha alejado progresivamente a los agricultores del que había sido su partido, al que ahora no dudan en montarle una tractorada que paralizó la capital de la Región durante todo un día. Moncloa ha aparcado el discurso trasvasista y Tejerina se ha convertido en la nueva Narbona para los productores. La mayoría han aceptado con resignación el escaso peso de la Región en la geopolítica de Génova 13 y es que desde que “Agua para Todos” dejó de funcionar el PP no levanta cabeza en la Región de Murcia. En 2015 perdió la mayoría absoluta y las encuestas que circulan le dan ahora alrededor de 16 escaños, una cifra muy alejada de los 23 parlamentarios que se necesitan para gobernar en solitario. 3 presidentes en 3 años, un liderazgo endeble y la amenaza de Garre, el antiguo Presidente de la Comunidad, que va a formar un nuevo partido de corte regionalista con el que recuperar ese capital social perdido por el “nuevo PP” de los jóvenes López Miras y Pedro Antonio Sánchez.

El campo murciano sigue jugando un papel estratégico en el proceso político de esta Comunidad Autónoma, como si de la industria del motor de Detroit se tratara. La mayoría de ciudadanos consideran que el vigente modelo agrícola sigue siendo la gran apuesta económica de la Región de Murcia, incluso cuando el desastre del Mar Menor ha puesto freno al desarrollismo de las últimas décadas. La contaminación en la laguna guarda relación con la estrategia de potenciación de la escasez, gracias a la cual el PP consiguió ser el partido murciano dominante durante 20 años y es que los nitratos que contaminan este espacio natural provienen de algunas de las miles de explotaciones agrícolas abiertas en la etapa popular con epicentro en la Rambla del Albujón.

Si siempre te preguntaste por qué una de las regiones con índices de desigualdad social mas altos de España, que fue un reducto republicano, y donde el PSOE no conocía rival ha sido hasta ahora el sitio donde el PP ha conseguido un porcentaje de apoyo mayor –por encima de Valencia, Madrid o Castilla y León– la clave es el agua, o como diría Rodrigo Rato: ¡es el agua, amigo!

 

 

 

 

 

 

 

 

FUENTE: ELSALTODIARIO