Julián Arroyo Pomeda||

 

En junio, las tres derechas eligieron presidente de la Asamblea de Madrid al diputado de Ciudadanos, Juan Trinidad Martos. Licenciado en Derecho por la Universidad CEU Luis Vives, ha trabajado en la empresa privada OHL como asesor legal.

OHL es un grupo empresarial español dedicado a la construcción. Procede de la fusión de Obrascom, Huarte y Laín. Su presidente es Juan Miguel Villar Mir. Se investiga a la empresa por comisiones pagadas a ayuntamientos y comunidades autónomas a cambio de adjudicaciones de obra pública.

El flamante presidente Trinidad ha comenzado su mandato con una acción gloriosa. Después de entrevistarse con los candidatos, Ángel Gabilondo e Isabel Díaz Ayuso, comprobó que ninguno disponía de mayoría absoluta para presentarse a la investidura a presidir la Comunidad de Madrid. Gabilondo tenía 64 votos y Díaz Ayuso 56, a falta de los 12 de VOX: “Mis síes están en camino”, declaró esta con ironía y suficiencia, mientras que VOX apostillaba: “Nosotros no hemos dado el apoyo a la señora Díaz Ayuso”. Así las cosas, Trinidad convocó una sesión de investidura sin candidatos para el 10 julio. Gloriosa acción, que escondía una intención de parte.

Aplicó el artículo 182. 3 del Reglamento de la Cámara, que legitima la operación, dando una nueva oportunidad a las derechas para negociar y ponerse de acuerdo. Ignacio Aguado lo corroboró enseguida: “Le he pedido algo más de tiempo para poder seguir negociando para tener un gobierno formado por PP y Ciudadanos”. La jugada no parece inocente, pero, por fin, el 9 julio los dos partidos han firmado un acuerdo de 155 puntos, que VOX tendrá que corroborar, si quiere. Para eso exige una reunión a tres y aquí quien no quiere es Rivera. De este modo, decía Trinidad, “llevaremos a la Comunidad más lejos de lo que nunca ha estado”.

Honorable decisión que no se sabe cómo saldrá, aunque Trinidad tenga la sartén, pero el mango es de Abascal. ¿Qué pasará? Pronto lo veremos.

Vox impone su programa en Madrid

Por fin, lo esencial del programa de Vox ha sido aceptado por el Partido Popular y Ciudadanos, que no ve nada incompatible con el suscrito previamente por las dos formaciones. Gabilondo, ganador las elecciones, solo lamenta, con su habitual prudencia, que sea muy conservador. Vayamos por partes.

En Economía eliminan los impuestos, exigen la racionalización del sector público, así como de entes y organismos que no usan razonablemente el dinero público, y auditar las subvenciones de la legislatura anterior. A esto lo denominan Prosperidad. Los fondos públicos no pueden ir a entidades de carácter ideológico. Espero que no sea a ellos mismos, porque Vox expende ideología a raudales. Por prosperidad debe entenderse que los proyectos de desarrollo de la región tienen prioridad, ni siquiera piensan en el país entero (America, first), sólo en Madrid y lo que incluye.

A Asuntos Sociales añaden Familia y Natalidad. Adaptar los contenidos educativos al ideario de los Centros, establecer el cheque escolar desde cero a tres años y libertad para elegir el Centro que deseen los padres para sus hijos. La Constitución ya recoge esto, pero parece que no creen en ella, ya que piden la no injerencia de los poderes públicos en la educación moral de los vástagos. Eso sí, que el Estado proporcione el cheque, que financie los centros concertados y que garantice la gratuidad, pero ni un paso más.

En Inmigración quieren el censo de emigrantes ilegales y la edad de los menores que vienen solos. La inmigración debe ser ordenada y legal, es decir, vinculada al mercado de trabajo y basada en nuestra cultura occidental.

Sintéticamente, lo que hacen es limar sus uñas de garfios para dejarlo todo según lo concibieron. Impresiona su perfección teutónica y, más concretamente, hitleriana. A esto lo llaman política centro-liberal, pero no es así, porque un partido se ha derechizado, perdiendo lo poco que le quedaba de centro, y el otro le hace un seguidismo total. Da igual elegir a uno u otro, porque en el fondo son lo mismo, ya que han perdido su identidad. Esto es lo que ha conseguido Vox: hacerlos torcer el brazo, que no era tan hercúleo como parecía.

Aquí solo puede percibirse la grandeza del diablo y no la de Dios, como veía Calisto en la hermosura de Melibea. Qué feo resulta todo. La ciudadanía madrileña no se merece esto.