Obsesionada por rentabilizar sus exiguos diez escaños para que no sean residuales. La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, está dispuesta a digerir sapos y culebras con tal de resucitar un partido moribundo. Su acercamiento a Pedro Sánchez y apoyo a los Presupuestos Generales del Estado ha suscitado una corriente crítica dentro de la formación naranja en varios territorios. En especial en Andalucía, donde su cabeza más visible, el vicepresidente de la Junta, Juan Marín, gobierna con el PP y donde se ha iniciado la rebelión. También entre algunos diputados del grupo parlamentario en el Congreso, contrarios a suscribir nada con el Gobierno mientras en su seno se sienten Pablo Iglesias y ministros de Unidas Podemos. A lo largo del verano, este sector crítico ha mantenido varias reuniones en las que rechazan la estrategia de Arrimadas y su «baile» político entre unos y otros. Según fuentes del partido, la pregunta que se hacen estos dirigentes es unánime: «¿Acaso hay que tragar con todo?».

En efecto, tras la entrevista de Inés Arrimadas con el presidente del Gobierno, astutamente diseñada por La Moncloa para aislar al líder del PP, Pablo Casado, en una encerrona de libro, todos en Ciudadanos tiene claro que su jefa apoyará las cuentas públicas bajo esa premisa recién inventada de «la tregua política». Ni la presencia de Pablo Iglesias, ni la famosa mesa de diálogo por la autodeterminación que Pedro Sánchez ha ofrecido a Esquerra Republicana harán variar los planes de Inés. El presidente necesita a Cs para presentar ante la Unión Europea unas Cuentas equilibradas, sin los delirios radicales de Podemos o ERC. Y Arrimadas se agarra al clavo ardiente de Sánchez para salir de la nada en la que se convirtió un partido que pasó de cincuenta escaños a diez. Ambos se cortejan con el objetivo de colocar al PP «en tierra de nadie», admiten en el Ejecutivo y en la formación naranja.

Hasta tal punto mima el presidente del Gobierno a Inés Arrimadas que alguien en Moncloa la define como «La Dulcinea de Sánchez», en una sutil metáfora de cultivar su apoyo parlamentario. Para los críticos, a cambio de nada: «Puras migajas», advierten. Por el contrario, en el entorno de la lideresa naranja, cuyo fiel escudero es ahora el antaño fulminado en su puesto de Abogado del Estado por la entonces ministra de Justicia, Dolores Delgado, Edmundo Bal, es una actitud responsable ante la grave crisis sanitaria y económica. ¿Dónde está la firme oposición al PSOE esgrimida por Albert Rivera? . Y sobre todo, ¿Cómo traga ahora Inés los coqueteos de Sánchez con los soberanistas?. Son preguntas de los sectores críticos ante una mujer que, en su día, fue el duro azote del independentismo en el Parlament de Cataluña y el germen esencial de la creación del partido.

Tras el encuentro de Arrimadas en Moncloa, fuentes de Ciudadanos confirman que Pedro Sánchez tiene los Presupuestos bien atados. «Esta vez sí», aseguran. El anuncio de agotar la Legislatura, que formuló ante los grandes del IBEX, no era un farol. Con la capitulación sin condiciones de Cs, que ahora se humilla hasta el punto de tragarse a Pablo Iglesias, los votos del PNV, otras formaciones regionalistas, y hasta posiblemente de los diputados díscolos del PDECaT, sumidos en una pelea de gallos con el nuevo JuntsxCat de Carles Puigdemont, el presidente sacará las cuentas. En el entorno de Arrimadas opinan que las bravuconadas de Pablo Iglesias son «fuegos de artíficio» de un partido acorralado judicialmente, desprestigiado entre sus bases, en caída libre electoral y con la única baza de supervivencia que seguir en la poltrona del Gobierno. «Ladra pero no muerde», avisan los dirigentes naranjas fieles a Inés Arrimadas. Para los críticos, sin embargo, el poco electorado de Cs se irá por la borda y les pasará factura.

El análisis en el «núcleo duro» de Inés es que Sánchez tiene marginado a Iglesias. Su último desprecio, no informarle de la gran fusión entre La Caixa y Bankia, así lo demuestra. Y recuerdan el amago del PSOE de votar primeramente a favor de la Comisión de Investigación sobre la financiación de Podemos, para luego tumbarla en la Junta de portavoces del Congreso. «Es un aviso por si Iglesias se desmadra», opinan los dirigentes naranjas. Arrimadas está convencida de que Sánchez les necesita para presentar una Cuentas creíbles ante la UE, dado que Bruselas no soltará los 140.000 millones de euros con los postulados de Unidas Podemos o ERC. De ahí los encendidos elogios de la ministra de Hacienda y portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero, ante los apoyos de Ciudadanos. Tras la visita de Arrimadas a Moncloa, todo fueron piropos hacia la lideresa naranja y duros ataques contra el «frentismo obstruccionista» de Pablo Casado. En el PSOE y Cs, aunque por diferentes motivos, coinciden: Objetivo cumplido.

Está por ver hasta dónde llega la rebelión dentro de Cs, un partido que pasó de ser la gran esperanza del cambio a irrelevante. Los cuadros andaluces, liderados por Juan Marín, en Cataluña, dónde ha sido sustituida Lorena Roldán por Carlos Carrizosa, o en Canarias, con la diputada Melisa Rodríguez en cabeza, contrastan claramente con el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado. Un político veleta, que colma de deslealtades a su presidenta, Isabel Díaz Ayuso. La historia de desencuentros y «palos en las ruedas» que Aguado le pone todos los días es incesante. Y muchos en Cs opinan que, tarde o temprano, se sumará a los socialistas para presentar una moción de censura en Madrid. A juicio de los críticos, esta sería una de las condiciones del apoyo de Arrimadas: derrocar a Isabel Díaz Ayuso y hacerse con el gobierno madrileño, la eterna ambición de los socialistas desde hace más de veinte años. Naturalmente, en el entorno de Inés lo niegan.

Así las cosas, Sánchez y Arrimadas son una pareja de hecho con intereses mutuos. El líder del PSOE, astuto y maquiavélico, consolida su poder y la Legislatura, mientras Arrimadas se hace un hueco en un erial político. Objetivo común, aislar al PP y acusarle de no arrimar el hombro en estos graves momentos. Muy lejos queda aquella mujer combativa que un día fue la más votada en Cataluña y se convirtió en todo un hito contra el soberanismo. Una vez más, Pedro Sánchez practica la cuadratura del círculo y la lleva a su terreno. Para Inés Arrimadas, es una jugada de Estado. En opinión de sus críticos, el final del partido.

 
 

FUENTE: LARAZON