El verano político en España hace tiempo que no da un minuto de respiro. ¿Dónde quedaron las noticias triviales, sin trascendencia, sin demasiado contenido, esas que son simples en un buen mes de julio o agosto? Se acabaron en este país los posados veraniegos -este año como destacado nos ha faltado el de Casa Real como no podía ser de otra manera, porque si lo hubiesen hecho hubiese sido otro bochornoso momento, y no son necesarios más-, las noticias de dónde pasan las vacaciones nuestros políticos, se acabaron las noticias del calor que hace y de cómo se llenan las terrazas de nuestro país, no hay ni noticias de la vuelta al colegio -y eso sí que preocupa- porque ahora y desde hace ya demasiados años, por lo menos seis con el caso Pujol, no hay verano en el que no aparezca alguna presunta corruptela política o corrupción en mayúscula.
Y este año además bañado por la crisis generada con la pandemia. Ellos, los políticos, haciendo gala de la política a la vieja usanza siempre intentan matar al mensajero, matar al plumilla, al periodista, al medio y decir que se ha fraguado una campaña contra ellos, como está haciendo ahora Podemos, que si quisiera seguirse vendiendo como la nueva manera de hacer política bien debería huir de tan tradicional costumbre de caer en la mala comunicación política.
Los periodistas estamos acostumbrados a que lo hagan partidos históricos como el PP, el PSOE, ERC o Convergencia, a que levanten el teléfono y nos llamen para darnos un toque, o para culparnos de sus males, pero que lo hagan partidos que nacen “nuevos” como Podemos o Ciudadanos nos indica que la política no deja de ser una especie de ‘gran hermano’ en el que quien entra en la casa empieza a seguir las normas, escritas o no, de esa casa. Todos entran en el mismo juego. Ya da igual el partido que sea, la ideología que sea, la corrupción no entiende ni de izquierdas ni de derechas, o quizás es que nuestros políticos suspenden en matemáticas y no saben hacer cuentas justas y claras. A veces la ignorancia es la mejor medicina para vivir feliz.
Si se pusiera un ejército de rastreadores a trabajar y se hicieran test a mansalva, junto a la responsabilidad ciudadana, seguro que la noticia no sería la muerte de una niña de 11 años por covid en Tarragona
Ahora es Podemos quien entra en los tribunales por, supuestamente, no cuadrar bien sus cuentas. Antes fue el PP, pasando por el PSOE o por Convergència. Se diría que es la mano de la corrupción la que mece la cuna de la política en este país en plena democracia. Casi como el coronavirus, que no entiende de la mala gestión política venga del partido que venga, ni de territorios, por ejemplo, a la hora de poner a los rastreadores a trabajar, unos rastreadores que tanta falta nos hacen para seguirle la pista al virus y evitar contagios innecesarios. Así, por ejemplo, la falta de rastreadores en Cataluña con Quim Torra al frente (Convergencia) o en Madrid con Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado (PP y Ciudadanos). Porque si se pusieran rastreadores a saco a trabajar -muchos licenciados se han ofrecido voluntarios-, si se pusiera un ejército de rastreadores a trabajar y se hicieran test a mansalva y acompañara la responsabilidad ciudadana seguro que la noticia no sería la muerte de una niña de 11 años por covid en Tarragona.
Seguro. Pero dejo el hilo del coronavirus que ha copado esta columna durante casi medio año porque, al final, la noticia va a ser quién o qué partido político tiene las manos limpias. Valga siempre por delante la presunción de inocencia ante cualquier caso que entre en los tribunales, pero parece, solo parece, que la mano que mece la cuna de la política está manchada en demasiados casos por supuestas corruptelas o por la corrupción en mayúsculas, con personas que han pasado y que están en la cárcel y que cuadran cuentas de manera fraudulenta. Cuídense, que sigan pasando un feliz verano con mascarilla siempre.
FUENTE: VOZPOPULI