Inés Arrimadas (7)
Recibida como el arma secreta que iba a darle un vuelco a todos los sondeos electorales tras su salto a Madrid, Inés Arrimadas se ha visto oscurecida por el empuje de Cayetana Álvarez de Toledo. También por una campaña electoral en la que sus virtudes han tenido difícil acomodo.
Aun así, Arrimadas ha hecho lo que sabe hacer y lo ha hecho bien. Le ha sacado los colores a los independentistas en el Parlamento catalán, se ha enfrentado a la extrema derecha vecinal en las calles, ha puesto pie en pared en TV3, ha toreado la mala educación de Gabriel Rufián en televisión, ha hecho gala de ese desparpajo jerezano que con tanta facilidad saca de sus casillas a la burguesía xenófoba catalana y ha plantado la semilla de la duda en muchos simpatizantes de Ciudadanos. ¿Qué tal número uno sería Arrimadas?
Pedro Sánchez (8)
La estrategia electoral de Pedro Sánchez ha sido la viva definición del resultadismo. Que es, por supuesto, la estrategia correcta cuando vas ganando el partido por 3-0 y media campaña electoral coincide con la Semana Santa.
Sánchez ha metido el autobús en la portería, sólo ha asomado la cabeza frente a periodistas afines y ha ordenado a sus defensas lanzar melonazos al área contraria en cuanto los contrincantes han rondado la portería del PSOE. Nadie espera el pitido final del árbitro con más ansiedad que Sánchez.
Y eso, guste más o menos, es lo que hay que hacer cuando un partido pasa de 85 diputados a 130-140 en apenas ocho meses de desastre político y económico sin paliativos. Tan sólo el error en la gestión de los debates televisivos y las salidas de pata de banco del PSC en boca de Miquel Iceta y Meritxell Batet, mucho más calculadas de lo que parecen, han hecho mella en su campaña.
Albert Rivera (6)
La moción de censura a Mariano Rajoy le pilló a contrapié y desde entonces Albert Rivera parece incómodo y a la defensiva, obligado a jugar en un terreno que no es el suyo y contra una formación, el PSOE, que es todo aquello que Ciudadanos querría ser: el partido por defecto de los ciudadanos españoles. Ese al que se vota por simple inercia en tiempos de zozobra y aunque la zozobra haya sido exagerada hasta el paroxismo por pura conveniencia política –Vox– o haya sido provocada en buena parte por las políticas de ese mismo partido –Cataluña–.
Rivera tiene tablas, es buen orador, domina el lenguaje televisivo y tiene fama de ajedrecista político capaz de planear media docena de jugadas por delante de sus adversarios. Pero la sensación que deja la campaña de Ciudadanos es la de que el partido tiene demasiadas fronteras ideológicas como para poder defenderlas todas con eficacia.
Pablo Casado (6)
A Pablo Casado se le pide un imposible. Retener al votante tradicional del PP mientras atrae al que se ha largado a cajas destempladas a Vox. Convencer a marianistas, sorayistas y, por supuesto, casadistas. Ganarse a los liberales de capuccino y napolitana de dos chocolates tentados por Ciudadanos sin espantar a rocieros y capillitas sevillanos. Camelarse a cazadores y emprendedores tecnológicos. Plantar cara al nacionalismo sin perder Galicia. Recuperar Cataluña para el constitucionalismo sin la ayuda del PSOE. Y, lo que es más difícil aún: hacerlo diciendo cosas, que es la manera más segura de ahuyentar a garrotazos a la mitad de los españoles.
La buena noticia para Casado es que la presidencia del Gobierno no se encuentra ya en la cota del 40% de los votos, como en los años del bipartidismo, sino en la del 25%. La mala noticia es que el PSOE ronda ya el 30%. No ha ayudado a la campaña del PP la tendencia de Casado a trompetear inconveniencias en medio de discursos por otro lado perfectos. Pero sería injusto juzgar al líder del PP por algunos errores menores cuando no se ha podido permitir el lujo que sí se ha permitido Sánchez. Es decir, el de llegar al día de las elecciones sin hacer campaña electoral.
Santiago Abascal (7)
No hace falta ser un lince del análisis político para darse cuenta de que la estrategia de campaña de Vox ha sido muy similar a la del PSOE. Es decir, la de dejarse mecer por la ola para que esta lleve suavemente al partido hasta la playa del Congreso. En su caso con mayor justificación aún puesto que la formación liderada por Santiago Abascal es, de momento, y a la espera de su aterrizaje en las instituciones, una pizarra en blanco en la que sus simpatizantes han podido proyectar a placer todas sus fantasías políticas.
La sospecha entre las empresas encuestadoras es que el voto oculto de Vox puede ser de órdago, aunque otras hablan de que el efecto sorpresa se agotó en las andaluzas. Veremos. Incluso la decisión de expulsar de su grupo de WhatsApp a los periodistas de EL ESPAÑOL encaja en esa visión de la realidad, más cercana a Alexsandr Duguin y Viktor Orbán que a Steve Bannon y Salvini, que dice que los medios tradicionales son innecesarios para hacer llegar tu mensaje a los votantes pero sí, en cambio, un buen emblema de ese viejo paradigma político y mediático que has prometido derribar.
Cayetana Álvarez de Toledo (9)
La sorpresa de la campaña. «Demasiado patricia para la política actual» pensamos muchos cuando Pablo Casado anunció su fichaje como número uno del PP por Barcelona. ¿Y qué es el elitismo, aunque sea el de la inteligencia, sino un lastre demoscópico en tiempos de populismo desaforado?
Pero Cayetana Álvarez de Toledo ha monopolizado todas las portadas, todos los debates, todas las redes sociales y todos los telediarios, que son el actual baremo del éxito. Se ha enfrentado a los violentos en la UAB, al feminismo líquido en los debates televisivos y a los periodistas del régimen en Cataluña. Se ha salido del marco ideológico del nacionalismo y le ha negado la mayor. Es decir, la supuesta condición de «lengua propia» a un idioma que resulta ser el minoritario en Cataluña.
Que Pedro Sánchez le otorgara a Cayetana Álvarez de Toledo el semáforo rojo de La Vanguardia durante su visita a la redacción del diario demuestra quién es el político que más daño le ha hecho al PSOE durante esta campaña.
Pablo Iglesias (3)
Dicen que la idea de organizar un referéndum sobre el chalet de Galapagar se la sugirió el periodista Enric Juliana a Pablo Iglesias. Si la historia es verdadera, entonces hay que atribuir parte de la responsabilidad del fin de Podemos, y por lo tanto del previsible éxito del PSOE en las elecciones del próximo domingo, a La Vanguardia.
Lo mejor que se puede decir de Iglesias es que cualquier otro partido que hubiera cometido uno solo de los errores que ha cometido Podemos durante los dos últimos años habría implosionado en minutos. Vaya para él el mérito, en fin, de haber sobrevivido a su propio meteorito. Al menos, hasta ahora.
Supongo que no descubro ningún secreto si digo que la campaña electoral de Pablo Iglesias y de una Irene Montero siempre enfadada y con serias lagunas culturales y políticas ha sido un desastre y ha convertido el proceso de degradación acelerada del partido, emitido en riguroso directo, en un placer culpable tan sórdido como hipnótico. Si Podemos sobrevive al próximo domingo será por la falta de alternativas potables para el PSOE. Lo cual, no hace falta decirlo, es el mayor de los fracasos para un partido que estaba llamado, como decían ellos mismos, a asaltar los cielos.
FUENTE: ELESPAÑOL