LAUREANO LÓPEZ

 

En los debates, la clave está en quién los pierde. No hace falta remontarse a Nixon y su cara en blanco y negro ahogada en sudor. Sánchez, líder demoscópico, tiene claro que por la boca muere el pez. O sea, haciendo running se llega mejor. Pero tal como se puso la cosa, no le quedó otra que tomar dos tazas. Ante los atriles, el peor enemigo de Sánchez será Sánchez. Por lo que diga, y por lo que no. Lo previsible es que Casado acuda con su diccio-Sánchez: con la E, etarra; con la F, felón; con la S, separatista. Sería una sorpresa que cambiara su, por ahora, suicida estrategia. ¿Y Rivera?, ¿le llevará a Casado flores al plató?, ¿o sorprenderá a la audiencia con unas rosas rojas?. Iglesias hablará, sin duda, de cloacas. ¿Aparcará su obsesión con las grandes empresas?, ¿reivindicará la independencia del Granma?. Se hablará de relatores ¿y de demografía?, de másteres ¿y de pensiones?, de Galapagar ¿y de vivienda digna? En dos noches, podemos llegar a ver hasta cuatro maneras de morir, políticamente hablando. Con sus lenguas y gestos labrarán su futuro. Y el de este país: ¡ay! como acabe celebrándolo el representante en España de Smith and Wesson.