JORDI BARBETA

 

La intervención esta semana de José María Aznar ante el Foro Puente Aéreo fue la exposición del programa común de la derecha española para «acabar» con el conflicto catalán: castigo ejemplar a los líderes soberanistas, inhabilitación de cargos electos implicados en el «golpe de estado», represión al movimiento independentista en su conjunto, supresión indefinida del autogobierno y desmantelamiento del modelo de escuela catalana y de los medios públicos. Consta que durante la cena nadie osó llevar la contraria al expresidente español, aunque una parte de ellos escucharon la arenga estremecidos.

Y ello a pesar de que el Foro Puente Aéreo fue una iniciativa que se presentó como una propuesta de diálogo y acercamiento entre el establishment de Barcelona y el de Madrid en unos momentos, 2011, en que la «desafección» catalana advertida por el president José Montilla se estaba haciendo realidad. Se trataba de ejercer de lobby ante los gobiernos y los partidos para contribuir a la estabilidad política, que es el bien más preciado de los que hacen negocios cerca del poder y están abonados al BOE. Sin embargo, no se ha notado mucho su influencia moderadora en sus interlocutores madrileños.

Hay que decir que el mensaje de Aznar fue muy esclarecedor. Él, que votó no a la Constitución del 78, ahora pretende apadrinar la incorporación de una fuerza tan anticonstitucional y franquista como Vox para liderar el país con PP y Ciudadanos y desmantelar todo lo que los franquistas cedieron en el pacto del 78. Que se autodenominen constitucionalistas constituye todo un sarcasmo.

Sin embargo, los tiempos son diferentes. La estrategia de la derecha que proclama Aznar sólo tiene como objetivo la «derrota militar» del soberanismo catalán, como si el movimiento pacífico y democrático que reúne a más de dos millones de personas fuera un grupúsculo violento como lo fue  ETA en el País Vasco. El planteamiento no difiere mucho del decreto que firmó Franco en 1938 para derogar el Estatuto de Autonomía de Catalunya, donde también se invocaba literalmente una «restauración de valores». Sin embargo, Franco necesitó dar un golpe de Estado, provocar una guerra civil e imponerse por la fuerza de las armas. Corren tiempos confusos y convulsos, pero no parece muy viable que vuelvan a entrar los tanques por la Diagonal para cerrar TV3, y, si no es así, se puede prever cualquier situación imaginable, pero ninguna que conlleve estabilidad política, social… y económica.

El establishment catalán sabe mejor que nadie que las decisiones del Estado contra el procés consistían en debilitar el poder económico y financiero de Catalunya y amenazar a los empresarios contemplativos

Sorprende, pues, que ninguno de los empresarios replicara la propuesta de Aznar, porque más allá de cuestiones ideológicas, este «programa común» de la derecha española representa una auténtica amenaza a los negocios que dirigen las personas que estaban sentadas en esa mesa. Ya se sabe, como dice el tópico, que no hay nada más cobarde que un millón de dólares, así que no tiene mucho sentido esperar de los hombres de negocios ninguna heroicidad, pero bueno, deberían darse cuenta de que el aviso de Aznar es una amenaza contra ellos mismos.

Desde el inicio del proceso soberanista, el establishment catalán no ha hecho más que pedir a los independentistas que se rindan, argumentando, con cifras ciertas y falsas, que la economía se estaba deteriorando, pero no han sido capaces de defender sus intereses ante la ofensiva desestabilizadora que provocó la respuesta catalana. Joaquim Nadal, exconseller y exalcalde, miembro nato del establishment gerundense, lo ha escrito negro sobre blanco: «El silencio de las elites las hace responsables por omisión o sumisión». «No han sido capaces de hacer frente al Estado», añadió Nadal. La paradoja es que tampoco les han agradecido su silencio. Cuando algunos reivindicaron la tercera vía, recibieron del poder político español el mayor de los desprecios. Y, a continuación, a excepción de cuatro subvenciones al corifeo mediático, todas las decisiones del poder del Estado, utilizando todos los instrumentos a su alcance, tuvieron por objetivo debilitar el poder económico y financiero de Catalunya y amenazar cualquier actitud contemplativa. Ellos lo saben mejor que nadie.

Ahora, el anuncio de Aznar pasa del «a por ellos» al «a por vosotros» que nos remite al poema de Martin Niemöller popularizado por Bertolt Brecht, aquel que recuerda que cuando vinieron a por los socialistas… y a por los judíos… no dijeron nada y termina diciendo: «Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí, no quedaba nadie para levantar la voz». Entonces lo que se oye es el estridente silencio de los corderos.