Las grabaciones del mando ayudan a explicar el instinto de supervivencia del exjefe de la UDEF ,que ocupó los puestos de máximo nivel con el PP pese a haber dirigido el caso Gürtel

 

Para unos era el Edgar J. Hoover de la Policía española, para otros un superviviente nato capaz de resistir a los cambios de Gobierno haciendo valer sus contactos tras años al frente de las investigaciones más sensibles. Así llegó el comisario José Luis Olivera hasta la cúspide del Ministerio del Interior convirtiéndose en uno de los mandos que más poder ha acumulado en la última década. Ahora los audios publicados por Moncloa.com han confirmado lo que era un secreto a voces en las fuerzas de seguridad: Olivera era uno de los hombres de la “total confianza” de Villarejo.

 

Logró ser aupado a los puestos de mayor nivel de la mano del Gobierno del PP pese a haber sido el principal responsable de las investigaciones de Gürtel, el caso que tanto daño le hizo al PP. Se trata de algo cuanto menos atípico en un Departamento tan habituado a las purgas de comisarios siempre que se produce un cambio de color en el Ejecutivo. Incluso podría destacarse como un gesto de independencia por parte del PP si no fuese porque en menos de dos años el ministro Jorge Fernández Díaz devoró tres comisarios generales de Policía Judicial a medida que avanzaban las investigaciones sobre Gürtel. Uno de ellos solo resistió seis meses.

En cambio Olivera convivió bien tanto con socialistas como con ‘populares’. En 2005 había sido la persona elegida por el Ministerio de Alfredo Pérez Rubalcaba para dirigir una unidad recién creada llama UDEF, que pronto empezó a dar frutos con la ‘operación Malaya’ en Marbella. Su siguiente gran caso fue la desarticulación de la trama encabezada por Francisco Correa, que nueve años después tumbaría al Gobierno de Mariano Rajoy. Cuando las pesquisas no habían hecho más que empezar, el PP se lanzó en tromba a denostar el trabajo de los policías a los que acusó de actuar al servicio del PSOE.

Villarejo: «Este tío es la leche»

Lo que ahora se ha sabido es que mientras arreciaban las críticas a la labor de los investigadores, la entonces secretaria general de los ‘populares’, María Dolores de Cospedal, recibía en su despacho al comisario Villarejo, quien le tranquilizaba garantizando que Olivera era uno de los suyos: “Habrán oído mucho hablar de él, cada vez que hay un tema duro… este tío es la leche, totalmente de confianza y él es el que ha boicoteado mil cosas”.  Cospedal ya sabía quién era por Juan Cotino, el director de la Policía durante el Gobierno de Aznar que nunca perdió el contacto con el clan Villarejo.

Sea como fuere, lo cierto es que dirigir el caso Gürtel nunca penalizó a Olivera ante el PP. Tras la victoria electoral de Mariano Rajoy fue apartado de la UDEF, pero no fue marginado, sino destinado a un departamento como el Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado. Pese a ello siguió realizando gestiones ajenas a su nueva ocupación tal y como desveló el viaje que hizo en octubre de 2012 a Barcelona para verse con los fiscales anticorrupción, al frente del ‘caso Millet’ que afectaba a la extinta CiU.

En esa reunión estaba presente el entonces responsable de Asuntos Internos, Marcelino Martín Blas, quien después se convertiría en el enemigo acérrimo de Villarejo al investigar sus actividades y las de su clan, incluido a Olivera. Este comisario explicó en el Parlament de Cataluña que a aquella cita les mandó su jefe, Eugenio Pino, y que en ella advirtieron a los fiscales de la relación entre el ‘caso Millet’ y la corrupción del 3% de CiU, si bien admitió que esa gestión no tenía nada que ver con su labor al frente de Asuntos Internos o el CITCO. Días después, el Consejo Fiscal emitió una nota en la que manifestaba su «rechazo por la irregular actuación» de los funcionarios de Policía.

Visita a los fiscales de Cataluña

En sede parlamentaria el ministro Fernández Díaz justificó la visita “para poner a disposición de una investigación tan compleja como esa el departamento de Análisis de Asuntos Internos, que siempre participan de investigaciones complejas”. Dos meses después de esa cita ‘El Mundo’ publicó un borrador apócrifo presuntamente realizado por la UDEF sobre presuntas cuentas en Suiza de los expresidentes catalanes Artur Mas y Jordi Pujol. La llamada ‘operación Cataluña’ echaba a andar.

Dos imágenes ayudan a entender el papel de Olivera estos últimos años. La primera se produjo el 27 de enero de 2015 en una sala de prensa del Ministerio abarrotada de uniformes, políticos, fiscales, jueces y periodistas. Estaban allí para presenciar el nombramiento del comisario como nuevo responsable del CITCO. El ministro Fernández Díaz le entregaba así una superestructura que aunaba por primera vez todas las investigaciones contra el terrorismo y el crimen organizado. Olivera sería el encargado de arbitrar el siempre complejo equilibrio entre Policía y Guardia Civil cuando surgiesen conflictos sobre cuál de los dos cuerpos debía asumir un caso.

«El nuevo Hoover»

Por encima de su mesa pasarían las investigaciones más sensibles relacionadas con ETA, el yihadismo, el crimen organizados, las mafias chinas, rusas, entre otras cuestiones. Fue ahí, entre un sinfín de palmadas en la espalda el día de su nombramiento cuando uno de sus compañeros le felicitó por ser “el nuevo Hoover”. Se refería al histórico responsable del FBI al que la leyenda negra le otorga el poder de haber hecho doblar el brazo a varios presidentes de Estados Unidos por el contenido de algunos dossieres privados que guardaba bajo llave. Olivera rió orgulloso la comparación.

“Nos ha ofrecido reuniones apoteósicas”, ironiza un mando asistente habitual a las convocatorias del CITCO. “La etapa de Olivera en el CICTO es una de las más negras, se cargó el trabajo de sus antecesores en el CNCA por hacer de este órgano algo imparcial. Solucionaba los asuntos en función de su conveniencia”, añade. De este organismo depende la coordinación entre cuerpos y la base de datos conjunta SICOA, creada tras el 11-M. Lo que debían ser reuniones donde primase la confianza de mutua, eran partidas de poker donde cada uno trataba de esconder sus cartas, confirman las fuentes consultadas.

La segunda imagen fue en noviembre de 2016, el día en el que su penúltimo valedor, Fernández Díaz, le cedía la cartera a Juan Ignacio Zoido. De nuevo una sala de prensa abarrotada, de nuevo palmadas en la espalda, pero esta vez Olivera presenciaba la escena desde un discreto segundo plano. Le sudaba la frente, todo era incertidumbre. Hacía sólo unas semanas había sonado con fuerza en las quinielas para suceder al director adjunto operativo de la Policía, Eugenio Pino.

A las puertas de ser DAO

Hubiese sido un colofón definitivo a su carrera ocupar el máximo puesto uniformado del Cuerpo, pero la difusión en el diario Público de las conversaciones entre Fernández Díaz y el responsable de la Oficina Antifraude de Cataluña lo paralizó todo. El seísmo generado en Interior y el temor a nuevas réplicas en forma de más filtraciones disuadió al nuevo equipo de nombrar en puestos clave a nadie susceptible de haber participado en las maniobras contra el independentismo. De favorito a suceder a Pino, se pasó a especular con su cese, pero Olivera sobrevivió. Una vez más.

Zoido, muy próximo a Cospedal, le mantuvo en el puesto en el que permaneció hasta el pasado julio cuando el nuevo ministro, Fernando Grande-Marlaska, en una de sus primeras decisiones le destituyó. Ahora su nombre se ve salpicado por el que durante muchos años fue uno de sus comisarios más próximos. ‘Vozpópuli’ desveló que, al menos hasta el año pasado, Villarejo propuso usar el nombre de Olivera para apuntalar las presiones a un exjuez. La conversación con sus clientes obra en una de las piezas separadas que se investigan en el marco del ‘caso Tándem’.

En el marco de esas pesquisas también se investiga al comisario Enrique García Castaño, quien en su declaración ante la Audiencia Nacional a la que ha tenido acceso este periódico dijo que Villarejo y Olivera le pedían “cientos” de teléfonos sin que él supiese para qué eran. En junio de 2017 Villarejo denunció al director del CNI y a un periodista de ‘El País’ por difundir una foto suya bajándose de un avión en el norte de África.

Alegaba que estaba allí en misión antiyihadista y que con ello habían puesto en peligro su seguridad como agente encubierto y la de sus colaboradores. La persona que estaba junto a él en la escalerilla del avión era Olivera. El Español les captó a ambos en 2016 asistiendo a un acto del fallecido fiscal general del Estado Manuel Maza, cuando Villarejo ya estaba investigado en el caso del pequeño Nicolás. Ahora Villarejo está en prisión en el marco de una causa en la que ya hay varios policías imputados, entre ellos no está Olivera. La Fiscalía tiene claro que el cabecilla del caso Tándem lideró un “clan policial mafioso” en la Policía que “infectó” el Cuerpo.

 

 

FUENTE: VOZPOPULI