Año clave para recuperar los valores de la formación desde la derecha y por la catarata de elecciones que hay en ciernes y para las que el PP, a día de hoy, no tiene candidatos ni claros ni competitivos
“El Supremo la va a archivar ‘ipso facto’ [en referencia a la causa del máster de Casado, al que la instructora de plaza de Castilla, Carmen Rodríguez-Medel, atribuye dos delitos por cohecho impropio y prevaricación administrativa]. No va a ningún lado. Lo más probable es que ni siquiera se admita a trámite”, vaticina un alto cargo del Gobierno socialista. “Y entonces”, añade, “lo que ahora es percibido como una debilidad de Casado, de la que tiene que dar explicaciones, se nos puede volver en contra. Dirá que ha sido una artimaña, una conspiración para tratar de acabar con él. Y la opinión pública comprará”.
En un contexto político tan vaporoso como el actual, donde el Ejecutivo gobierna a golpe de contradicciones y las encuestas no son demoscopia sino una montaña rusa, cualquier escenario es posible.
Los últimos avatares han mostrado a un Pablo Casado tan voluntarioso como desenfocado, igual que un personaje de Woody Allen
Pablo Casado inauguró ayer el curso político frente a las murallas de Ávila, en lo que va a suponer el año más decisivo para el Partido Popular desde la refundación de Aznar. Lo será en esa odisea emprendida por el nuevo presidente para recuperar los valores de la formación desde la derecha y lo será también por la catarata de elecciones que hay en ciernes y para las que el PP, a día de hoy, no tiene candidatos ni claros ni competitivos.
Sirva Madrid de ejemplo, la ‘plaza’ electoral por antonomasia. No encuentran sustituto para Ángel Garrido, que no es del gusto de la dirección, y tampoco dan con un candidato idóneo para el ayuntamiento. Ni la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría quiere presentarse ni Casado quiere que se presente, así que el nombre que más suena en Génova es el del actual portavoz, José Luis Martínez-Almeida. Pocas tropas para tan magna batalla.
Los avatares de los últimos meses han mostrado a un Pablo Casadotan voluntarioso como desenfocado, igual que un personaje de Woody Allen. Sin facciones distinguibles, ha caído sin querer en las celadas que le tienden los medios de comunicación, entrando al trapo de los muy variados y en ocasiones fútiles asuntos que le ponen sobre la mesa y que, como queda demostrado, no le convienen ni a él ni al partido. Se volvió a ver ayer con el raca-raca de la memoria histórica y la comisión de la Verdad durante su discurso en Ávila.
Una veta que sus rivales políticos, véanse PSOE y Ciudadanos, abonan sin disimulo. Ora Pedro Sánchez lo ningunea como oponente, ora Inés Arrimadas lo acusa de aceptar “el marco del independentismo” a cuenta de los lazos.
Esta aparente debilidad tiene mucho que ver con la forma en la que llegó a lo más alto de Génova 13 y el ambiente enrarecido que se respira en la formación tras el 21 de julio. Casado arrasó en la segunda vuelta de las primarias con un 57% de los votos frente al 42% de la exvicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría, es decir, 15 puntos de diferencia.
Se han dado múltiples argumentos para explicar la contundencia de la victoria, desde su campaña hasta el discurso desgranado en los minutos previos a la votación, pero lo cierto es que la suerte estaba echada de antemano. No fue una votación en positivo para auparle a la presidencia del PP. Fue una votación en negativo para acabar con Soraya.
Se tiene que centrar en los temas que realmente importan al país, en vez de responder a cuestiones que solo interesan a determinada prensa
Como en toda catarsis, este pecado de origen no es óbice para que Casado supere las divisiones internas y consolide su liderazgo. Son muchos, y de muy distintos signos políticos, los que auguran que tendrá su momento.
“Pablo va en la buena línea, si nos referimos a recuperar las esencias del PP y dotar de contenido ideológico al partido”, añaden sus próximos. “Se tiene que centrar en los temas que van a marcar la actualidad y que realmente importan al país, en vez de estar todo el día respondiendo a cuestiones que solo interesan a determinada prensa, como es Franco y el aborto, que no son una prioridad, y nos olvidamos de lo que sí lo es: la economía”.
Aunque es cierto que en el actual contexto político resulta enormemente complicado abrirse un hueco en la agenda, dirigentes del partido se muestran extrañados por el hecho de haber cogido como banderas temas tan espinosos como la inmigración, en vez de volcarse en Cataluña y la economía, que van a marcar el curso político entrante y que ‘a priori’ son dos de las fortalezas del discurso de los populares. En economía, reconocen estos dirigentes, están desaprovechando la inmolación de Sánchez en favor de Podemos para sacar adelante un techo de gasto que, al fin y a la postre, no va a servir para nada.
Lejos de incidir en estos argumentos, el secretario general del PP, Teodoro García Egea, volvía este fin de semana a caer en la trampa en ‘La Sexta noche’. “El señor Zapatero hizo con el aborto lo mismo que Sánchez está haciendo con Franco, reabrir viejos consensos”, titulaban en la cadena tras la entrevista.
Existe un afán de una parte de la izquierda y del independentismo para, como señalaba José Antonio Zarzalejos este fin de semana, controlar la agenda informativa con temas que solo sirven para polarizar la sociedad y hacer pasar a Casado y Rivera por dos miembros más de ese club de la ‘derecha extrema’ que está tomando cuerpo en Europa.
Casado tendrá ocasión de redefinir su discurso en la convención nacional extraordinaria del PP de los días 1 y 2 de diciembre que ha lanzado para apuntalar su liderazgo y poner negro sobre blanco sus principales líneas ideológicas y de actuación. Para coordinarla, ha elegido al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, uno de los principales valedores del abulense dentro del partido y personaje clave en su victoria en primarias.
“No se trata de moderar su discurso. Si lo hace, entendiendo que así podrá ocupar el espacio de centro, se equivocará”, explican en su entorno. “Lo único que tiene que hacer es focalizar su discurso en los temas que realmente importan a España y a los españoles. Nada más”.