Algún sapo se tuvo que tragar el Gobierno gallego con lasseveras medidas de ajuste aprobadas con Rajoy instalado en la Moncloa. Sin ir más lejos, Feijoo y los suyos cuestionaron con vehemencia a Zapatero cuando, tras el famoso volantazo de mayo del 2010, reduce un 5 % el salario a los funcionarios y eleva del 16 al 18 % el tipo general del IVA. Después llegó Rajoy subiéndolo aún más, hasta el 21 %, o suprimiendo la paga extra a los empleados públicos y desde Galicia tocó defenderlo. Había que evitar el rescate de España, decían.
A eso le siguió el adelgazamiento de la dependencia y la supresión de las cuotas sociales de las cuidadoras, la implantación del copago farmacéutico a los pensionistas y la supresión de la sanidad para extranjeros, la merma de fondos de la educación y el aumento del 20 % de las ratios en las aulas… A la Xunta y al PPdeG poco más le quedó que aplicar esas decisiones impopulares, combatirlas entre bambalinas como se hizo con las tasas judiciales de Gallardón, con la mano de Romay Beccaríadesde el Consejo de Estado, o anunciar algún remedo para amortiguar los recortes con recursos propios, como ocurre con la constante congelación de las tasas universitarias aprobada en Galicia.
Las pocas salidas de tono, y aún así contenidas, que tuvo Feijoo con el Gobierno de su mismo partido fueron un par de dardos dirigidos a Montoro por la financiación autonómica, para evitar que Galicia pierda en la revisión del modelo, o con la reivindicación del traspaso de la AP-9.
No obstante, la arrolladora llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa supuso una liberación para los populares gallegos. Nada más triunfar la moción de censura, el portavoz parlamentario del PSdeG, Fernández Leiceaga, llegó a ironizar que Feijoo solo tenía que «sacar o manual» de la época de Zapatero para cargar como un ariete contra el nuevo Gobierno.
Resultó predictivo. El líder del PPdeG no tardó en recriminarle a Pedro Sánchez que tendría que pagar facturas ocultas por el apoyo recibido para desbancar a Rajoy, advirtió de que iba a vigilar que no moviera «nin unha coma» de los compromisos asumidos con Galicia e incluso le recriminó que rompiera el consenso con el PP en materia de acercamiento de presos al País Vasco. Cuando el nuevo ministro de Fomento, José Luis Ábalos, anunció una auditoría para conocer el estado de las infraestructuras pendientes, el PP gallego disparó con fuego preventivo. Ni una coma.
El pulso por la retención de un mes del IVA a las comunidades, en el que Feijoo encontró apoyos a su causa en el propio PSOE, fue el último episodio de este cambio de estrategia. Las dudas parecieron quedar disipadas tras la reunión mantenida por Feijoo con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, como también Sánchez había disipado antes las dudas acerca de otro retraso del AVE. De momento se han producido pequeñas colisiones que le permitieron a Feijoo tomarle la matrícula al nuevo Ejecutivo. Pero la confrontación puede ir a más, porque al igual que ocurrió con Zapatero, Feijoo vuelve a ser el principal activo que tiene el PP en su labor de oposición al Gobierno de Pedro Sánchez.