«Hay un cabo suelto en la historia de estas primarias, una pieza que no termina de encajar en el puzle del relato. Me refiero al papel de Feijóo, más allá de su obvio apoyo a Casado. No fue explícito pero todos los que estuvimos en el Congreso sabemos que Galicia votó en masa a Pablo. Cierto que en primera vuelta había ganado allí Cospedal, lo cual también quiere decir algo, pero quedan flecos poco claros. Para empezar, nadie sabe todavía por qué Alberto renunció al liderazgo cuando todo el mundo le pedía que diera el paso. Es evidente que existe una falta de sintonía, una discrepancia de fondo, una brecha más profunda de lo que parece entre él y Mariano. El estereotipo de la galleguidad no basta para explicarlo: también hay gallegos que no son taimados. Y en un hombre que traslucía ambiciones nítidas, aunque nunca las expuso en voz alta, cuesta entender esa manera de quedarse en segundo plano».
«Lo único seguro es que no quería a Soraya. No la ve en la cultura del partido, no le encaja. En la forma elíptica, sesgada, que tiene Alberto de pronunciarse, se había manifestado varias veces contra ese estilo sorayista de pereza burocrática y contra la actitud en Cataluña, sugiriendo que le parecía pusilánime, laxa. Sin embargo, mucha gente sospecha que hay algo más, una estrategia más elaborada. Si la intuyese te la diría, sólo que hoy por hoy es imposible adivinarla. Lo que se me hace trabajoso de aceptar es que un tío que se sabe deseado de un modo casi unánime se conforme por las buenas con una posición subsidiaria. Lo del compromiso con la Xunta no cuela, porque de ningún modo estaba obligado a dejarla. Todo lo contrario, hubiese sido una plataforma excelente para contrastar su Gobierno con el de un Sánchez en manifiesta debilidad parlamentaria».
«A partir de ahí, saca tus conclusiones: la elección del momento y todo eso. Hay quien especula con que el asunto de los estudios de Pablo va a acabar irrumpiendo. Si eso ocurriese y lo imputan va a haber un problema serio porque los tiempos de la política no son los del Supremo; le sería muy difícil aguantar la presión de los adversarios y de los medios. Pero yo no creo que ése sea el cálculo de Feijóo, entre otras cosas porque tiene la experiencia suficiente para imaginar cómo quedaría la imagen del partido después de semejante tropiezo. Con un destrozo así incluso a él le resultaría complicado aparecer como la última cocacola del desierto».
«No sé; tal vez sea sólo una más de esas oportunidades perdidas que hay en la política, uno de esos proyectos mal medidos. Ya le pasó a Susana Díaz, y se quedó atrapada en su laberinto. O simplemente que ha dejado pasar el tren por comodidad, por falta de ganas para meterse ahora en un lío. No obstante, yo no lo perdería de vista, por instinto. Y porque acaso ni el propio Pablo sea consciente de la avería tan gorda que sufre este partido…».
FUENTE: ABC