Pablo Iglesias es un político inteligente, serio y capaz. Ideológicamente, estoy en las antípodas de lo que propugna. Pero la Monarquía parlamentaria española es, conforme a lo que siempre defendió Don Juan desde el exilio, la Monarquía de todos, y el líder podemita tiene cabida en ella, aunque pretenda desmontarla. La objetividad exige, en todo caso, el reconocimiento de la calidad como político de Iglesias, demostrada, por cierto, hasta la saciedad a lo largo de las horas en que se mantuvo dialécticamente imbatible durante la moción de censura.
Pablo Iglesias llegó a estar respaldado por cinco millones de votos. Ahora, gobierna indirectamente en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza… Durante varios meses las encuestas más solventes certificaron que había sorpassado al PSOE. A izquierda y a derecha se produjo la natural reacción ante el vendaval podemita, y se fustigó a su líder para fragilizarle. Ese es el juego político al que están sometidos todos los que se dedican a la vida pública. No hay que quejarse por lo que forma parte de la lucha abierta por el poder.
Casi nunca existen límites cuando se trata de escabechar al adversario. A Suárez le zarandearon hasta la náusea. A Felipe González, le crucificaron. A José María Aznar, le masacraron. En mi opinión, es especialmente dura la campaña de acoso y derribo contra Iglesias con el pretexto del chalé. No se trata de una mansión en la calle de Serrano. Se trata de un chalé a 40 kilómetros de Madrid, como tantos otros en los que viven ciudadanos de la clase media, adquirido a través de un crédito a pagar durante 30 años. Las afirmaciones hechas por Pablo Iglesias en otra época, y que hoy se esgrimen fuera de contexto, se han vuelto contra él. Pero con varios millones de votos a la espalda, con un trabajo abrumador y una dedicación a tiempo completo, con una familia a la que atender y unos niños que llegan, parece lógico y razonable que aspire a una vida más cómoda y ojalá que eso se pudiera extender cada vez a más gente.
Al líder de Podemos hay que combatirle desde la altura ideológica, no desde los albañales. Sé que en estos momentos no es políticamente correcto defender la aventura del chalé podemita. Máximo respeto para los que, con ese pretexto, atacan a Iglesias pero quiero dejar claro que yo no me sumo a la cacería.
FUENTE: ELMUNDO