ANÁLISIS EN COMPÁS DE ESPERA SIN DILACIONES
Había terminado mis estudios en la Universidad y en la Escuela Superior de Periodismo de Madrid y una beca de La Sorbona, ya con las maletas hechas para irme a trabajar a una ciudad norteafricana, cuando una llamada urgente de mi director técnico me daba la sorpresa enviándome con urgencia a Roma con tres compañeros más de la histórica Agencia de Prensa PYRESA para enviar durante cuatro días información, crónicas y comentarios editorializados del inesperado Concilio Vaticano tras la elevación a la sede pontificia del Papa Juan XXIII, en la Ciudad del Vaticano.
No pude evitar que el corazón se emocionara a 120 pulsaciones por minuto, que aunque no es mucho, me producía leves arritmias, porque empezar así, era un bocado delicioso para un novato, aunque ya con experiencia suficiente adquirida como corresponsal de la Agencia Efe en el norte rebelde de Marruecos, desde Tánger a Nador. Jamás, hasta hoy, salvo el revuelo del fallecimiento de Francisco Franco, había sido testigo directo de un acontecimiento tan mediático e influyente como este de ver a un Papa tomar el mando apostólico de una Iglesia como la católica y romana en unos momentos en los que la Iglesia no pasaba por sus mejores momentos. Esa Iglesia armada hasta los dientes como aseguró Churchill al desalmado Stalín, cuando este le preguntó al británico que con cuántas divisiones blindadas contaba el Papa Pio XII para contribuir a la derrota contra el nazismo totalitario. Aquel comunista verdugo de guerra que posteriormente se revolvió ferozmente contra sus aliados y sus adversarios rusos, adversarios a los que mandó a los gulags siberanios a morir como perros. La purga política jamás conocida hasta los estallidos yihadistas de ayer.
Y llegó la memorable mañana del once de octubre de 1962. No es imaginable un escenario más grandioso, la apertura del Concilio Vaticano celebrado con asistencia de grupos de delegados de las mayores iglesias cristianas y judía. Larga e impresionante procesión de casi una hora de los alrededores con sus mitras blancas y sus ornamentos litúrgicos desde la Scala Regia del Vaticano, atravesando la Plaza de San Pedro entre una multitud, hasta la Basílica sin igual por su tamaño y su magnificencia.
La llegada de Juan XXIII al solio pontificio que se interpretó como una solución intermedia y de transición, hizo crecer la tensión en la Iglesia Católica, como explica largamente el archiconocido y famoso teólogo suizo, que no alemán, HANS KUNG en su critico libro de análisis y reflexiones SIETE PAPAS. Un abuelo prudente, diplomático y con fama de ser como un párroco virtuoso y bueno, el Papa buenazo, que no solucionaría demasiados problemas que erosionaban al mundo católico ante el empuje del materialismo ideológico político, la creciente presión comunista, de las otras iglesias protestantes e incluso de un islamismo panárabe que sufragaban los musulmanes árabes forrados de millones de dólares, aunque en el fondo era una guerra de intereses, llamada la guerra del petróleo.
Pero se equivocaron todos. O casi.Ya había advertido el mejor cardenal español de los últimos siglos, Herrera Oria, el obispo que fue de Málaga, que concitaba en la catedral de la bella ciudad mediterránea a cientos y cientos, miles, de feligreses de todas las ideologías, una década después de la guerra civil, predicando que los enfrentamientos entre españoles era solo cuestión de hallar soluciones humanas basadas en la justicia social, la cultural y descargar a las altas clases de la comunidad española del peso de riquezas acumuladas que los poderes públicos habían permitido, entre ellos los «malos pastores». En directo le oí en un congreso regional cuando yo era presidente de los Jóvenes de Acción Católica (una gran organización prácticamente desaparecida, en la que participaron figuras de la vida nacional de toda índole), en la provincia del Kert y colaborador de la revista SIGNO, portavoz de las juventudes, en aquella época llamados APERTURISTAS, para el mundo católico europeo.
El Papa Juan XXIII sorprendió a los ciegos y a los sordos de la curia romana, los funcionarios y altos funcionarios del Vaticano que controlan al papado e imponen su inmovilismo ortodoxo. El mundo de la curia no solo el máximo problema asentado en Roma, sino que se ha venido extendiendo por la mayoría de las diócesis que cuentan con más de mil millones de feligreses, pero en declive frente al avance de los otros «hermanos separados». Lo que fue un rayo de luz del ecumenismo ha quedado aparcado, no solo por responsabilidad de la Iglesia Católica, también por el deterioro o la falta de interés de las otras Iglesias cristianas o la crecida del mundo musulmán que utilizan todas las vías posibles, también la yihad guerrera, para hundir nuestro sistema de vida y la civilización occidental a la que culpa del materialismo que mata, craso error, porque el liderazgo mahometano es ejercido por las más grandes fortunas de los mahometanos y sus nueve familias reinantes.
JUAN XXIII lo puso muy claro en su toma de posesión, en el Concilio y en la impresionante Encíclica PACEM IN TERRIS, toda una lección magistral para romper el inmovilismo de su tiempo y el que vivimos hoy, salvo excepciones de entrega al prójimo como el que ejercen las misiones en naciones machacadas por los extremismos políticos y sus dirigentes. La clave del Concilio, es según el Papa, una predicación de la fe DE ACORDE CON LOS TIEMPOS, y por ende, el abandono del gueto intelectual, terminológico, «un salto hacia adelante, un balzo in avanti en una compresión de la fe y una formación de la conciencia más profundas. Por supuesto, en perfecto acuerdo y fidelidad a nuestros principios, aunque también esta hay que estudiarla y exponerla con los modos de la investigación y la formulación literaria de un pensamiento moderno y socialmente avanzado.»
Entonces envié una crónica que al día de hoy sigue vigente porque no hemos avanzado suficiente: «Este discurso del Papa es una clara toma de postura valiente, clara y una llamada a un reformismo social y religioso, en contra de las «familias» de las curias. La mayoría de los obispos, cardenales y fieles lo han entendido así,»han calado» a Juan XXIII, que ha escrito personalmente el discurso de clausura, porque el obispo de Roma se ha puesto en contra de las tendencias reaccionarias. Todo un pensamiento moderno sin renunciar a sus orígenes. Ha nacido el aggiornamiento. Veremos cuanto dura ese mensaje y hasta donde llega».
Su testamento, poco antes de morir, aquejado de un cáncer, repito, es la Enciclica PACEM IN TERRIS. En ella aboga por una paz duradera basada en UN NUEVO ORDEN MUNDIAL JUSTO, y se pronuncia en la libertad del cristiano a elegir, la libertad de conciencia y religiosa de todo hombre. Llegando lejos y se atreve al papel de la mujer en igualdad de condiciones. Se confiesa que antes de Papa desea ser un buen pastor.
Han pasado más de media centuria y aquellas palabras se la ha llevado el ciclón relativista, político e ideológico y hasta la Iglesia anda politizada en las luchas partidistas, pero no activándolas, sino pasando solo una esponja. En Murcia, ni eso…. Solo unas manos de jabón. Los que hemos dejado la práctica religiosa, desde la caída de San Pablo hasta nuestros días, con una riada de dudas, a la vez modifiqué mi conducta profesional aquel día negro que fue dinamitado el DIARIO «MADRID». En estos días, la mayoría de los medios de comunicación social son volados o licenciados con euros del dinero blanco, negro, rojo, violenta, azul o amarillo pontificio como el que lucen los separatistas de Montserrat. No me olvido del Papa Francisco, mi diagnóstico, posiblemente erróneo, es que lo veo como hundido, y pudiera terminar su vida en la inmensa soledad de un infarto, cesado, acosado o algo peor, dicen en la Ciudad Eterna.
