Poco ha pasado de año cuando ya tenemos un millón más. Y es que esta legislatura va a ser la de los millones, pero no con los que Felipe II tiraba del pueblo, no. Hablamos más bien de esos miles de dineros que los aprendices de reyezuelos del siglo XXI también van a tirar y que son del pueblo. Misma expresión pero, en nuestra humilde opinión, con unas connotaciones muy distintas a lo que era la recaudación real de aquellos años.

Efectivamente, como ya habrán podido imaginar los que siguen esta columna de opinión, nos referimos a las arcas municipales y a esos milloncejos heredados de la vieja legislatura que siguen ahí, esperando que algún alma cándida los libere porque, claro, es un crimen tenerlos ahí y hay que gastarlos como se pueda y lo más rápidamente posible.
Desde esta columna hacíamos recuento a finales del año pasado con las pistas que sus señorías habían ido dejando desde que se inició esta legislatura y la cosa estaba en que ya faltaba poco para limpiar las arcas municipales.

Cuando decimos que ya tenemos un millón más nos referimos a la cuestión de que esos capitales ya están más que administrados y adjudicados y, si los planes son destinarlos a la construcción del edificio que servirá de contenedor al barco fenicio, a la casa de La Cañadica, a remozar las pedanías del municipio y otras tantas cosas más, prácticamente nos los hemos gastado casi todos. Pero a pesar de la prisa con la que sus señorías han trabajado para buscarle uso, todavía quedaba algo por adjudicar y a primeros de este mes vimos cómo salía a la luz otra feliz idea que nos costará otro riñón más a los mazarroneros, esta vez, en forma de restauración del edificio del Casino.

Es evidente que esta legislatura apuesta por la cultura en palabras mayores, lo que nadie nos dijo es que serviría de excusa para mermar los dineros que por pura inoperancia administrativa del equipo de gobierno anterior el ayuntamiento había acumulado. Desde que comenzó a rodar esta nueva legislatura lo único que he visto han sido anuncios de ideas a cuál más costosa. Todavía no ha salido nadie a la palestra, se ha puesto delante de un micrófono y ha dicho: señoras y señores, vamos a bajar los impuestos a todos los mazarroneros. Y esto sí que es una realidad palpable.

A mí me gustaría saber en qué hemos cambiado. Me resultó más que llamativo ver cómo a los cuatro días de producirse la investidura del nuevo gobierno municipal ya había voces que proclamaban a los cuatro vientos loas, andanzas y mudanzas sobre un equipo que todavía no había ni aterrizado. Me llama la atención que hubiera tanta prisa por generar buen clima en la opinión pública de la localidad.

El resultado fue que, a unos cuantos días de tomar posesión no se puede ir ya por la vida como si de dioses se tratara y hubiéramos cambiado radicalmente la vida de la gente cuando lo único que hemos hecho ha sido (literalmente) cambiar las bombillas de cuatro farolas para sustituirlas por otras de bajo consumo dejando los mismos soportes. Supongo que será para que vayamos entendiendo que aquí las cosas cambian pero, como decía el viejo spot publicitario ‘para que nada cambie’.
Y menos mal que se inauguró el museo de Antonio Paredes porque si no, no sé con qué hubiéramos ido a FITUR, esa famosa feria en la que algún concejal ha dejado para la historia la famosa frase después de haber ido de ‘no haber visto nada’. No se crean, la cosa no ha mejorado mucho, y el municipio vuelve a concurrir a la principal feria de turismo con materiales recurrentes, ofertas puntuales y cualquier cosa que nos sirva para cubrir expediente de cara a la opinión pública mazarronera. Como si los vecinos del municipio no supieran ya lo que hay.

Y así empezamos el año, perdidos entre maravillosos proyectos de gastos bestiales de dineros públicos mientras para que el municipio crezca nos llevamos a Madrid el producto que un solo vecino de la localidad ha sido capaz de hacer con sus manos en los últimos años, dedicándole cariño, esfuerzo y trabajo, muchísimo trabajo. Algo que seguramente es lo que quizás echemos en falta en muchas de esas determinaciones que se toman y se nos venden envueltas en el beneficio para los mazarroneros.

En ese diseño del pueblo a varios años que sus señorías han proyectado a través de los presupuestos municipales (y que mucho me recuerda a los planes del presidente Pedro Sánchez para los próximos 30 años) me gustaría saber dónde están las ayudas directas a los agricultores de nuestro municipio, y a los comerciantes, y a los hosteleros, y a todos los que cada día, aun a pesar de tanta palabrería hueca, utópica e inútil consiguen que no desaparezcamos del mapa. Sepan ustedes que, mientras tanto, el municipio sobrevive gracias al esfuerzo individual de sus vecinos que, cada mañana (como bien hemos oído decir en más de una ocasión), levantan la persiana de sus negocios y abren sus puertas luchando contra viento, marea y esa idea de que el pueblo va a ser mejor sólo por el mero hecho de gastarnos un pastizal. Y no hay nada más lejos de la realidad, créanme.

EDITORIAL LA VOZ DE MAZARRÓN