Las esteladas separatistas han desencadenado una tormenta rojigualda, con cerradas ovaciones al Rey Felipe VI, besos y abrazos a los policías y a los guardias civiles. Ayer, Madrid fue una sinfonía de clarines, música militar, Hércules, cazas, paracaidistas, canciones de amor a España, cargas de fusilería.
Pocas veces se han visto tantas banderas en las aceras y en los cuellos, quizás porque ya no asustan, como en la Transición, cuando las llevaban tipos con botas de pisar personas. Inés Arrimadas, una mujer-bandera, una política-bandera, exige a los que las izan que retiren las enseñas preconstitucionales. Inés, como María Pineda, tiene empaque de heroína lorquiana y está dispuesta a bordar su vida en la bandera de la Constitución. Simboliza la nueva reacción de la gente airada ante el fanatismo nacionalista.
La líder de la oposición en Cataluña acusó a Puigdemont -el mismo día en el que éste hizo el ridículo con el aborto de su república- de pulverizar el Estatut, el Parlament y la Constitución, además de representar el peor nacionalismo de Europa. Dijo, además, que lo de Cataluña no va de democracia, sino de fronteras.
Ayer, la dirigente de Ciudadanos salió a la calle en Barcelona encabezando la manifestación de Societat Civil, entre banderas de España. Pedían prisión para Puigdemont. Celebraban así la Fiesta Nacional cuando están cambiando, vertiginosamente, las ideas de las nuevas generaciones respecto a la bandera y la unidad de la nación.
La Fiesta Nacional del 12 de Octubre pone como motos a los nacionalistas. Evitan asistir a ella, la desprecian por franquista. Ayer faltaron al desfile Urkullu, Uxue Barcos y, por supuesto, Carles. Se suelen hacer en estos días pintadas en la estatua de Colón de Barcelona; este año le han colocado el hashtag ‘NadaQueCelebrar’. Recuerdan en las redes y en las pintadas que el Descubrimiento fue un saqueo, un genocidio, un expolio, aunque para muchos españoles y extranjeros fue la máxima expresión de la épica.
Se observa una ascensión, de momento resistible, de un amor recién cocido a España. Este año se celebró la Fiesta en un momento de crisis de Estado. Hubo muchos selfies, muchos besos a los soldados. Los desfiles militares son rituales de Estado en honor al Ejército. Hoy, el poder está más en las calles que en las bayonetas, pero a la gente le fascinan las marchas y paradas, que inventaron los romanos para recibir a las legiones que habían conquistado parte del mundo. Las aclamaban cuando atravesaban los arcos de triunfo con cuádrigas, perros, caballos y elefantes.
FUENTE: ELMUNDO