Tras la exitosa moción de censura de Pedro Sánchez (46), Mariano Rajoy (63) no sólo ha sido desalojado del poder sino de la que ha sido su residencia durante los últimos seis años: el Palacio de La Moncloa. Ayer viernes 1 de junio, fuentes cercanas informaban a LOC que la mudanza del depuesto presidente del Gobierno era «inminente». De ese modo, iniciaba un viaje de vuelta al que era su domicilio habitual hasta que ganó las elecciones generales en 2011: un dúplex ubicado en el mismo distrito madrileño que el que ha sido su hogar este tiempo, el de Moncloa-Aravaca, a tan sólo ocho minutos en coche del complejo presidencial. Probablemente, este fin de semana, la familia Rajoy Fernández ya haya regresado a casa. La razón es obvia. En cuanto Pedro Sánchez tome posesión de su cargo durante la mañana de hoy, día 2 de junio, será ya el nuevo inquilino oficial de La Moncloa.

La vivienda en la que se reacomodan Mariano Rajoy, su mujer, Elvira Fernández, sus dos hijos, Mariano y Juan, y su padre, Mariano Rajoy Sobredo, es mayor que la residencia monclovita: tiene 79 metros cuadrados más; en total 279. Eso sí, este domicilio, que durante el mandato de su propietario ha estado vacío y nunca ha sido alquilado, no dispone de los 58.293 metros cuadrados de superficie donde se levanta la sede de la Presidencia del Gobierno de España. Una amplitud tan vasta como solitaria y asfixiante para algunos de sus habitantes, como fue el caso de la primera dama anterior a Viri, Sonsoles Espinosa, que definió La Moncloa como «una jaula de oro». Aunque, si el ex presidente y su esposa añoran los bellos jardines del Palacio, podrán pasear por las zonas ajardinadas comunitarias de su chalé de Aravaca.

Tras vender otra propiedad, el matrimonio, casado en régimen de gananciales, adquirió en 1998 este inmueble en uno de los distritos más tranquilos de la capital. Desde hace mucho tiempo está pagado. El domicilio está dividido en una planta baja de 78 metros cuadrados, una superior de 201 y un jardín de 30. Hace 10 años, en septiembre de 2008, Mariano Rajoy, líder de la oposición en la legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, hizo campaña en las generales y mostró su intimidad en un reportaje publicado por MAGAZINE de EL MUNDO.

Era la primera vez que el ya ex jefe del Ejecutivo mostraba varias estancias de su casa a una publicación. También supuso una de las pocas apariciones públicas de su mujer, siempre en un segundo plano. Las fotografías que ilustran este artículo fueron tomadas por Ricardo Cases con motivo del inusitado posado. Nada más entrar en el domicilio, había una colección de relojes, una gran afición del político, al igual que la de acumular caricaturas sobre sí mismo. Viri, la ya ex primera dama, se refería como «el zulo» a la primera planta de la villa: un espacio para que su marido pudiera trabajar con tranquilidad.

Allí, Rajoy Brey disponía de un escritorio que le regaló su esposa y un televisor grande, la favorita entonces por sus hijos para ver dibujos animados. En la planta de arriba, era donde transcurría la vida familiar: las distintas habitaciones, el salón donde el entonces presidente del Partido Popular desayunaba y pasaba buenos momentos de ocio… y la cocina, que pisaba poco, pero a la que entró para prepararse un bocadillo de pavo y tomate durante la sesión fotográfica y la posterior entrevista con Mercedes Ibaibarriaga.

Ahora, Mariano Rajoy y Elvira Rodríguez dejan atrás numerosos momentos de gran relevancia personal vividos en La Moncloa. Algunos muy alegres y otros tristes, como la muerte del hermano del ex presidente en 2014 o la de uno de sus guardaespaldas este mismo año. En este tiempo, su hijo mayor, Mariano, ha pasado de ser casi un niño a un joven estudioso y responsable. De hecho, la familia ha celebrado recientemente las buenas notas obtenidas por el primogénito, quien estudia ADE y Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia de Comillas ICAI-ICADE. Como los anteriores inquilinos, Mariano y Juan echarán de menos la piscina, «una de las zonas más bonitas del complejo», en palabras de María Ángeles López de Celis, quien trabajó durante 32 años en la Secretaría de cinco de los presidentes del Gobierno y cuyas vivencias plasmó en el libro Los presidentes en zapatillas (Ed. Espasa).

Una difícil adaptación

«Los hijos de los presidentes del Gobierno sufren una auténtica transformación en sus vidas mientras su padres ocupan el cargo. Han de someterse a unas estrictas normas de seguridad que coartan su libertad e interfieren de lleno en su vida social. El tema se complica cuando los muchachos llegan a la adolescencia«, relata la también escritora, que fue distinguida con la Cruz del Orden del Mérito Civil en 2006 y en el momento de la publicación de estas memorias fue considerada por algunos como la insider de la zona cero del poder en España.

Una reflexión que quizá le interese a Pedro Sánchez, el flamante séptimo presidente del país, quien tiene dos hijas con Begoña Gómez, Carlota y Ainhoa, de edades comprendidas entre los 13 y los 11 años. De momento, no se ha confirmado si el socialista se mudará al Palacio, nombre que recibe la residencia personal, junto a su familia. Hay dudas porque su esposa manifestó hace un tiempo que, llegado el caso de vivir en La Moncloa, preferiría declinar y seguir residiendo en su piso de una cuidada urbanización de Pozuelo de Alarcón, en Madrid.

De producirse, sería una de los traslados más rápidos que se recuerdan. «Las mudanzas de los presidentes no son como la del común de los mortales. A parte de que cuentan con ayuda, normalmente suelen tener pocas cosas, más allá de un sillón, unos libros o la ropa», cuenta en conversación López de Celis. Por tanto, quien crea que Pedro Sánchez dormirá en el mismo lecho del desvelo de los últimos días de Rajoy, está equivocado.

Otras mudanzas

El primer presidente en pasar por el Palacio fue Adolfo Suárez quien cambió la sede de la presidencia del Gobierno del Palacio de Villamejor, en el Paseo de La Castellana de Madrid, a La Moncloa. Éste último también ha sido denominado Palacio de Sora o Casa Pintada, ya que, antes de ser destruido en la Guerra Civil, sus muros estaban decorados con frescos que adornaban el edificio por dentro y por fuera en los tiempos en los que, según su leyenda, la XIII duquesa de Alba se reunía allí en secreto con Goya.

Rápida también fue la marcha y la llegada de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo. Cuando Suárez se fue a su casa de Somosaguas, Calvo-Sotelo apareció con ocho hijos, lo que provocó problemas de espacio. Al parecer, hubo que habilitar las buhardillas de la tercera planta del ala personal con más habitaciones para los nuevos huéspedes. «Además, el presidente rescató una pequeña salita para instalar su piano», recuerda María Ángeles en su libro, un auténtico escáner en tres dimensiones de la vida en el Palacio. El espacio también se podrá adaptar a las necesidades de Pedro Sánchez y su esposa.

La Moncloa, que en el siglo XVII fue un rincón de recreo de la aristocracia, ha sido escenario de numerosas anécdotas, como la que se ha contado sobre los hijos del primer presidente de la democracia, quienes jugando habrían descubierto los muros de una vieja mantequería, situada en una zona soterrada de la fachada noroeste del palacete, de donde salían los quesos que consumía la ya citada XIII duquesa de Alba en su palacio de la calle Barquillo de Madrid. Esta estancia fue convertida más tarde por Felipe González en su famosa bodeguilla, que emulaba una típica tasca sevillana y, cada viernes, su esposa, Carmen Romero, organizaba cenas informales para los intelectuales de la época.

El socialista ha sido el presidente que más tiempo ha estado en los predios monclovitas. Concretamente 14 años. Antes de instalarse, se decidió pintar y limpiar la vivienda, los tapices y alfombras. Durante el mandato de Felipe, llegaron los primeros ordenadores a La Moncloa y se impulsó la construcción de un búnker que, si Pedro Sánchez y su familia son fácilmente impresionables, es muy probable que les deje sin palabras, porque en él caben 200 personas. 7.500 metros cuadrados bajo tierra que cuenta con su propio estudio de televisión y hospital dotado de quirófano y unidad de vigilancia intensiva.

Por cierto, a diferencia del impecable expediente académico de Mariano Rajoy Junior, Felipe González se quedó sin veranear un año por las malas notas de sus hijos. En 1986, el socialista acordó destinar el palacio de Las Marismillas en Doñana para las vacaciones presidenciales.

Después de Felipe, fue el turno de José María Aznar, quien iba con su mujer, Ana Botella, tres hijos, y dos perros cocker, Zico y Gufa, obsequio del alcalde de Oviedo tras el fallido atentado de ETA en 1995 contra el político del PP. «Esta fue la etapa en la que se puede decir, sin temor a exagerar, que La Moncloa vivió su máximo esplendor cortesano», dice López de Celis. «Allí estábamos entretenidísimas con los guateques que, además de romper con la monotonía del trabajo, nos permitían contemplar desde cerca la España más glamurosa», escribe. La que más tarde se convirtió en alcaldesa de Madrid sorprendió a propios y extraños cuando decidió enseñar las hasta la fecha ocultas estancias personales del presidente del Gobierno y su familia en una entrevista a la revista ¡Hola!.

Sin duda, Ana Botella estaba muy cómoda en su papel de consorte. El matrimonio casó por todo lo alto a su hija Ana con Alejandro Agag en El Escorial como si fuera la tercera Infanta (Carmen Rigalt dixit). Las escenas banales de su paso por La Moncloa se circunscriben a la querencia de la política, entonces abnegada esposa, por el horror vacui. «Los tapices de la Real Fábrica adornaban las paredes intercalados con los cuadros… Hasta el biombo que separaba la entrada al comedor por las cocinas contenía una alegoría de Santiago Apóstol matando sarracenos», desvela la citada trabajadora. Nada más dejar su marido la presidencia, Ana Botella escribió el libro Mis ocho años en La Moncloa, relatando anécdotas y recuerdos de su vida cotidiana allí.

Tras su marcha, aterrizaron José Luis Rodríguez Zapatero, su mujer y sus hijas. Sonsoles Espinosa tuvo el reto mayúsculo de desterrar la decoración de Botella y optar por algo menos recargado y, por ende, minimalista y moderno. Zapatero demostró su gusto por el arte a la hora de decorar su despacho con dos mirós, dos chillidas y una pieza de Clavé i Sanmartí.Sonsoles fue tan discreta como Viri -solo abandonó su ostracismo mediático cada vez que acudía a cantar junto a su coro- y sufrió especialmente por sus hijas, Alba y Laura, quienes sí vivieron en primera persona el escarnio por su aspecto gótico durante un encuentro entre sus padres y Barack Obama. Un asunto que afectó mucho a las jóvenes.

En su papel de primera dama discreta, Elvira Fernández ha conseguido algunos hitos, como haber reducido entre un 25 y un 30% el prepuesto cambiando, por ejemplo, los arreglos florales en jarrones por plantas en maceta, o rescatando muebles del sótano en vez de comprar unos nuevos. Hasta 2015 contó con Jaime de los Santos, actual consejero de Cultura de la Comunidad de Madrid, como consejero técnico del gabinete de Presidencia, aunque siempre ha demostrado ser una mujer independiente.

Entre uno de los mayores beneficios de vivir en La Moncloa está el hecho de tener un equipo de cocineros a disposición del presidente y su familia. La comida se elabora en las cocinas del edificio del Consejo de Ministros, uno de las 16 construcciones del complejo contando con el Palacio, la residencia personal, y se sube en el montacargas hasta la primera planta. «A veces desde el propio despacho del presidente se puede saber por el olor qué están cocinando abajo», añade López de Celis. A Felipe González le encantaba el rabo de toro; los Aznar Botella eran «devotos de los arroces» y, en concreto José María Aznar, siempre que podía pedía tablas de queso, y los Zapatero «gustaban de menestras de verduras o cremas vegetales». Dicen que como en casa ni se duerme ni se come en ningún sitio. Ese es el pensamiento de Rajoy en sus días más aciagos: regresa a su verdadero hogar en Aravaca, tan cerca y a la vez tan lejos de la Moncloa.
 

 

 
 
 
 
FUENTE: ELMUNDO