Era un simple diputado, y ahora es el secretario general del PP. A Teodoro García Egea (Cieza, Murcia, 1985), le duele que su abuela no haya podido llegar a verle ahora, porque estaría muy orgullosa, de él. Y es que si algo es Teo, como le llaman todos, sobre todo en política, se lo debe a ella. Por eso cuando tiene que definirse lo tiene claro, es “el nieto de la Paca”.

La Paca era “una gran activista”, le gustaba la política y era muy del PP, aunque no militaba en el partido. Seguía mucho las tertulias, en las que años después participaría su nieto, y ya entonces con ella debatía y tenía las mejores reflexiones. Se murió con 80 años, tras una operación, y en las últimas semanas él le dio una gran satisfacción. “¿Qué es lo que eres ahora?”, le preguntaba, y ella misma se respondía: “¡Ah, sí, diputado!”, le decía los fines de semana que volvía a casa.

Le gustan los deportes de riesgo, la mountain bike, las travesías en la nieve, maratón y judo, pero odia las aceitunas

Aunque no salió elegido en las elecciones del 2011, la vacante que dejó Jaime García Legarz al ser nombrado secretario de Estado le aupó a él al Congreso, donde conoció a Pablo Casado. Y casi siete años después se convertían en los nuevos máximos dirigentes del PP.

Y eso que su familia, salvo la abuela Paca, no entendió que con su brillante porvenir como ingeniero de telecomunicaciones decidiera afiliarse al PP: “¿Qué necesidad hay de afiliarse?”, le decían sus padres. Es el mayor de tres hermanos, los otros dos son mellizos, y vivió siempre en Cieza, salvo los seis primeros años de su vida, que lo hizo en un pueblo de 600 habitantes de la sierra de Albacete, Socovos.

Casado no dudó en formar un equipo en el que la pieza principal es García Egea

Siempre se inclinó por las ciencias, estudió telecomunicaciones, aunque lo amplió con cursos de dirección y administración de empresas y de ingeniería industrial, lo que le llevó a hacer la tesis en esta rama. Una tesis que explica con entusiasmo, dedicada a lo que es su pasión, la robótica. Con su trabajo –que hizo público durante la polémica de la tesis de Pedro Sánchez–, logró aumentar la precisión con la que un dispositivo colocado en el cuero cabelludo, sin abrir herida, sólo con las señales eléctricas que se reflejan en la corteza cerebral, consigue decodificar qué intención tiene un sujeto al mover un brazo robótico.

Pese a haber iniciado ya ese camino, le pudieron sus inquietudes políticas. José Luis Rodríguez Zapatero estaba en el gobierno, era la época de las manifiestaciones convocadas por el PP de Mariano Rajoy en favor de las víctimas del terrorismo y de la unidad de España, y Teo acude a ellas. Es estudiante y viaja con sus amigos, aún no milita en el PP. Al final, y tras esas experiencias, se afilia a Nuevas Generaciones, aunque confiesa que nunca fue muy activo porque estaba demasiado ocupado con los estudios.

De ahí le hacen concejal de su pueblo, puesto al que dedicaba el poco tiempo que le dejaba su dedicación a sacar cuarto curso de teleco; luego quinto, y la tesis, que empezó en la Universidad de Maryland. Le pilló en EE.UU. la primera toma de posesión de Barack Obama, que vivió con pasión, como hace todo, y cuando volvió a Murcia empezó a colaborar más con el partido, y le incluyeron en las listas del Congreso y fue elegido diputado.

Por aquel entonces, su despacho en la Cámara Baja está en la cuarta planta, en la misma donde Casado tiene el suyo. Ambos coinciden de noche: son casi siempre los últimos en irse, y ahí se forja una fuerte amistad. García Egea vivió muy de cerca el nacimiento del segundo hijo de Casado, a las 22 semanas de gestación y con apenas 500 g de peso. Le acompañó en sus angustias, y la amistad se hizo más profunda, de ahí que en el 2015, cuando el hoy presidente del PP es designado vicesecretario de comunicación y forma su equipo, con el primero que cuenta es con Teo, que es de los pocos que, como él, acepta ir a las tertulias televisivas más difíciles.

Rajoy anuncia su marcha, y Casado ve la oportunidad que llevaba tiempo esperando. No duda en formar un equipo en el que la pieza principal es García Egea, y tras su triunfo le nombra secretario general. A pesar de la jovialidad que el brazo derecho de Casado despliega a su alrededor, tiene la mano dura que se supone a un número dos, y si no, que se lo digan a las personas damnificadas por los cambios que ya ha introducido. Por eso también no le da pereza hacer candidaturas, lo que más odian lo políticos, eso sí, “con un carácter mediterráneo”.

García Egea es el número dos del PP, pero también es padre de una niña y tiene una mujer que le conoció ya en la política. Se acaban de trasladar a Madrid y no piensa renunciar, ni a ellas ni a sus aficiones, que son muchas: el judo, el maratón, la mountain bike, la travesía por la nieve, lanzarse esquiando fuera de pista. Lo que más le gusta de esas experiencias es el silencio, donde puede entender lo relativo que es todo. Deportes de riesgo que le llevan un Jueves Santo a subir el Mulhacén, pero bajar a tiempo para salir de nazareno en la procesión. Aficiones a las que suma su pasión por la robótica, aunque la mayoría lo conoce por otra: su campeonato de lanzamiento de hueso de oliva, en el que participó cuando era concejal, que tiene que ser oliva mollar chafada de Cieza, y consiguió lanzarla con la boca a 16,84 metros. Pero lo que no saben muchos es que no le gustan las aceitunas. No puede ni verlas, ni las come nunca.

 

 

FUENTE: LAVANGUARDIA