MIQUEL GIMÉNEZ

 

Los emplearon los nazis para señalar a los disidentes. “En este pueblo viven treinta traidores a su patria. Estos son sus nombres” rezaban. El separatismo ha copiado el modelo.

Según la Oficina de Derechos Civiles y Políticos de la Generalitat de Cataluña, dirigida por el ex cupaire Adam Majó y dependiente del mismísimo vicepresidente Pere Aragonés –la idea de esta oficina parte de Esquerra – quienes retiran cualquier tipo de propaganda separatista son de extrema derecha. En una rueda de prensa, imposible en cualquier país con un mínimo respeto a la ley, la democracia y el sentido común, Majó señaló a diferentes organizaciones con pelos y señales, añadiendo juicios de valor acerca de las numerosísimas agresiones que, según él, la ultra derecha perpetra en Cataluña con apoyo de algunos partidos y la “connivencia ideológica entre dichas organizaciones y las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado”. Nuestros derechos están en buenas manos, no hay duda.

Majó ha pedido reunirse con la delegada del gobierno, Teresa Cunillera, debido a que teme que los incidentes puedan acabar en algo peor pues, según dijo, “la extrema derecha comienza pitando y amenazando y acaba matando”. Este señor cobra de todos los contribuyentes. Quizá desconozca, dado que su ocupación principal es hostigar a quienes se muestran contrarios al separatismo totalitario, que este pasado fin de semana sus correligionarios le abrieron la nariz con una lata de cerveza en Torroella de Montgrí a un concejal de Ciudadanos. Torroella, municipio que había denegado el permiso para que el partido naranja pudiese instalar una carpa informativa, un feudo que, como las calles, el separatismo considera que será siempre suyo. Que el partido ganador de las últimas elecciones autonómicas pretenda difundir sus puntos de vista de forma pacífica debe ser una provocación fascista, y que el regidor agredido estuviera allí para dar apoyo poco menos que un pogromo contra los siempre pacíficos y sonrientes estelados.

Nada de eso contempla la oficina ni su responsable, un manresano licenciado en filología alemana que milita en las CUP desde 1990. Quitar esteladas y lazos amarillos de centros oficiales o de los espacios públicos son actos “paramilitares” que solo pretenden, citamos textualmente, “intimidar”. Es decir, que los escraches a Llarena y la divulgación de datos personales de su esposa o insultar a Xavier García Albiol delante de su hijita de once años, que acabó llorando, mientras asistían a un espectáculo infantil en el Palau Sant Jordi son muestras de amable discrepancia y no consisten, para nada, en delito denunciable ni mucho menos pueden vincularse con el matonismo nazi de las SA o el de los squadristi italianos. Va siendo hora de denunciar ante Europa la situación que vivimos en Cataluña, ya que el gobierno de Sánchez ni puede ni quiere hacerlo. Es momento de dejar muy claro que el separatismo no es más que un amplio y variopinto movimiento de extrema derecha que se fundamenta en la supremacía de una minoría frente a una mayoría, que usa de la propaganda para mentir sistemáticamente, que algunos de los partidos que lo sustentan tienen tras de sí un historial de corrupción sin paragón en la Europa contemporánea y que los únicos apoyos que reciben en el extranjero provienen de formaciones ultra derechistas, xenófobas y peligrosas para la democracia.

Que sepan los despistados de allí que puedan sentir alguna simpatía por esta horda, por aquello de la hispanofobia secular o la estulticia intelectual, que, si alguien agrade, persigue, acosa, insulta, veja e impone en esta tierra es el nacional separatismo, atrincherado en una institución sub estatal como es la administración autonómica. Que esta gente tiene secuestrado al parlamento catalán para no mostrar ante la opinión pública los tremendos navajazos que se están dando entre ellos por ver quien acaba por quedarse con el mayor trozo de pastel, que no gobiernan y ni siquiera saben tirar adelante unos simples presupuestos autonómicos, que tienen los medios de comunicación públicos y privados secuestrados y en manos de auténticos comisarios políticos, maestros en la desinformación y en el odio. Que se ríen de la justicia, diciendo que el juicio es político y está amañado, que se mofan del Estado en la persona de su máximo representante, el Rey, y, lo más grave, que se burlan de los catalanes.

Que conozcan lo que está pasando, porque puede suceder en cualquier momento en sus propios países. En Francia, sin ir más lejos, con corsos y bretones, apoyados por los Chalecos Amarillos. Que la extrema derecha, la de verdad, la de los separatistas flamencos, la Lega de Salvini oAlternativa por Alemania son los aliados naturales del separatismo que sufrimos en esta parte del territorio español ante la indiferencia del gobierno. Que, cuando son llevados a juicio, con todas las garantías democráticas, por intentar dar un golpe de estado saltándose todas las leyes y forzando la convivencia, lo aprovechan para orquestar su circo mediático y de propaganda. Como Hitler hizo con el suyo, tras su intento de putsch. Y que, cuidado con esto, señores de la Comisión Europea, cuando se dicte sentencia, si no es absolutoria, volverán a proclamar la DUI. Tengan presente que las leyes están para cumplirse, no para acomodarse a cada uno como le gustaría a esta oficina, más siniestra que otra cosa.

Esto sí que es de vergüenza, aunque lo realmente vergonzoso es el crimen, no el cadalso, como dijo Corneille.