ÁNGEL MONTIEL

 

La izquierda se presenta muy dividida a las próximas elecciones. Vaya novedad. Estos jóvenes izquierdistas de hoy en día tendrían que haber vivido los tiempos de la denostada Transición. Si estuvieran dispuestos a prestar unos minutos de atención al abuelete, podría ilustrarlos de lo que es el auténtico multipartidismo, no esta tontería de ahora.

Pongámonos en los mediados 70 del pasado siglo, con Franco vivo y con licencia para matar. Elaboro de memoria una lista reducida desde mi observatorio, entonces, de bachiller en Lorca. Veamos:

El PSOE, todavía titulado de marxista, pero visto desde su izquierda como ‘la socialdemocracia pequeñoburguesa», lo que entonces constituía un insulto irreparable. Había otro PSOE, con guión y una H (PSOE Histórico), dirigido desde el exilio y superviviente a la revolución de Suresnes (los ‘viejos’ que no se enteraban de que el mundo había cambiado después de la guerra, tal como los describían quienes habían venido a sustituirlos). Y el PSP de Tierno Galván, que era como la izquierda socialista, adobada de un intelectualismo ad hoc. Y el PCE, tildado de ‘revisionista’ por los marxistas-leninistas ortodoxos hasta que perdió el rabo leninista al inventar el eurocomunismo. Más un sustrato de PCs, como el PCOE de Líster, o con apellidos como ‘auténtico’, ‘internacional’, o de los Pueblos de España y así, que se reclamaban del stalinismo (pro rusos, en la versión convalidable) y eran señalados a la vez desde el carrillismo como productos de la CIA, lo que ahora serían las cloacas, algunos de ellos brazos políticos del FRAP o de los GRAPO, como Convención Republicana.

Estaban también ‘los chinos’, convenientemente divididos a su vez: el PTE y la ORT, ésta con su añadido de la Joven Guardia Roja, con aquella Pina López Gay que constituía la facción erótico-maoista hasta que se pasó al PSOE, como casi todos los del Libro Rojo y otros muchos más. Y no puedo olvidarme del MC, que respondía a la facción comunista albana con su conveniente paraíso instituido por aquel padrecito Hoxha. Pero estaban también los trotskistas, casualmente fraccionados entre la LCR y la LC, que se llevaban a matar entre ellos: en la primera organización, en Murcia militaban quince, más o menos; en la segunda, cinco o tres, pero todos se caracterizaban por haber leído y retenido las citas de unos libros de prosa pedregosa cuyo único prestigio es que estaban, visto después, sorprendentemente prohibidos. Eran imbatibles recitando su versión de la Biblia marxista, y todo el que no se le añadiera era traidor de clase y cosas así. Para libros prohibidos, la mayoría preferíamos los Trópicos, de Henry Miller, más efectivos como pajillerío literario, aunque había que saltarse capítulos filosófico-peñazos, el trasunto de los reportajes serios del PlayBoy.

La prensa de la Transición acertó al acuñar el concepto ‘sopa de siglas’ para todo aquel destape tras el periodo forzoso del Partido Único, un fenómeno que tenía su equivalente en la derecha, donde se apiñaban con sus respectivos partiditos los posfranquistas sobrevenidos en democristianos, liberales, socialdemócratas (título que quedaba libre, porque entonces el PSOE no lo asumía para sí), más los conservadores retentinados (AP) y los ultramontanos (Fuerza Nueva y otros etcéteras). Pero por esta parte, Suárez lanzó desde el poder un proyecto al estilo España Suma (en su caso, el Poder Suma), y salvó los muebles de quienes se mostraron proclives al cambio a la vez que facilitó a la izquierda el que las urnas esclarecieran las alternativas básicas de ésta, concentradas en PSOE y PCE. Fue el origen del ‘bipartidismo corregido’. Pero la sopa de siglas ha vuelto. Veremos las ahora pasan el colador.