Socialdemócrata, laico y no monárquico: así era el antiguo Ciudadanos

«Nos definimos como un partido liberal progresista, demócrata y constitucionalista». Estos son los «valores» de Ciudadanos, pero sólo desde febrero de 2017. Antes, sus Estatutos incluían la socialdemocracia y el laicismo, aunque estos no son los únicos virajes que la formación ha hecho desde su nacimiento, en 2006.

La batalla ideológica se ha producido en el seno del partido incluso desde antes de nacer. Ya los 15 intelectuales que impulsaron su nacimiento (Ferran Toutain, Félix Pérez Romera, Francesc de Carreras, José Vicente Rodríguez Mora, Arcadi Espada, María Teresa Giménez Barbat, Carlos Trías, Ponç Puigdevall, Ana Nuño, Albert Boadella, Xavier Pericay, Félix de Azúa, Félix Ovejero, Iván Tubau y Horacio Vázquez-Rial) estaban divididos en dos bloques. 

Por un lado, los liberales tenían más fuerza en los inicios de la cúpula del partido, especialmente, el bloque conformado por Arcadi Espada y las dos únicas mujeres que formaban parte de ella. Existía, además, otra corriente liberal menos «beligerante» en cuestiones internas compuesta por Pericay (hoy aún en la Ejecutiva del partido) y Boadella, entre otros. Y los terceros constituían el abanico más amplio y sumaban, además, a «buena parte de los militantes y simpatizantes más activos», tal y como explica el primer secretario general de Cs, Antonio Robles, en su libro El largo camino hacia la creación de Ciudadanos (Ed. Triacastela, 2015).

Ovejero, Trias, Romera, Azúa y De Carreras eran la izquierda de Ciudadanos. Este último,  profesor de Rivera y uno de los autores de la actual propuesta de reforma constitucional del partido, propuso los primeros fundamentos ideológicos. Cs debía ser «un partido que considere la idea de ciudadanía, desvinculada de identidad, como eje de toda su acción política», partidario de una economía de mercado sometida a controles, regulada e igualitaria, y liberal en lo moral sin caer en «dogmas periclitados» en cuanto feminismo, ecologismo o pacifismo que «la izquierda clásica repite machaconamente».

Además, tenía que ser -siempre según lo que cuenta Robles- «un partido de ciudadanos no nacionalistas dirigido a un segmento de población de centro-izquierda e izquierda», así como «partidario de una renovación ideológica en los objetivos y en la manera de hacer política en Cataluña». Su propuesta, relata el periodista, levantó ampollas entre los 15 fundadores. Pero con el tiempo resultó, años después, triunfadora.

Así, hasta no hace mucho Ciudadanos seguía siendo socialdemócrata y laico -como en su fundación, en 2006-, ambos conceptos que fueron sustituidos en su Asamblea del año pasado en la que Albert Rivera -a quien Robles siempre ha definido como «más liberal» que el propio partido, de «centro-izquierda»- se impuso con una aplastante mayoría a los críticos que presentaron candidaturas alternativas a la suya.

Finalmente, Cs se quedó como un partido de «centro» -sin apellidos-, «liberal progresista» y «acofensional». Precisamente en el terreno religioso existen dudas sobre su postura, especialmente, porque se niegan a entrar en debates sobre los colegios concertados en manos de la Iglesia o en la necesidad de las asignaturas de Religión obligatorias.

Lo mismo ocurre con respecto a su postura con la monarquía. Rivera nunca se ha considerado monárquico. Es más, él mismo se definía claramente como republicano en su libro El cambio sensato (Ed. Espasa, 2015) : «Como demócrata que soy, creo en los principios republicanos de la cosa pública, y pienso que, para elegir a los cargos públicos, el mejor método son las elecciones». Y matizaba: «Pero vivimos en una monarquía constitucional y parlamentaria en la que el jefe del Estado no tiene poderes políticos, es un representante institucional. Siempre he defendido que mientras el rey de España no se meta en política, la cosa va bien«.

Sin embargo, no parece haberle sentado mal que Felipe VI interviniera en el conflicto catalán con su discurso tras el 1-O. «España necesita liderazgo. El Rey ha dado la cara por todos. Es momento de actuar para garantizar la unión de todos los españoles», le aplaudió en Twitter.

Ya en 2015, Rivera parecía estar contento con Felipe VI pese a su republicanismo declarado. «Está cumpliendo con las expectativas que teníamos: ejemplaridad, sensatez, buena imagen del país, modernización…», opinó en el citado libro. Después, también felicitó al emérito Juan Carlos I en su 80 cumpleaños y le agradeció «su labor al frente de la Corona durante unos años en los que se consolidaron la democracia y las libertades que disfrutamos a día de hoy». Esta semana hizo lo propio, de nuevo, con su sucesor e, incluso, con el polémico documental de la familia real.

Por otro lado, los de Rivera también han mostrado múltiples contradicciones desde su salto a la política nacional y la expansión de Cs fuera de las fronteras de Catalunya. Sus contradicciones en los pactos en función de que se tratase de una comunidad u otra, su anuncio de no entrar en ningún gobierno que no liderase mientras pedía la vicepresidencia en su pacto con Pedro Sánchez o su paso del veto a Mariano Rajoy hasta los 32 síes que le dio en su investidura son ejemplos de ello.

A partir de las próximas elecciones, los cargos públicos de Cs ya pueden entrar, si quieren, en gobiernos de coalición, otro de los cambios de febrero a los que sumó la variación del sistema electoral interno del partido. Pasó de realizar primarias entre la militancia para elegir a los cinco primeros miembros de las listas a tan sólo el primero y prohibió las corrientes de opinión internas contrarias al oficialismo de la cúpula. Mantuvo, en cambio, la oportunidad de seguir nombrando a Adolfo Suárez como modelo de presidente, aunque ahora parezca más cercano a José María Aznar o Felipe González.

Asimismo, Rivera, que se negó a derogar la reforma exprés del Tribunal Constitucional que en su día criticó, parece haber cambiado de opinión también en otros temas, como la derogación de la ley mordaza que pedía en 2015 y ahora bloquea en la Mesa del Congreso. El líder de Ciudadanos, un antitaurino que en su día salió a hombros de la Monumental de Barcelona, Rivera es un camaleón dispuesto a cumplir la premisa que él mismo aplicaba en tiempos lejanos para la Monarquía: «Renovarse o morir».

 

 

 

 

 

 

FUENTE: PUBLICO

Sobre el Autor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

MURCIA TRANSPARENTE

SUSCRÍBETE!

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Suscríbete a nuestra Newsletter

Apúntate a la newsletter de murciatransparente.net

You have Successfully Subscribed!