Pedro Sánchez llamó a su despacho a la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, el pasado 14 de febrero. Era el día de los enamorados, pero también la víspera de que el presidente, finalmente, anunciara que las elecciones generales serán el próximo 28 de abril.

Justo la fecha que precisamente la vicepresidenta le había sugerido a Sánchez días antes para el adelanto electoral, una vez que el Congreso impidió la tramitación de sus primeros presupuestos generales del Estado.

Tras dos horas y media de reunión, Calvo salió aquella noche con más deberes: Sánchez le encargó también que perfilara el programa electoral del PSOE, que coordina desde Ferraz la presidenta del partido, Cristina Narbona. La vicepresidenta enmarcará el programa con el que los socialistas concurrirán al 28-A a través de unos cinco ejes temáticos de la acción de Gobierno desarrollada durante estos nueves meses en la Moncloa. Y también se ocupará de parte de la redacción. Pese a la acumulación de trabajo, Calvo ya empezó a elaborar borradores aquella misma noche en que Sánchez le encargó la nueva encomienda. Y aún está puliendo y ultimando los contenidos del programa electoral.

La vicepresidenta también acompañará a Sánchez como ticket electoral en la lista por Madrid, según dan ya por hecho en el núcleo duro del presidente en la Moncloa y en la dirección del PSOE, pese a que aún no hay nada cerrado porque faltan piezas por encajar y todo tiene que cuadrar en apenas un par de semanas en que el comité federal del partido ratificará, el 17 de marzo, todas las candidaturas electorales.

Aunque inicialmente en Ferraz situaban a Calvo como cabeza de cartel electoral por Córdoba, su provincia natal y donde ha vivido casi toda su vida, Sánchez decidió definitivamente colocarla a su vera en la lista por Madrid. “Es lo lógico y lo que tiene que ser”, corroboran los asesores de Sánchez en la Moncloa.

Cabe pensar que Calvo se ha convertido así poco menos que en imprescindible para Sánchez, pese a que apenas hace dos años que se conocen en persona. Fue en febrero del 2017, cuando Sánchez telefoneó a Calvo para pedirle que le echara una mano en su intento de recuperar la secretaría general del PSOE frente a Susana Díaz. Calvo decidió entonces dejarlo todo y embarcarse en una incierta aventura política que acabó triunfando. Así, cuando Sánchez ganó las primarias a Díaz, Calvo se incorporó a la ejecutiva Ferraz, como secretaria de Igualdad. Como experta jurista y constitucionalista, el líder del PSOE ya le hizo entonces un primer encargo de calado: negociar con la entonces vicepresidenta del Gobierno del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Catalunya.

 

Tras el triunfo de la moción de censura contra Mariano Rajoy que llevó a Sánchez a la Moncloa, Calvo –que ya fue ministra de Cultura con José Luis Rodríguez Zapatero entre el 2004 y el 2007– se convirtió en su mano derecha en el Gobierno, como vicepresidenta y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad. Entre otros muchos encargos de Sánchez, Calvo también asumió las negociaciones con el Govern de la Generalitat en busca de una solución política para el conflicto con Catalunya, que acabó naufragando.

Como ministra de Igualdad y veterana de la lucha feminista, Calvo también se convirtió en estos nueve meses en la cabeza visible del Gobierno feminista que diseñó Sánchez, por vez primera con mayoría absolutísima de mujeres. Como tal, el pasado viernes fue ella misma la que compareció en la Moncloa, tras el Consejo de Ministros, para anunciar el contenido del decreto ley aprobado para impulsar la igualdad laboral entre hombres y mujeres. En esta misma comparecencia, Calvo ya adelantó que el próximo viernes acudirá a la manifestación convocada en Madrid por las organizaciones feministas y los sindicatos con motivo del 8 de marzo, el día internacional de la Mujer, cuya movilización animó desde el Gobierno. “Yo voy a ir», aseguró.

 

 
 

FUENTE: LAVANGUARDIA