El candidato protagoniza su último mitin antes de las urnas en Madrid y con Borrell de invitado. Acusa a la presidenta de querer liderar una «involución» en el PSOE y de «esconderse» ante la militancia

Si los votos se midieran por el grado de entusiasmo, no habría color. La militancia de Pedro Sánchez viste euforia incontrolable, grita y vibra con cada palabra del líder y hasta de cualquier telonero sin pedigrí y desconocido para muchos, muchísimos. Se emociona con cada vídeo, ondea con vigor las banderas del PSOE y de sus comunidades —y hasta alguna que otra republicana—, palmotea ilusionada convencida de que la victoria está ya tocándose con las manos y abuchea cuando implícita o explícitamente asoma Susana Díaz en los discursos. Las bases están enchufadas. Más que nunca. No quedan ni 24 horas para que se abran las urnas y el PSOE decida su futuro y creen que ya es suyo.

Sánchez llega al final de su épico viaje casi ocho meses después de verse obligado a dimitir —de ser «derrocado», según el diccionario de su candidatura que tanto ha calado— en Madrid, en su federación. En el parque de Berlín, bajo un sol generoso, con más de un millar de militantes llegados de toda España, en un ambiente festivo, con la emoción a flor de piel, con la rabia por la abstención a Mariano Rajoy —esa «pésima idea», recordó el candidato— y el dolor del funesto comité federal del 1 de octubre presidiendo cada centímetro. Sánchez ha ascendido por una cordillera alta cuando pocos daban un duro por él. Comenzó envarado, ateniéndose a los papeles, hasta frío e inseguro. Y cierra con las pilas visiblemente puestas, henchido también él de entusiasmo gracias a la batería que le proporcionan en cada mitin sus fieles, mucho más suelto que antes y dado a la ironía y al humor.

Allí estaban sus principales colaboradores —Adriana Lastra, José Luis Ábalos, Margarita Robles, Odón Elorza, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, Óscar Puente, Cristina Narbona, Beatriz Corredor, Luisa Carcedo, Santos Cerdán, Luz Martínez Seijo, Juanma Serrano, Maritcha Ruiz…— y hasta Josep Borrell. Era la primera vez que el exministro se acercaba a un acto del candidato, pese a que su apoyo ha sido incondicional desde el principio. Su sola presencia ya servía al auditorio para remontarse a 1998, cuando ganó las primarias al entonces secretario general, Joaquín Almunia, venciendo a todos los grandes aparatos. Sánchez sueña con ser un trasunto de Borrell.

Quizá lo más importante de este mitin de clausura de campaña de las primarias socialistas no eran sus palabras. No había mensajes apenas mensajes nuevos. Recurrió al fondo de armario bien nutrido en estos meses: una combinación de ataques a Susana Díaz —por liderar un proyecto que pretende la «involución» democrática del partido, por «esconder» a la militancia—, una dosis de recuerdo del «derrocamiento» que sufrió en octubre y de la posterior abstención al PP, el grito de exigencia de dimisión del presidente del Gobierno por la saga de escándalos de corrupción del PP, y la proclamación de que él es el candidato de las bases, el llamado a «renovar» el PSOE, que esas bases que le impulsan pueden hacer posible, recordó en su mensaje final, con su «voto». Eran sus ‘greatest hits’. Una lógica faena de aliño a menos de 24 horas de la apertura de las urnas, tras una campaña eterna y cuando ya todos en el PSOE, los propios y los ajenos, entienden que el pescado está ya vendidísimo. ‘Alea jacta est’.

A Borrell, el que «abrió camino»

«Hay ganas de votar», respiró Sánchez nada más subir a la tribuna y después de saludar a todos los militantes que se habían desplazado desde otros puntos del país. Entonces se detuvo en Pepe Borrell, «porque abrió el camino, porque hizo del PSOE una organización más democrática». Y luego ya disparó rápido contra sus adversarios internos y los opuso a su proyecto: «Hay que dejar atrás el PSOE de los notables», «esta es la candidatura de la militancia», que los que defendieron la abstención «reconozcan que fue una pésima idea», «no hay que rescatar al PSOE de sus militantes, sino de la abstención del PP», «el discurso del miedo beneficia a la derecha, y la izquierda se tiene que mover por otros impulsos, otras corrientes».

El candidato alerta de los «riesgos de involución democrática» que aprecia en el proyecto de Díaz, un texto «fruto de la improvisación»

Sánchez pinchó implícitamente a Patxi López. El exlendakari, que constantemente apela al riesgo de muerte del PSOE si no se para el «choque de trenes», es para el madrileño poco menos que un agorero. Las primarias, dijo, no son un «ejercicio de suicidio colectivo» en el que se vayan a matar «unos a otros», sino un «ejercicio democrático, libre y transparente» que miran con expectación «millones de progresistas», algunos sin carné del PSOE pero que son «socialistas de corazón».

Que «no arrastre a España en su caída»

Pero el centro de sus ataques era Susana Díaz. Replicó su afirmación en ‘El País’ —»Los líderes no podemos escondernos detrás de la militancia»— para advertir de que «no consultar a la militancia es esconder a la militancia» y eso no lo quiere «para el PSOE». Sánchez seguía así pedaleando con el mensaje de que el programa de la presidenta andaluza, presentado el miércoles, cuatro días antes de las primarias, es un texto «muy ambiguo» y en él ve «riesgos de involución democrática en muchos de los derechos conquistados por los militantes hace décadas», al «cuestionar» las primarias. Va «al contrario» de la corriente del partido, a su juicio, pretender compatibilizar la presidencia de una comunidad autónoma y las riendas del PSOE. También le «desconcierta» su propuesta estrella, el crédito a interés cero de 24.000 para los jóvenes, cuando para los socialistas «la educación es un derecho, y no un endeudamiento para la gente joven» ni un «sinónimo de hipotecas». «Todo es fruto de la improvisación», atacó.

«Las victorias que mejor saben son las trabajadas. Hay que sudar la camiseta hasta el minuto 90», «estamos dispuestos a votar y a renovar el PSOE»

Sánchez volvió a mostrarse de nuevo como el aspirante más duro contra la corrupción del PP, cuyos escándalos repasó. De nuevo, prometió que con él al frente exigirá a Rajoy su dimisión, que «no arrastre a España en su caída», que por «responsabilidad de Estado» se explique en el Congreso y se vaya. Y adelantó su «primera medida» en clave interna, la que emprenderá el lunes 22, abrir las agrupaciones y casas del pueblo incluso para quienes no son afiliados, para «recuperar el pulso perdido tantos años». Como si las sedes socialistas hubieran estado cerradas a cal y canto en los últimos tiempos.

 

Sánchez, durante su intervención este sábado. (EC)

Machacó el mensaje de que hay «tres candidaturas, dos modelos [el suyo y el de Díaz-López] y una sola familia socialista» y advirtió de que nada está hecho aún, para que ninguno de sus seguidores se duerma en los laureles: «Las victorias que mejor saben son las victorias trabajadas. Hay que sudar la camiseta hasta el minuto 90», les arengó. «Estamos a las puertas de un nuevo PSOE, el PSOE de la militancia, que va a dejar atrás al PSOE de los notables». «Nueve meses después aquí estamos, dispuestos a votar y a renovar el PSOE». Y «mañana a votar, que nos están esperando millones de progresistas para volver a unir a la izquierda y derrotar a la derecha».

Ayer en Sevilla la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, acompañó a Sánchez. Hoy en Madrid no tenía invitados estelares. Sí a la gran mayoría de sus compañeros de viaje, los que le han estado animando a no desistir. Pero ninguno de ellos ejerció de telonero. Asumieron la tarea de presentar al líder los jóvenes Isabel Franco (de la agrupación de Chamartín), Plácido Vázquez (de Alcobendas y ex secretario general de Juventudes Socialistas de Madrid), Encarni Pámpanas (Carabanchel) y Jaime González Abril (Móstoles). No eran nombres de campanillas, pero sí militantes que ayudaron a calentar más el ambiente. «Votad al candidato que os ponga los pelos de punta», apeló Franco, «militancia, coherencia y futuro», glosó Vázquez, Díaz «tiene trazas de política de derechas que te mujeres», sentenció Pámpanas. Y el público aplaudía a rabiar.

Cañón de confeti para cerrar

Pero de toda la grada vip sobresalía Libertad, la octogenaria que impresionó al candidato en su mitin en Santander, hija de un represaliado por el franquismo que auguró la llegada de la «primavera» con Sánchez después de meses de duro «invierno». Él quiso que ella cerrara su campaña. «Rojillos, rojillas, llegó la primavera. Mañana hacedle un regalo muy grande a Magdalena, la madre de Pedro [es su cumpleaños]. ¡Vamos a ganar porque somos más y somos mejores!».

Quedan horas para saber si Libertad acierta o yerra en su vaticinio. Pero eso poco importaba en el fin de fiesta. Ilusión, chute de energía, ‘La Internacional’ y el puño en alto. Y un cañón de confeti inundando el cielo de Madrid mientras Sánchez y sus seguidores saboreaban la miel de una victoria que creen segura pero que, según las apuestas de última hora, está, como poco, reñida.

FUENTE: EL CONFIDENCIAL