Hoy en día, cuando pillamos un ratito para disfrutar del aburrimiento, en vez de esforzarnos en ejercitar el vuelo de nuestro propio pensamiento, a menudo nos quedamos apoltronados en la jaula de nuestro teléfono móvil. Las nuevas tecnologías tienen el inconveniente de inducir a nuestra mente al sedentarismo salvaje, pero hay que reconocerles la ventaja de que nos permiten conectarnos en “la Nube” a otras muchas y muy diversas mentes perezosas que pueblan el Mundo. El efecto que se deriva de este fenómeno es que, para poder comunicarnos dentro de estos nuevos rebaños, tenemos que aprender el idioma común del “pensamiento oficial”. Este fenómeno, además de mejorar nuestra convivencia, facilita enormemente el trabajo de nuestros pastores, pues hace que seamos mucho más fáciles de manejar.

Y así estaba yo antesdeayer, escapando de unos minutos de aburrimiento en una de esas muchas polémicas absurdas que han surgido al sacar de su entorno judicial todo ese asunto de “la Manada”. Una de las más airadas contertulias del chat se llamaba Rosa y tenía por imagen de perfil la fotografía de una bonita rosa de color rosa. Debatíamos sobre la actitud de la chica: Los unos con que no dijo “no” sino que, en realidad, lo que dijo fue sí; Los otros con que hay que encerrar a todos los golfos que acechan a nuestras “niñas” (aunque la chica es mayor de edad) Entonces se me ocurrió a mí intervenir diciendo textualmente: “Habrá que educar a las hijas en vez de culpabilizar a los “follarines” que no desaprovechen su “ligereza”, no os parece?”.

Después de pensárselo un par de turnos, Rosa, la de la rosa rosa, escribió lo siguiente: “Esto se soluciona  desde la base, ósea la educación pero es una tarea que necesita mucho tiempo y mucha inteligencia, algo de lo que se carece bastante. Quizás nuestros Tátara-tataranietos lo vean. Por mi parte te aseguro que si alguno de esos tipejos toca a una hija mía, no vivirá para contarlo.”

Lo que me dejó más perplejo no fue que su sincera y disparatada respuesta pareciera incurrir en la apología de varios delitos, sino que la actitud de los demás contertulios me indicaba con señales bien claras que quien estaba hablando el “Idioma Oficial”, el que nos imponen nuestros pastores, era ella y no yo ¡Y entonces fue cuando entendí claramente! Pero para comprobarlo científicamente, aún lancé en varios foros la pregunta de si les parecía más correcto meter en la cárcel a todos los “follarines” cuando nuestras hijas se arrepientan de haberles abierto sus piernas que educarlas a no ser promiscuas. Los numerosísimos insultos que recibí lo demostraban de forma irrefutable: ¡¡¡Acababa de descubrir el misterio de nuestro fracaso en el PISA (Programme for International Student Assessment)!!!.

Ahora todo encaja. Nuestra mente colectiva de flota perezosa en la Nube de Rosa y, por no tener que hacer el esfuerzo de educar a los hijos/as y enseñarles a escuchar ni a decir “¡NO!”, preferimos pisotear la Justicia y rapar las barbas de unos tipos que, por muy despreciables que nos parezcan, han sido condenados a pesar de no haber sido previamente informados por la “víctima” de que, en realidad, no deseaba “hacérselo” con ellos.

Ahora preferimos seguir flotando plácidamente en la nube mientras nos dure ¡Ya saldremos volando cuando las barbas que vengan a rapar sean las nuestras!

 

 

 

JUAN MARIANO PEREZ ABAD