Antes de que el Rey, Felipe VI, constatase la falta de candidato a ser investido por mayoría suficiente en el Congreso, y gracias a la tardía ocurrencia de Albert Rivera (su triple exigencia a cambio de apoyar la investidura), el PSOEaprovechó la oportunidad para reconocerse ante los votantes en su insobornable compromiso con el Estado y la Constitución.

En esa clave cursó ayer la reacción de Sánchez. Demoledora para Ciudadanos, un partido en descomposición. Y para Rivera, un líder con la cintura rota desde la moción de censura contra Rajoy (junio de 2018). “Es una tomadura de pelo”, dijo este al sentir el portazo de Sánchez en forma de carta de respuesta.

¿Acaso esperaba que asumiera sin más el discurso difamatorio de un PSOE vendido a los enemigos de España en Navarra y en Cataluña? Era insultante sugerir que la oferta de Rivera pretendía recuperar para el constitucionalismo al partido ganador de las últimas elecciones generales. Lo que ha conseguido es reforzar la imagen del presidente en funciones y hacerlo crecer ante los votantes de las próximas.

En eso quedó su intento de hacerse visible utilizando la razón de Estado en vano y fuera de plazo. Ni siquiera su aliado preferente, Pablo Casado, quiso salir en ese selfi. Lógico. Ni a Sánchez ni al líder del PP les interesaba. Por razones distintas. Ante la cantada vuelta a las urnas, Ciudadanos está nervioso y desesperado. No es el caso del PP, con mejores expectativas. Eso le permite reafirmarse en su papel de alternativa y, por tanto, en su oposición de obligado cumplimiento a Sánchez.

¿Acaso esperaba Rivera que Sánchez asumiera sin más el discurso difamatorio de un PSOE vendido a los enemigos de España en Navarra y en Cataluña?

En cuanto al PSOE, ninguna ocurrencia de última hora alteró lo más mínimo su meditadísima decisión de buscar el tesoro de la gobernabilidad en las urnas del 10-N, por mucho que ayer insistiera en que quiso evitarlo “por todos los medios”, aunque “otros lo han hecho imposible”. No es verdad. La búsqueda de acuerdos con Podemos siempre estuvo subordinada el objetivo de hacerse fuerte en el espacio de centro incomprensiblemente abandonado por los otros partidos.

Llegados a este punto, la repetición electoral se ha convertido en el mal menor. Las fuerzas económicas también lo ven así. La alternativa hubiera sido una investidura con pies de barro y la formación de un Gobierno tambaleante desde el primer día. Las elecciones ya son inevitables. Con solo una semana de campaña, gracias a una reforma de 2016.

El PSOE tenía decidido buscar la gobernabilidad en las urnas, por mucho que insista Sánchez en que quiso evitarlo y otros “lo hicieron imposible”

Conceptos como ‘utilidad’ (‘derecha útil’, ‘izquierda útil’) y ‘gobernabilidad’ (condición necesaria de la ‘estabilidad’) serán usados, manoseados y repetidos hasta la saciedad en favor del que gobierna (PSOE) y el que puede gobernar (PP) a costa de los partidos-escolta, que fueron obstáculos objetivos en la superación de la interinidad.

Aunque el día de no retorno es el lunes 23, a estas alturas de la película el PSOE ya no cambiará su discurso (Gobierno monocolor, progresista, con apoyo exterior de Podemos y sin deber nada a los independentistas), que ayer tarde Sánchez volvió a repetir en rueda de prensa. Si lo hiciera en los próximos días, cargaría con el estigma de la inconsistencia. Ahora se enfrenta al riesgo de unas encuestas sometidas a la democracia de último minuto, una movilización de la derecha, una desmovilización de la izquierda, o todo a la vez.
 
 

FUENTE: ELCONFIDENCIAL