ASÍ ME PARECE

 

El lunes pasado se reunió Junta Directiva Nacional del PP, órgano máximo del partido entre congresos. Era la primera reunión después del desastre en las elecciones catalanas del 21-D. No se han filtrado disonancias ni críticas al equipo directivo. Rajoy restó importancia a la pérdida de más de la mitad de los escaños, y relativizó la trascendencia de las encuestas. Su informe fue acogido con aplausos. Sin embargo, algunos dirigentes del PP me han comunicado que esta tranquilidad era solo aparente y superficial, que la procesión va por dentro y la preocupación está muy extendida. Algunos se han expresado, en voz baja y en el anonimato, pero de forma muy cruda. Dicen que si el futuro del PP tuviera que ser necesariamente Mariano Rajoy, se temen que entonces el PP no tendría futuro. Quienes así piensan, consideran que habría que cambiar de cabecera de cartel. Y razonan que no es una cuestión de edad.  El problema de Rajoy, me dicen, no es de edad, sino de prestigio. Después de dos legislaturas seguidas, una con mayoría absoluta, y otra en minoría, el actual Presidente del Gobierno está “amortizado”. O, como se dice en el argot político, “quemado”, “achicharrado”.

No hay acuerdo sobre las causas de este rápido desgaste de Rajoy. Algunos dicen que un sector de la sociedad española, que depositó masivamente en él su confianza en 2011, y le puso en bandeja la mayoría absoluta, le reprocha ahora que entonces no hiciese nada, que no abordase las reformas que había prometido, y que eran tan necesarias; ni siquiera algunas para las que la derecha española es especialmente sensible, como la regulación de la interrupción voluntaria del embarazo. Le reprochan a Rajoy su pasividad, su “tancredismo”, que algunos identifican ya con la indecisión y la falta de coraje.

La alegación de que se tuvo que dedicar exclusivamente a impedir el “rescate” de la economía española por la Unión Europea, no ha evitado este envejecimiento político prematuro de Rajoy. Porque se dice que, primero, no se impidió el rescate de algunas entidades bancarias y cajas de ahorro, con intervención real de la UE. Hubo un préstamo de miles de millones de euros que al final estamos devolviendo en su casi totalidad todos los españoles, a través del Estado, y no las entidades favorecidas, como se había dicho. Además, lo que ha hecho Rajoy, se dice, ha sido cumplir dócilmente las instrucciones de Ángela Merkel, lo que ha significado un grave deterioro en la financiación de los servicios públicos y un inasumible incremento de la brecha de la desigualdad social, que, a su vez, ha favorecido la aparición política de los populismos. Si a ello añadimos la precariedad de los empleos, la crisis en la financiación del sistema de pensiones, el deterioro de las clases medias, cuyos ingresos se han reducido notablemente, y la falta de horizontes vitales para muchos jóvenes, que ha hecho surgir un incipiente conflicto intergeneracional; si sumamos todo esto, se comprenderá que algunos consideren que el famoso éxito de la gestión económica de Rajoy, no ha sido realmente tal.

Por otra parte, Rajoy no quiso,  o no supo, prever la gravedad de la crisis territorial que desde hace más de cinco años se estaba gestando en Cataluña. Y cuando el desafío separatista le ha estallado en las manos, algunos estiman que Rajoy reaccionó tarde, y que aplicó el artículo 155 con timidez e indecisión.

Y algunos, en fin, ponen el acento en la corrupción. Rajoy es el presidente de un partido que, por primera vez en la historia de este país, está siendo imputado (o investigado) por destrucción de pruebas de hechos supuestamente delictivos, o por beneficiarse de actividades supuestamente corruptas. La tardanza en el rechazo de las conductas supuestamente corruptas de algunos compañeros de partido; su amistad personal con dirigentes que han tenido que dimitir de sus cargos por acusaciones de corrupción; y ese ya legendario “sé fuerte, Luis”, cuyo conocimiento público en cualquier otro país hubiera supuesto la dimisión inmediata; todo ello, innegablemente, ha perjudicado el prestigio de Rajoy.

Pero, sin duda, de todos los comentarios que me han comunicado, el más ponderado ha sido el de un veterano dirigente del PP que sostiene que el partido necesita una profunda renovación, no tanto de ideas, sino de personas, para que vengan a la política activa de primera línea gentes sin mochilas del  pasado. Y esta renovación, lamentablemente, no la puede hacer Rajoy, porque él sería el primero que tendría que marcharse.

Sin embargo, mis informadores son pesimistas. Están convencidos de la necesidad de sustituir al líder. Pero también lo están de que esto, hoy por hoy, resulta poco menos que imposible. En la historia del partido sólo se ha hecho una vez, y seguramente de un modo injusto, con Antonio Hernández Mancha. Pero ahora es imposible que esto se repita. Rajoy está internamente tan asentado que ni el propio Aznar desde la FAES podría desbancarlo. Habrá que esperar al resultado de las próximas generales. Mientras tanto, conviene ir haciéndose a la idea de que el sucesor de Rajoy será el propio Rajoy. Aunque esto, desde luego, no disipe las preocupaciones.

 

Fdo. Juan-Ramón Calero Rodríguez