“Siguiendo las instrucciones de la Consejería nos tocaba vacunar a los ancianos que viven en la residencia, al personal médico, enfermeras, auxiliares, cocina y demás, tal y como se establece en el protocolo. Cuando íbamos por la mitad de la vacunación aparecieron varios coches y de ellos comenzaron a bajarse sacerdotes, es fácil saber esto porque llevaban alzacuellos. Primero llegaron unos más jóvenes y después unos un poco más mayores; serían unos ocho o diez. Y después llegó un coche grande, color crema, modelo Volkswagen, el obispo con otro cura”.

Para hacértelo fácil. El relato que antecede corresponde a una carta-denuncia que una trabajadora de la Residencia Hogar de Ancianos de Betania depositó de forma anónima a primera hora de este lunes en el buzón de la sede del PSOE en la calle Princesa y que en estos momentos ya obra en poder de la Fiscalía que investiga lo que el periodista Alberto Aguirre, compañero y sin embargo amigo, bautizó en su día con feliz acierto como el “vacunagate”. El Obispo de Cartagena, Monseñor Lorca Planes, protagoniza de esta triste manera la última entrega de tan enojoso asunto al verse obligado a reconocer (después de la pertinaz insistencia de varios periodistas) mediante un comunicado público que se vacunó contra la Covid-19 cuando no les correspondía, sin respetar turnos ni protocolos.

LA DENUNCIA CONTRA EL OBISPO

No te creas que la denunciante acabó ahí su relato. Siguió y con todo lujo de detalles en los siguientes términos: “mi sorpresa e indignación llegó cuando vi que eran vacunados con las vacunas contra la Covid. Fueron vacunados todos los sacerdotes y también el obispo.” La trabajadora denunciante que justifica su no identificación ( aunque luego en su misiva da detalles personales bastante concretos) en la posibilidad de recibir represalias y ser despedida, también asegura que la vacunación del obispo y del grupo de sacerdotes que lo acompañaban fue muy criticada por todos los trabajadores de la Residencia porque “ sin estar llamados, sin ser incluidos en ninguna lista, aprovechando que esta residencia es de la Iglesia, se hicieron vacunar sin que les correspondiera.”

CRISIS EN EL OBISPADO: NO SE PUEDE GESTIONAR PEOR

A partir de ahí se suceden las llamadas de distintos periodistas a la sede del Obispado. A pesar de que el periodista Jorge García Badía había publicado la noticia en “El Español”, que los periodistas de “La Verdad” Manuel Buitrago y Ricardo Fernández demostraron tener la noticia absolutamente contrastada, a pesar de que el jefe de informativos de la cadena Ser en Murcia, Javier Ruiz llevaba varios días pidiendo respuestas sobre el tema, la respuesta inicial del Obispado es que no había respuesta. Ni la responsable de prensa ni el secretario del Obispo, Maximiliano Caballero quien, por lo visto, suele hacer de portavoz de Lorca Planes para estas circunstancias. La respuesta es que no hay respuesta. Craso error. En estos casos tu silencio es tu enemigo porque favorece la especulación y la engrandece. De no responder y de negar, el equipo de ¿comunicación? de Lorca Planes pasó dar un argumento al borde de lo absurdo: “Es un tema privado”. No cuela y no coló. Cómo va a ser privado un tema así con un personaje de trascendencia pública y una vacuna pagada con fondos públicos de por medio. Una estrategia, ya te digo, para enmarcar.

COMUNICADO TARDÍO Y CON LAGUNAS

Al final de toda una larga jornada y cuando en el Palacio Episcopal tenían la certeza de que la publicación de la noticia era inmediata, Lorca Planes autorizó un comunicado tardío y con serias lagunas, en el que se reconocía la vacunación pero se dejaban nuevos interrogantes y se implicaba a la Consejería de Salud ( a la misma que Monseñor Lorca no dudó en criticar cuando suspendió las elecciones presenciales en la cofradía de Los Salzillos) arguyendo que el obispo “había rellenado un consentimiento” (sic) con lo que se le dan nuevos argumentos a la investigación del fiscal Díaz Manzanera solicitada por el PSOE.

Y luego están los interrogantes. ¿si no crees en ningún momento haber actuado mal, por qué tus portavoces primero guardan silencio y luego dan respuestas contradictorias? ¿si crees que no has hecho nada mal poniéndote la primera vacuna, por qué renuncias a la segunda? Item más. ¿Si no tienes conciencia de haber incumplido el protocolo con la primera dosis, por qué no te pones la segunda? Igual, monseñor, la respuesta también es bastante eclesial. Con todos los respetos, en el pecado lleva usted la penitencia.

¿Y EL GRUPO QUE LO ACOMPAÑABA?

En el rematamén de este desaguisado, la nota del Obispado nada dice de la decena de sacerdotes que acompañaban a Lorca Planes en la fila de vacunación según la carta de la denunciante. ¿Quiénes eran esos curas y en razón de qué se vacunaron? ¿Quién los eligió? ¿Y por qué ellos y no cualquier otro con alzacuellos tan legítimo como los suyos? ¿La verdad ya no nos hace libres, monseñor?

En resumen, un desafortunado episodio, dañino para la imagen de la Iglesia y una demostración más de que la comunicación es algo demasiado importante como para dejarla en manos de aficionados. Jesús de Nazaret, que nunca se saltó una cola porque las colas se las hacían a él atendiendo a los pobres y necesitados, lo sabía, lo sabe, muy bien. Por eso eligió a Pablo de Tarso, el mejor Dircom de la Historia. Aunque para ello tuviera que tirarlo del caballo.

LA RESPUESTA ESTÁ EN PEDIR PERDÓN

En estos casos lo que hay que hacer, entiendo, es justo lo que ni Lorca Planes ni su equipo de incomunicación han hecho. Afrontar la realidad. Decir la verdad. Un obispo no puede mentir. Ni debe faltar a la verdad, aunque sea a través de un portavoz interpuesto. Aquí, monseñor, hay algo más que un juramento hipocrático; hay un compromiso con una institución y con un mensaje evangélico a los que no se puede defraudar.

Lo que este caso requiere, y todavía no es tarde para hacerlo, es una muestra de humildad y una petición de perdón. ¿Tanto le cuesta pedir perdón al máximo representante en nuestra diócesis de una Iglesia que tiene encomendado el perdón de nuestros pecados?

Pida perdón, José Manuel Lorca Blanes. Pida perdón obispo. Que no pasa nada. Que no se le van a caer los anillos, ni se le va a esturriar el birrete. Pida perdón, monseñor. La respuesta a todo este enojoso asunto está ahí. En pedir perdón. Usted ha caído en el error. Sin miedo ni penumbras, que aquí quienes nos confesamos católicos, apostólicos, romanos y pecadores en nuestros ratos libres recibimos la absolución de vez en cuando del curica más cercano y no pasa nada. Pida perdón, monseñor, porque usted y yo sabemos que el pecado y el perdón tienen la misma raíz: el error. Y usted ha cometido el error de saltarse la cola y hacérsela saltar a un grupete de privilegiados que le acompañaban y cuya identidad tampoco estaría mal que desvelase. Hágalo usted aunque solo sea como justa correspondencia a todos esos capellanes de hospital que se han jugado y se juegan cada día la vida en las ucis para acercar el mensaje de Jesús a los más enfermos. Pida perdón, monseñor. Y hágalo, permítame el consejo, con humildad, con asertividad y en correspondencia con el mensaje de aquel ser maravilloso de naturaleza divina que se encarnó para hacernos evolucionar espiritualmente y que cambió el curso de la Historia. A ese Jesús de Nazaret al que usted está obligado, por su cargo y por su responsabilidad, a corresponder en todo momento y en toda circunstancia.

 

J.A. RUIZ VIVO