Nada más llegar al poder, Pedro Sanchez se convirtió en el héroe de la Europa de los derechos acogiendo al Aquarius en el puerto de Valencia. Aplaudido por todos aquellos que llevan tiempo observando cómo el discurso antimigratorio se extiende como la peste por el antiguo continente, Pedro volvía a poner a España en el tablero de juego de la opinión pública europea.

Rápidamente Macron atajó la jugada: la puerta europea de África no se podía desmarcar así alegremente. El presidente francés, marcadamente conservador y abogado del cierre contundente de fronteras, abrazó a nuestro recién estrenado presidente y le dijo al oído algo así como: “Pedro, tengamos la fiesta en paz”. Y a Sánchez le debió gustar más eso, ser amigo de Macron y de Merkel, que lo de ser el héroe de los que defendemos los derechos humanos, porque en las últimas semanas su Gobierno ha puesto en marcha una serie de medidas que hacen que las penosas gestiones de sus predecesores socialistas durante la crisis de los cayucos parezcan hasta buenas.

De todos los desatinos -que son múltiples-, la parte de gestión de la externalización de la frontera con Marruecos es uno de lo más relevantes. Desde que llegó Sánchez, se han incrementado sustancialmente los millones de euros que Europa y España sueltan al país vecino para que ayude a evitar el paso de africanos por su territorio. Desde que se incrementó la ayuda y se sanearon las relaciones gracias al dinero, son numerosas las informaciones que denuncian los traslados masivos por parte de las autoridades marroquíes de inmigrantes subsaharianos al sur del país, donde hay que recordar que lo único que hay es un desierto -y en pleno agosto-, al menos tan mortífero como el mar Mediterráneo.

El Gobierno español sabe que esto está sucediendo, pero los muertos se quedan en África y así no duelen y, más importante aún, no molestan a las conciencias.  La derecha viene pisando fuerte con un discurso importado de Italia y el Este de Europa, que ya va calando en el español medio, ese que cree en los derechos, pero que tiene miedo tras haber sido vapuleado por la crisis.

Sánchez va para atrás como los cangrejos y, sin duda penosamente asesorado, recupera leyes del año 1992 para devolver a las autoridades marroquíes a 116 personas que entraron en nuestro país de forma irregular. Este acuerdo del 92 prevé la devolución de inmigrantes, pero también el pago por parte de España al Gobierno marroquí de los costes de traslado de esos inmigrante a su país de origen. Más dinero que le damos a nuestros vecinos para que nos “ayuden”. El acuerdo también presupone que Marruecos cumple con su responsabilidad y no abandona en el desierto a esta gente que le devuelve el Gobierno de Sánchez.

Nuestro presidente ha tenido en sus manos la posibilidad de liderar el cambio que hace falta en España y en Europa, y la ha dejado escapar por cobardía y falta de conocimiento. Las inversiones destinadas a frenar los flujos migratorios acaban en manos de la industria del control migratorio o de países terceros como Marruecos. Nuestro dinero, el de nuestros impuestos, acaba siendo usado para lucrar a terceros a sabiendas de que los movimientos humanos no se pueden parar. Es indispensable y urgente que se empiece a pensar en otros términos, trabajando en diseñar medidas que permitan una migración legal, que está demostrado que enriquece a países de llegada y países de origen, que evita muertes innecesarias y que es conforme al derecho natural. Si Sánchez no entiende que este es el debate del siglo, esperemos que alguno de sus contrincantes de izquierdas la cace al vuelo y nos de una alegría en breve. Insha’Allah.

 
 
 
 
 
FUENTE: PUBLICO