El candidato a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, se reunirá esta semana con la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, para acordar la fecha de la investidura. Hasta el momento, Sánchez no dispone de mayoría suficiente para garantizar la estabilidad parlamentaria durante la legislatura que comienza. Ni siquiera es seguro que pueda superar el trámite de la investidura. Diferenciar entre ambas mayorías, la de investidura y la de Gobierno, ha sido desde las elecciones de 2016 la causa principal de la parálisis política que el país no logra dejar atrás. Desde aquella fecha, la tarea legislativa es insuficiente, y los Presupuestos encadenan prórrogas sin que se vislumbre la combinación parlamentaria que permita aprobar unos nuevos, con la consiguiente postergación de reformas que eran necesarias hace tres años y hoy extremadamente urgentes.
 

Las exigencias irrenunciables y los vetos cruzados entre partidos pueden hacer fracasar la legislatura antes de que comience, pero no confundir acerca del verdadero juego político que se está desarrollando; un juego que se resume en que las principales fuerzas parlamentarias no están decidiendo sus movimientos en virtud de ninguna estrategia de pactos, sino del cálculo mezquino de a quién responsabilizar de la repetición electoral que están haciendo inevitable. Es innegable que el candidato socialista no ha mostrado demasiada diligencia a la hora de buscar los apoyos necesarios para gobernar, absteniéndose de cualquier movimiento hasta que se han resuelto los pactos municipales y autonómicos. Pero es innegable también que los teóricos aliados se han encargado de recordarle que sus puertas están cerradas, Ciudadanos al anteponer su particular objetivo de liderar la derecha al de permitir que haya un Gobierno en España y Podemos al hacer otro tanto con la supervivencia de su líder. Entretanto, el Partido Popular se ha aliado abiertamente con la ultraderecha.Nadie está libre de responsabilidad en este desolador panorama, pero si se mantiene bloqueado es principalmente por la actitud de dos fuerzas que, como Ciudadanos y Podemos, decían encarnar una nueva forma de hacer política. En realidad, la irrupción de ambos partidos no ha acrecentado el pluralismo del sistema, sino, por el contrario, su radicalización, al provocar con sus decisiones la creación de dos bloques y desencadenar una competencia sin límites por el liderazgo en cada uno. Tampoco han contribuido a enriquecer los programas de Gobierno, puesto que puntos esenciales de la agenda política que erigieron como bandera fueron oportunamente abandonados tan pronto como se hicieron con un espacio político propio: Ciudadanos ha sostenido Ejecutivos corruptos y Podemos ha dejado en segundo plano causas sociales que se suponían prioritarias. La pobreza de la aportación política de ambos partidos descendería un peldaño más si, como parece, cumplieran las amenazas de dinamitar la gobernabilidad.No son las preferencias de los electores las que están conduciendo al sistema a un callejón sin salida, sino los líderes que no están a la altura de la responsabilidad que se les ha conferido. En la lógica del sistema constitucional no está que los partidos se abstengan para investir un Ejecutivo que no podrá gobernar, sino la conformación de una mayoría de gobierno desde la que ir a la investidura. Esa es la obligación del PSOE. Ciudadanos se ha desentendido de esta lógica en nombre de su ambición y Podemos finge respetarla solo porque sabe que el apoyo que aporta es insuficiente, y que obligará, por tanto, a pactos adicionales que lo convertirán en el socio fuerte de una hipotética coalición a la que llegaría como el socio débil. Arrojar luz sobre estas evidencias no bastará tal vez para que la situación cambie, pero sí para recordar que la parálisis está siendo irresponsablemente inducida.

 

 

FUENTE: ELPAIS