ADOLFO FERNÁNDEZ AGUILAR

 

Estas voces de los niños del Colegio de San Ildefonso que cantan la letanía interminable de la esquiva fortuna, al entonar los números agraciados y la cascada de premios que conlleva la Lotería de Navidad, tienen la cadencia y el mismo son de siempre al desgranar ese mantra navideño que empezó a escucharse en 1711 y por tanto ya tiene más de dos siglos de historia.

Año tras año se celebra esta liturgia, tan poderosa, que nos vacuna y es capaz de hacernos olvidar durante estos días el semblante estreñido y amenazante de Torra, que es el prototipo del anticrisma navideño en su proclamación del odio. Así es que la sinfonía unánime de voces infantiles cantando el sorteo de la Lotería de Navidad, hoy resuena en toda la España real, separatista o no. No es que sea en sí mismo un pregón popular navideño en toda regla, sino que es un verdadero torbellino capaz de transformar esta España decadente de miserias políticas, en otra España idílica de confraternidad en la que unos y otros nos deseamos mutua felicidad.

Con la cantinela de la lotería ha quedado inaugurada la Navidad, y después vendrán la Nochebuena, la Pascua, las uvas y los Reyes Magos, por lo que no estoy dispuesto a que estos personajes tan siniestros, como son los separatistas catalanes, me roben o amarguen un solo minuto, privándome de la alegría y disfrute de estas fiestas.

Es más, sin ir más lejos, anoche a las 23:23, ya empecé la celebración y con ese propósito brindé en ese justo instante celebrando la llegada del solsticio de invierno. No es porque me guste el invierno, sino porque certifica que ya falta menos para la llegada de la primavera. A partir de ahora, todos sin excepción, deberíamos estar obligados a vivir en plenitud este milagro navideño en un clima de auténtica conspiración familiar con el deseo de estar más unidos; recuperando las desvanecidas ilusiones de la infancia; las costumbres y recuerdos de años pasados, como por ejemplo, la fusión de las voces de los niños que cantaban el Gordo, mezcladas con el glú glú del gulgluteo de las parvadas de pavos que pasaban por las calles de Murcia, camino de los mercadillos callejeros navideños.

Lo malo es que también hay millones de personas a las que les acompañará el infortunio, no la suerte. Es el destino el que las tortura y engaña, dándoles una participación numerada para otro sorteo luctuoso. No juegan al Gordo de los millones porque el destino los elige para que les toque una antilotería cruel e inhumana que fatídicamente sufrirán. Es ese un sorteo indiscriminado que toca cuando menos lo esperas y adjudica premios terribles. La enfermedad, la soledad, el dolor, la pobreza, el paro, y otras grandes tragedias. Esos son los injustos y demoledores premios que reparte esa otra Lotería de Antinavidad, para los estafados que nada malo hicieron.

No todos tendrán fiestas navideñas, ni una casa con un abeto destellante, ni nada que celebrar, ni nada que comer. No cantarán ni el Jingle Bells, ni El pequeño tamborilero, ni aguilando alguno. Un año más esta será la Navidad de la crisis y recesión permanente, de la angustia del paro, de la desigualdad y de la esterilidad independentista catalana. Ya ve que hay otros mundos fuera del bullicioso gentío de El Corte Inglés y muchas personas infortunadas que viven al margen de la ciudad encendida con sus fastuosas luminarias navideñas. Es probable que este año vivamos también la Navidad con menor sentido religioso y con mayor sentido comercial y consumista, superando a los anteriores.

Los más desprotegidos, espoleados por la urgencia del hambre y la miseria, solo tendrán estas puertas a las que llamar: las de organizaciones de la Iglesia Católica, como Cáritas, Jesús Abandonado y Proyecto Hombre. Cada día crecen las peticiones de ayuda en Cáritas, formuladas por personas y grupos en situación de exclusión social, hombres y mujeres sin hogar, parados, ancianos, mujeres y niños, inmigrantes, drogodependientes y enfermos de sida a los que se atiende en centros de acogida, residencias de ancianos y comedores sociales de Cáritas, Jesús Abandonado y Proyecto Hombre, donde son atendidos por miles de voluntarios. Cáritas es la red humanitaria más importante del mundo.

Todo el plan de marginación y exclusión del laicismo imperante, auspiciado desde el poder gubernamental socialista y apoyado por organizaciones políticas afines, quieren someter a la Iglesia Católica presentándola como una organización residual. Quedan en escandalosa evidencia, porque solo es la Iglesia Católica a través de sus organizaciones, donde a sus expensas, se atiende a los más pobres. Las únicas puertas donde los marginados pueden llamar, entrar y ser atendidos, noche y día, son esas. Díganme donde están las del Estado, las Comunidades Autónomas y las de esos partidos políticos que en vez de llamarles hermanos les llama “gente”.

En estos días navideños es obligatorio denunciar estas cosas y decir que Cáritas, Jesús Abandonado y Proyecto Hombre son organizaciones de la Iglesia Católica cuya única meta es la de atender a los pobres, a los desheredados sin voz, a los marginados, a los que un orden injusto los priva de su dignidad humana, sin tener en cuenta la confesión, raza, ideología, género o etnia a la que pertenezcan. Según la FAO más de 850 millones de personas pasan hambre en el mundo y más de trece millones de españoles están en riesgo de pobreza o exclusión social.

Esperábamos que nos cayera el Gordo, como un bien supremo. Todo lo esperábamos del azar y habíamos menospreciado que la suerte nos acompaña otorgándonos otros bienes más trascendentes, como el estar vivos y no haber nacido en Eritrea, Yemen, Afganistán o Libia. A otros por azar, en el remolino del infortunio, le tocaron  todos los males y están cerca de nosotros. Todo depende del azar. Bueno, todo no. Gracias a Cáritas aún tenemos la seguridad de que existen resquicios de esperanza y un mensaje de humanidad y conciencia.