Los obispos del País Vasco, Navarra y Bayona han pedido «sinceramente perdón» por las «complicidades, ambigüedades y omisiones» que se han dado en el seno de la Iglesia durante los años de terrorismo de ETA, en los que también muchos de los que conforman esta institución «han dado lo mejor de sí mismos».

Así lo han admitido este viernes en un comunicado después de que ETA haya reconocido el «daño causado» -aunque únicamente haya pedido «perdón» a las «víctimas» ajenas al «conflicto»– y haya admitido su «responsabilidad directa» en el «sufrimiento desmedido que la sociedad vasca ha padecido».

En el texto, los obispos consideran que la «deseada» disolución de ETA «ofrece nuevas posibilidades para la normalización», que deben ser «aprovechadas por todos», y defienden que es el momento para «atender las peticiones de los familiares de los presos inmersos en diversas necesidades humanitarias».

Al tiempo que recalcan la importancia de que el «retorno de los excarcelados a sus lugares de origen se realice de forma que las víctimas del terrorismo no se sientan humilladas».

El comunicado está firmado por el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Francisco Pérez; y los obispos de Bilbao, Mario Iceta; San Sebastián, José Ignacio Munilla; Vitoria, Juan Carlos Elizalde; el de Bayona, Marc Aillet; y el obispo auxiliar de Pamplona, Juan Antonio Aznárez.

«Daño espiritual»

Consideran que además del «inmenso y prolongado» sufrimiento infligido por la violencia, «nuestro pueblo ha padecido un daño espiritual y social incalculable» provocado, añaden en el texto, «por las ideologías totalitarias e idolátricas que alimentaron el fenómeno terrorista».

Ahora, dicen, «nuestra sociedad tiene que afrontar el reto de la reconstrucción moral y de la reconciliación», una labor a la que la Iglesia «quiere contribuir, consciente de que la reconstrucción moral está en íntima conexión con los valores evangélicos».

«Solamente desde la humildad puede construirse la paz en la justicia. La verdadera reconciliación solo es posible si existe un auténtico arrepentimiento y una sincera petición de perdón, además de una disposición real a reparar el mal causado en la medida de lo posible», sostienen los prelados.

Reiteran su solidaridad con todas las víctimas de la violencia y con sus familiares y «de un modo especial» con aquellos «cuyos atentados no han podido todavía ser esclarecidos y padecen el sufrimiento añadido de la impunidad».

 

 
FUENTE: ELESPAÑOL