AZAHARA VILLACORTA

 

Hace ya mucho tiempo que Víctor Manuel San José Sánchez (Mieres, 1947) no necesita apellidos. Y, sin embargo, sigue hablando en asturiano de les cuenques, cagamentos incluidos, manteniendo su compromiso político con la izquierda y formando unas de las parejas más estables en lo personal y lo profesional con Ana Belén. «Aunque tampoco ye pa tanto. A veces, también nos peleamos», ha dejado dicho. En su haber, 540 canciones. Algunos fracasos como aquel himno del centenario del Sporting: «La culpa ye mía porque no le hice caso a Serrat. Cuando se lo comenté, me dijo: ‘No, no lo hagas, que eso siempre sale mal’». Y, sobre todo, algunas de las más bellas de la música en español. Como ese ‘Solo pienso en ti‘, de la que muchos dicen que es su obra cumbre y un canto a la diversidad mucho antes de que los ‘Campeones’ tomasen los Goya. Con sus protagonistas, Mariluz y Antonio, ha seguido coincidiendo, y cuenta que, el otro día, en un concierto, «Miriam, una nena con discapacidad, se pegó una carrera de cincuenta metros» para abrazarle «llorando como una magdalena». No pide mucho más.

-¿Cómo está?

-Pa la edad que tengo, no estoy mal (ríe).

-Y en plena gira. La próxima semana lo veremos en Gijón con todo el papel vendido.

-Sí. La verdad es que está yendo muy bien.

-¿Qué hace para que la gente le siga queriendo tanto?

-Querranme unos y otros no. Como siempre (ríe). Para mí, el mérito que tengo ye seguir teniendo ganes de escribir canciones después de haber escrito tantes… Y, sobre todo, ver que en ellas están parte de las cosas que pasan en este país, que ye a lo que siempre aspiré. Toda la vida. A veces consígueslo y otres, no. Como siempre.

-Un cronista que en su último disco dedica una canción a España con la que está cayendo en Cataluña. ¿Cómo se atreve?

-Toi fartucu de Cataluña. No se pueden tener más libros sobre Cataluña, sobre lo que ha pasado en los últimos años, que yo. Y, además, leílos todos. Tengo un méritu tremendo (ríe).

-Menuda la que se ha montado a cuenta del relator…

-Eso ye una tontería. Este asunto me preocupa en la medida en la que le compras al nacionalismo los juguetes que te quiere vender. Y no creo que esa sea la política que hay que hacer.

-‘Digo España’ apela a la unidad.

-Más que a la unidad, al concepto que uno tiene de España, que es el que aprendió de pequeño. Y, por otro lado, el que uno va madurando después de viajar durante cincuenta y tantos años de norte a sur y de este a oeste. De conocer a la gente y les coses valioses que tenemos todos. Y eso lo dice un asturiano que piensa que un asturiano no ye más que uno de León, de Santander o de Lugo, que son los que están al lado.

-¿Hay mucho de supremacismo en el nacionalismo?

-Sí, claro. Igual que hay asturianos absolutamente soberbios. Lo que pasa es que no les da por tirarse al monte. De esa cosa grandona que tenemos nosotros podría brotar un nacionalismo. Lo que ocurre es que nunca se canalizó. Entre otras cosas, porque en Asturias no hubo carlismo como lo hubo en Cataluña o en el País Vasco. Entonces, eso nos salva también.

-La extrema derecha quiere empezar la reconquista por el sur.

-El otro día salía en el periódico una viñeta de ‘El Roto’ maravillosa. Decía que la edad mental de la extrema derecha es la Edad Media. Y yo lo suscribo.

-¿Ya tiene decidido su voto para las elecciones de mayo?

-Eh… Sí. Sí. Supongo que sí. Lo que pasa es que el panorama político es un poco penoso. Parece mentira que la izquierda no aprenda lecciones. Y yo creo que ya no vamos a aprender en la vida.

-¿Lo dice porque en Podemos andan a la gresca y, en Asturias, Llamazares se ha ido de IU?

-Llamazares ya hace mucho tiempo que ye un cuerpo extraño dentro de IU. Lo que pasa es que se van a pegar una hostia que no está en los escritos. Es lo mismo que en Madrid, donde perdimos la oportunidad de que Gabilondo fuese presidente. Y, a cambio, tuvimos todo este tiempo a una presidenta-choriza que robaba cremas en los supermercados, en frente de la Asamblea, y se regalaba másteres. Eso es lo que ha pasado por los 130.000 votos tirados a la basura. En fin, que no te voy a llorar más (ríe).

-¿Por Venezuela llora?

-Ahora, de repente, nos preocupa muchísimo, pero nos debería preocupar todo el tiempo. No solo ahora porque hay una especie de presidente paracaidista. Pero así se mueve el panorama. De repente, nos calientan mucho con un objetivo. ¿Qué pasó con la gente que venía de África y se ahogaba en el Mediterráneo? ¿Y dónde está toda esa gente desplazada que tampoco existe? En Venezuela están rejodidos, pero algo tendrán que hacer ellos también por sí mismos, por salir de ahí.

-¿Y, al fondo, Trump moviendo los hilos de este drama?

-Trump es una especie de correveidile, un ‘distractor’. Cuando no es con el muro es con Venezuela. Lo mejor es un informe que salió hace poco que decía que gobierna dos horas y que el resto del día está viendo la televisión o tuiteando. ¡El que maneja el mundo trabaja dos horas al día! Nunca soñé que en Estados Unidos podía haber un presidente tan estrafalario. Porque Bush hijo era horroroso, era corto, pero este tipo de personajes va con el signo de los tiempos. Ya tuvimos uno en Italia que era Berlusconi y supongo que se van a reproducir mucho en los próximos años.

-¿Le preocupa?

-Claro, porque hemos convertido la política en un espectáculo. Ahora se hace a golpe de tuit y a golpe de redes. A ver quién siembra más desconcierto en la parte contraria. Y eso nos lleva a que cualquier mindundi nos pueda gobernar.

-Usted nos sorprendió hace poco al relatar que a su abuelo Ángel lo mataron por dos estufas.

-Eso fue porque, al recibir los papeles del Archivo de Salamanca, que los consiguió mi primo ‘Quinito’, vi quiénes eran los que lo habían denunciado. Eso son las guerras civiles: una cabronada en la que se matan entre hermanos, entre conocidos, entre todos. Lo que pasa es que yo salía con una sobrina-nieta de ellos y agradecí a mi padre que no me hubiese contado nada, porque él, de acojonado que estaba, intentaba no meternos en eso. Por eso se callaba les coses. Es muy curioso, porque, cuando yo empecé a meteme en el lío, a meteme en política, a él le dejaban notas en el parabrisas del coche. «Vamos matate» y ese tipo de cosas. Y, curiosamente, a un primo míu de Mieres que acaba de escribir una función que se llama ‘Mamá Eloína’, también. El otru día le rayaron el coche los vecinos. Seguramente, no les gustó tampoco. En fin. Coses de gente que no debería existir.

-¿Eso demuestra que las viejas heridas no están cauterizadas?

-Seguramente no se ha pasado página por culpa de todos. Porque, cuando das carrete a esa gente y la dejas pasar, se envalentonan. Sobre todo, cuando tienen impunidad. La sociedad está llena de hijos de puta. En las redes sociales se ve. Si uno puede rayarte el coche sin que lo vean, te lo raya y ya está.

-¿Y de ahí que el dictador siga aún en Cuelgamuros?

-Pues eso. Porque no lo supimos hacer. El PSOE, cuando tenía mayorías, debería haberlo hecho, aunque es verdad que no había esta demanda social que hay ahora. La generación de mi padre, con muertos en fosas comunes, no hablaba por miedo. Estaban cagados. Pero llegan los nietos y ya no tienen miedo. Se enteran de las cosas y piensan: «¿Pero qué barbaridad ye esta de tener a gente en las cunetas?». ¡Y que alguien sea capaz de defender eso como esa senadora del PP! ¡Qué cosa tan penosa! Yo confío en que se haya equivocado y hablase de los huesos de Franco, porque, si se refería a los que están en les cunetes, no se puede tener menos empatía. No se puede ser tan guarra en la vida.

-Del otro güelu, Vítor, sabemos que fue picador allá en la mina…

-Sí. La canción salió en el 69 y él murió en el 70. Un día, entre paño y bola, me dijo: «Oye, ¿tú qué tienes que estar contando por ahí que la güela me esconde el tabaco?». Sigo cantándola y la gente se vuelve loca porque mi güelu ye común a muchísima gente en cualquier latitud. Todos tenemos un güelu que trabajaba en la mina o en lo que sea. Este país es muy familiar. Muy de protegerse. Y eso es importantísimo, como hemos visto durante la crisis.

-También Ana Belén y usted protegieron la intimidad de sus hijos con uñas y dientes.

-Lo que no queríamos ni Ana ni yo era tenelos en un escaparate. Porque, si entres en esi juegu, cómente poles pates.