Pocos factores favorecieron más la relación histórica entre narcos colombianos y gallegos que el idioma. La posición geográfica no solo de Galicia, también de España, fue, y sigue siendo, la otra. Todo empezó en los ochenta con varios envíos de prueba para saber hasta qué punto eran de fiar los nuevos socios de las Rías Baixas. El alto mando del cartel de Medellín José Nelson Matta Ballesteros fue el primero en cambiar el sol de Colombia por la lluvia de Galicia para asentarse en A Coruña. Su caso fue la punta de lanza de otros muchos conciudadanos que estaban por llegar a las órdenes de la citada organización, de otras de la época, como la de Cali, y de las que aún tenían que nacer y siguieron enviando emisarios y valiéndose de compatriotas ya asentados en España con los que alcanzar el gran objetivo final: controlar el marcado desde la producción del alcaloide en la selva andina hasta su distribución en el Viejo Continente.

El anhelo de los carteles cumple ahora tres décadas sin que se materializase en su totalidad. Las organizaciones gallegas siguen jugando un papel crucial, al menos en su tierra, pero la presencia de ciudadanos colombianos con permiso de residencia, o de otros que vienen simulando un viaje de ocio o familiar, se multiplicó en este tiempo. Muchas de las investigaciones policiales realizadas para dar con las 13 toneladas de coca requisadas a organizaciones gallegas en el 2017 sirven de ejemplo. Todos los estamentos implicados en estas investigaciones coinciden en dos conclusiones al evaluar el ejercicio pasado: la producción de coca aumenta sin parar al otro lado del Atlántico y los carteles están cada vez más asentados en Galicia importando sus métodos violentos. Pero de las citadas 13 toneladas de perico requisadas en el 2017, la operación Terrón Dulce -con la que se aprehendieron dos en Galicia- pone de manifiesto hasta qué punto aquel anhelo de hace tres décadas sigue igual de vivo entre los mafiosos que controlan ahora el mercado de la coca en el país cafetero.

Los Grupos de Respuesta Especializada contra el Crimen Organizado (Greco) en Galicia y Madrid dirigieron desde ambas zonas la investigación, que también implicó el arresto de 24 personas, casi todas colombianas y una buena parte sin antecedentes policiales. El Juzgado de Instrucción número 4 de Vigo acaba de levantar parcialmente el secreto de las actuaciones y el sumario ejemplifica a la perfección lo codiciadas que siguen resultando las Rías Baixas para estas organizaciones. La colaboración internacional fue clave para iniciar la investigación. La delegación de la DEA estadounidense en Madrid notificó el 28 de junio del 2016: «Queremos informarles de que en esta oficina se ha recibido información que alerta de la vinculación de personas investigadas en España con el cartel de los Boyacos. Dicho cartel se dedica mandar grandes cantidades de cocaína a los Estados Unidos y países europeos por varios modos. Desde el 2002, este grupo, a través de un integrante en EE. UU. puede estar mandando grandes partidas de cocaína a España por rutas áreas sobre África». La relación entre la Policía Nacional y la agencia antidrogas estadounidense es muy estrecha desde hace años y este mensaje no fue el último.

 Conexión venezolana

Comunicaciones posteriores informaron de que detrás de los Boyacos, como socio pero en un escalón superior por su poderío, puede estar el cartel venezolano de los Soles, cuyo liderazgo se atribuye a grupos de las Fuerzas Armadas de Venezuela y cargos ministeriales del Gobierno central desde hace años. Según la tesis policial, es esta turbia organización venezolana la que realmente ha dado orden a la colombiana de asentarse en España y Galicia con el único objetivo de abrir rutas y contactar con nuevos distribuidores para completar el trabajo de forma totalmente independiente. La investigación de los Greco permitió afinar el tiro en poco tiempo, al ser los primeros investigados dos peces gordos del otro lado del Atlántico: Julio Peñaranda, el Loco, o Visaje, y Roland Alfredo Roa, el Mono.

Ambos están acusados y en prisión provisional desde que se explotó la investigación en marzo del 2017, cuando fueron enviados a Galicia, según consta en el sumario judicial, para organizar el envío de dos toneladas de coca de gran pureza. Peñaranda era el encargado de buscar compradores para el alijo, mientras que Roa era el encargado de la logística. La investigación pone de manifiesto cómo ambos acusados tenían ya los contactos necesarios en Galicia para mover la mercancía. Personas que, en la mayoría de los casos, se comunicaban con mensajería encriptada usando alias (San Marino, Mauro, El Gitano o Djdjdjda) y a las que resultó muy complejo poner nombres y apellidos.

Al final, en las diligencias de resumen, se acusa abiertamente a Peñaranda y Roa de liderar la descarga de dos toneladas ayudándose de más colombianos que residen en Galicia regularmente. Eso sí, el envío del alijo, que los investigadores consideran el bautismo de los Boyacos en las Rías Baixas, estaba llamado a ser el primero de otros muchos que pretendían colar en Europa en una diseñada estrategia de expansión que está por ver si las organizaciones oriundas consentirían. La otra opción sería que el reparto del litoral y la tarta del mercado generase enfrentamientos abiertos y violentos entre unos y otros.

Dos toneladas de coca vendidas antes de llegar a Vigo que nadie aclara dónde se descargaron

Los Boyacos quisieron poner una pica en Galicia coronando un alijo de dos toneladas de coca. La mercancía, según se recoge en conversaciones intervenidas, se fabricó en diferentes laboratorios para juntarla finalmente en Cucutá, población colombiana próxima a la frontera con Venezuela que sirve de cuartel general del cartel. La entrega de la partida en Galicia, concretamente en Vigo, estaba presuntamente a cargo del principal acusado, Julio Peñaranda, mientras que la responsabilidad de mover los otros mil kilos era del segundo, por importancia, emisario detenido, Roland Alfredo Roa. La investigación puso de manifiesto que tanto los encargados de gestionar el viaje por el Atlántico como los compradores del polvo blanco en España acordaron asociarse en esta empresa conjunta para abaratar el gasto de la transacción. Los Boyacos, según la misma tesis policial, pretendían aprovechar la operación para darse a conocer y asentarse todavía más en las Rías Baixas, con altos mandos dispuestos a montar en Galicia una franquicia en toda regla de su organización.

La operación policial, bautizada Terrón Dulce, se publicitó de inicio como un gran éxito acorde con el trabajo hecho y el resultado obtenido. Pero hubo, también desde el principio, una pregunta que sigue sin respuesta: ¿por dónde entró la mercancía? En la documentación hecha pública recientemente no figura negro sobre blanco, tan solo se deja constancia de que la entrega de la coca fue en Vigo, nada más.

En el entorno de la investigación silban, o se dice de forma genérica que llegó por mar. Hasta ahora se desconoce si fue en una playa u otro espacio bañado por alguna ría. Incluso se comenta que fue algo mucho más novedoso, usando un avión, y que la descarga en pista fue controlada para que cayera posteriormente sobre los malos.

 
 
 
 
 
 
 
FUENTE: LAVOZDEGALICIA

 

La narco Tania Varela planeaba fingir su muerte antes de ser detenida

 

Cansada de esconderse, Tania Varela planeaba acabar con su condición de fugitiva cuando fue detenida por los Mossos d’Esquadra. Así lo indican decenas de notas manuscritas por la mujer durante su fuga y que fueron intervenidas por los agentes en su casa de Sitges. Según ha podido saber EL PERIÓDICO, en uno de esos documentos, la abogada, condenada a siete años por narcotráfico, escribió sus ideas para regularizar su situación.

Una de sus posibilidades era hacerse pasar por muerta para empezar una nueva vida, aunque tenía sus dudas: «Si se compra el certificado de defunción y se crea una nueva identidad, eso tampoco es seguro del todo: porque las huellas dactilares son las mismas», apuntó en una hoja de color rosa. Varela especuló así con el problema con el que se han topado otros narcos, como Francisco Javier Martínez San Millán, alias ‘Franky’, que estuvo doce años huido y pasó por el quirófano para cambiarse las huellas de los dedos de las manos por las de los pies con el fin de no ser detectado. No le funcionó.

 

Como alternativa para acabar con su larga huida, la abogada pensó también en solicitar un indulto y en ese caso, escribió, era necesario que conservara su verdadera identidad: «¿Eso es diferente a la obtención del indulto? Porque el indulto ¿lo es para la identidad originaria o son dos cosas diferentes?», se interroga confusa.

Una hija con un empresario de Zaragoza

Los investigadores creen que Varela tenía prisa por solucionar su situación para mejorar la de su hija, de cuatro años. La niña, fruto de una relación con un empresario zaragozano, vivía con ella. Apenas faltaba un año para que Tania tuviera que escolarizar obligatoriamente a la cría en Catalunya, un trámite que hasta ahora había evitado y por el que podían acabar detectándola. «Ya no es la mujer que arriesgaba y sacrificaba todo por conseguir lo que quisiera. Ahora tiene una cría y sufre por ella. A la niña le faltan incluso elementos de socialización porque solo se relacionaba con algunos niños en el parque. Tania era consciente de ello y quería ponerle remedio», señalan fuentes de la investigación. Estas mismas fuentes añaden que la mujer «estaba en conversaciones con un abogado por si no le quedaba otra que entregarse».

Los agentes que interrogaron a Varela se encontraron con una mujer «muy inteligente, de mirada viva, pero agotada». Solo intentó mentir al principio, dando un nombre falso a los mossos que la identificaron. Ante ellos se presentó como Claudia Vázquez Otero. Luego, «se derrotó» y aportó detalles sobre su paradero durante estos casi cinco años de fuga. La que fuera la española más buscada por Interpol reconoció haber estado un tiempo en Estocolmo, donde vive una hermana suya. También en Italia. Allí, según su declaración, nació su hija. Luego, ella y su pareja decidieron volver a España. Antes de recalar en Catalunya (donde los investigadores creen que residió, al menos, en dos casas distintas), vivió también en Zaragoza.

«Fue mal negocio liarme con el hijo del jefe»

Varela declaró que huyó en el 2013 porque se vio «superada por todo» después de que el resto de los condenados en la ‘operación Roble’ negociaran «pactos beneficiosos» y la dejaran «sola». La mujer apuntó a su «mala suerte con los hombres» para justificar sus problemas con la justicia: «Fue mal negocio liarme con el hijo del jefe», explicó en alusión a su expareja David Pérez Lago (actualmente en prisión), hijastro de Laureano Oubiña.

Durante su declaración se acordó de otro de sus novios, Alfonso Díaz Moñux, asesinado en Madrid cuando iba en su coche con Tania el 18 de diciembre de 2008: «Y luego a mi segunda pareja lo mataron», apuntó refiriéndose al abogado por cuya muerte declara como testigo este miércoles en la Audiencia de Madrid. Pese a considerarse «una perjudicada» por sus relaciones sentimentales, Varela se sinceró con una agente que se ganó su confianza: «Yo sé hacer con los tíos lo que yo quiero».