En la conversación que mantuvo con los humoristas rusos, la ministra de Defensa admitió no tener pruebas del complot cibernético de Rusia y Venezuela en el conflicto de Cataluña y se mostró favorable a actuar contra medios de comunicación

 

A más de uno se le enfriaba el chocolate con churros el sábado por la mañana con el audio subtitulado de la ministra. No era para menos. Boquiabierto no hay quien desayune y lo de Cospedal dejó este fin de semana las mandíbulas inferiores caídas como protocolos del ministerio de Defensa. La primera pregunta que venía a la cabeza, mientras uno comprobaba que esos churros fríos ya no valían nada, era: ¿Cómo puede ser que toda una ministra de Defensa haya caído con esa facilidad en una broma telefónica que puede provocar un conflicto diplomático? La segunda pregunta, mientras uno intentaba solucionar aquel destrozo de desayuno con un triste calentón de microondas, era: ¿Aquellos humoristas rusos haciéndose pasar por miembros del Ministerio de Defensa de Letonia, habían sido muy hábiles o Cospedal muy torpe dejándose llevar por las ganas de ver confirmada esa teoría de la conspiración ruso-catalana? A juzgar por el tono de entusiasmo de la ministra y la falta de seriedad a la hora de confirmar el contenido y forma de aquella comunicación, todo apunta a que la respuesta correcta es la segunda: entusiasmo made in Spain.

Dejando de lado la broma en sí, la participación de Cospedal en esa ficticia conversación con espías de Letonia deja conclusiones a tener en cuenta.

Cospedal confunde el funcionamiento de Internet con un complot y se muestra favorable a actuar contra medios de comunicación

En la conversación con el supuesto informante letón, Cospedal da por supuesta una relación entre Rusia y Venezuela para desestabilizar a España con la crisis catalana, sin ser consciente la ministra de que, sin pruebas, lo único que está denunciando es el uso más básico de Internet: la difusión de libre información. El diario El País, de la mano de los ministros de Defensa y Exteriores, salía en tromba la pasada semana, denunciando que “una trama rusa utiliza redes chavistas para agravar la crisis catalana” y se apoyan para ello en los famosos bots. Leyendo la letra pequeña y teniendo un nivel básico en esto de la vida digital, hay que explicar que “trama rusa” son medios de comunicación de Rusia –Russia Today en concreto-; “redes chavistas” no es otra cosa que la repercusión que en Venezuela, como en tantos otros lugares, estaban teniendo las informaciones sobre España a raíz del 1-O –si no es trama, sino libertad informativa que en España hablemos de Venezuela, lo inverso tampoco debería serlo-; y “agravar la crisis catalana” no es más que un flujo de información no controlado –no puedes controlar cada teclado del planeta como si fuera una redacción en España– crítico con la gestión del Gobierno de Rajoy en el conflicto catalán. Los famosos bots existen. No en Rusia ni en Venezuela, sino en cualquier rincón de la red.

En un momento dado de la conversación con los humoristas, Cospedal admite no tener pruebas de que esto de la libre circulación de información en Internet sea un invento que venga directamente del Kremlin, pero se muestra receptiva ante una de sus posibles soluciones: prohibir el medio Russia Today, como le pide el supuesto espía letón. “Sí, claro. Todavía no hay ningún plan (para prohibir el medio internacional ruso crítico con el Gobierno de Rajoy) pero sabemos que han estado actuando (¿quiénes?) a través de Russia Today”, aclara Cospedal, que pide ayuda para “paralizarlos a ellos en redes sociales”. Pretender frenar las dinámicas normales de comunicación digital –las noticias se rebotan en las redes sociales- y que se haga público tras caer en una broma, no ayudará a mejorar esa imagen internacional de España que en teoría daña la alianza Cataluña-Rusia-Venezuela.

 

 

El espía que surgió del espetec

Dejado en stand-by el problema de que en 2017 existan medios y redes sociales que no puedas controlar, los humoristas se llevan a Cospedal a un mundo de fantasía por el que la ministra pasea de una manera preocupante. Puigdemont es un espía ruso llamado Chipolino. “No tenemos ninguna duda de que Puigdemont trabaje para los servicios de inteligencia rusos. Sabíamos lo que estaba haciendo (¿qué estaba haciendo y no nos han contado?), pero no que la relación fuera tan estrecha”. Aquí la ministra de Defensa de España confirma que no sólo miente en público cuando disfraza de complots contra España lo que es comunicación digital, también lo hace en privado y, lo que es más preocupante, en sus relaciones bilaterales con otros Estados como ministra: al confirmar el chiste de los humoristas de que España tenía indicios de que Puigdemont era un espía ruso, el próximo ministro de Defensa –real– que se siente junto a Cospedal tendrá que estar en alerta. Saldrá de la reunión con la duda de si ha disfrutado de un intercambio real de información o de un especial con los mejores chistes de Gila. Cuando los humoristas alertan a la ministra de la posible maniobra del president para escapar de la Justicia por la vía rusa, al otro lado de la línea, Cospedal se sintió como Woodward y Bernstein atando cabos sobre el Watergate: “Claro, claro, claro, claro, claro –hasta cinco veces lo tuvo claro la ministra–. Eso tiene todo el sentido”. Puigdemont podría alojarse en la embajada rusa para escapar. Puestos a jugar con la ministra, los humoristas le advierten de que el 50% de los turistas rusos en Cataluña son espías de los servicios secretos. Esto sería, atendiendo a las cifras de visitantes anuales en Barcelona, unos 100.000 enviados del Kremlin fotografiándose cada año ante el monumento de Colón y entrando en el mercado de la Boquería para pasar desapercibidos. Cospedal, entregada a las novelas de John le Carré a esas alturas, se muestra sorprendida, no porque por Cataluña desfile medio KGB –sí, ya lo sabíamos, hubiera respondido si los humoristas hubieran apretado un poco–, sino por la cifra en sí: ¡¿El 50%?!

La reunión de Rajoy con el primer ministro de Letonia

Tras el aluvión de exclusivas recibidas, horas después del primer contacto, la ministra Cospedal devuelve la llamada a los humoristas y les muestra el interés de Rajoy (también tragó, parece ser) y pide concertar una reunión al más alto nivel entre el presidente del Gobierno de España y Māris Kučinskis, primer ministro de Letonia. Ambos viajarían a la cumbre social de Gotemburgo (Suecia) celebrada el pasado viernes a primera hora. Siguiendo el orden cronológico de esta historia que se desveló el viernes por la noche, no es descartable que nuestro presidente le guiñara el ojo al letón al verlo y este no entendiese nada. Desvelada la broma, Cospedal daba  explicaciones el viernes a las 23:44 vía Twitter: “Fue una conversación muy rara, pedí hablar en inglés y no quisieron; han quitado a la traductora. Como no confié, dejé hablar y no volví a llamar. Ahora sé que eran rusos”. La ministra de Defensa, en sus explicaciones, negaba lo que habíamos escuchado nítidamente: no confió pero pidió una reunión al más alto nivel, no volvió a llamar pero la grabación confirma que lo hizo. En lo que no miente es en lo de que los humoristas fueran rusos. Y eso parece ser un dato importante: si se han reído de la ministra de Defensa, será parte del complot para seguir desestabilizando a España. Cuando uno mezcla mentira y entusiasmo, la linde se acaba, pero la ministra llega a los Urales.

 

 

 

FUENTE: CTXT