ÁNGEL CASAS

 

Tres cosas hay en España

Que producen gran quebranto,

Cataluña, Villarejo

Y los despojos de Franco.

                                               (Coplilla anónima del acervo popular)

 

He recibido por whatsapp esta coplilla que no acabo de ver si está basada en lo de “tres cosas hay en la vida / salud, dinero y amor” o en “tres jueves hay en el año / que relucen más que el sol…”, aunque tanto da porque, por sí misma, tiene su gracejo al reflejar el desasosiego popular ante la precipitación de los acontecimientos.

Supongo que la denuncia versificada se refiere a los quebrantos políticos que padece España, que los sociales no cabrían en coplilla tan escuálida, ni en los dedos de las manos. Desde infraestructuras a pensiones, desde sanidad pública a hipotecas, desde las facturas de la electricidad a los trenes de menor velocidad, desde los salarios a la vivienda inaccesible, etcétera. Sí, lo cierto es que estamos muy quebrantados. Y si entramos en el apartado de jueces y jurisprudencia, qué quieren que les diga, no ganamos a disgustos. Pero vayamos con las tres cosas de marras.

Desde luego, es bien sabido y más que comprobado, que Catalunya produce desasosiego y quebranto. Desde el momento en que, en la calle barcelonesa de Nicaragua, cuando la calle de Nicaragua era la calle de Nicaragua, decidieron forzar la máquina para dejar al pujolismo en el rincón de los oasis perdidos y de los pactos de gobernabilidad irrecuperables, mediante la redacción de un nuevo y controvertido estatuto, cuyas vicisitudes, recortes, trasiegos y apaños seguro que recuerdan, así como la campaña de firmas iniciada por Rajoy desde una mesa petitoria de Cádiz en la que se animaba a “firmar contra Catalunya”, la desafección que detectó premonitoriamente el President Montilla ha ido en aumento exponencial y, a pesar de los errores, las carencias estratégicas, las promesas incumplidas y las notables impericias de sus líderes, el independentismo catalán sigue vivo y confiado en su capacidad de sacrificio y resistencia, y acecha a la tan invocada, por sacrosanta, unidad de España, tanto como a la continuidad de la Corona y a la resistencia de la justicia española a quedar con el culo al aire en el ámbito internacional, apartado serio. Aunque al principio, cuando decían que no se atreverían a poner a medio país en la cárcel, ¿recuerdan?, no se creyeron lo que nos podía venir encima, ahora ya está claro que la factura de la revancha no se saldará solamente con la cárcel de los acusados, sino que habrá que pagarla largos años con penas de fomento, financiación, infraestructuras, movilidad y recortes en sanidad y bienestar. Por ello, en el sentir de la copla, y ante el enquistamiento del conflicto político y la falta de estadistas (del Rey abajo, ninguno), Catalunya es el primer quebranto de España, y los influencers políticos catalanes de Madrid, son quienes realmente mecen la cuna: Aleix Vidal Quadras, fundador de Vox, ojo; Josep Borrell, Albert Rivera y sus predecesores en la creación de Ciudadanos Albert Boadella y Arcadi Espada; Paco Marhuenda, Carlos Herrera –aunque nacido en Almería, creció y se forjó profesionalmente en Catalunya y habla perfectamente catalán–, Susana Griso o Javier Cárdenas.  Y esto es solamente la punta del iceberg porque, que se sepa de una vez por todas, quien manda en España son los catalanes. ¿O no?

La cosa segunda es el comisario Villarejo, evidentemente. Acaba de cargarse la carrera política de Dolores de Cospedal (la ha echado de la dirección del PP y la ha obligado a devolver su acta de diputada). Lo intentó contra Juan Carlos I, pero ahí estuvo atenta la Fiscalía Anticorrupción que solicitó rápidamente el sobreseimiento de la causa que había abierto el juez de la Audiencia Nacional Diego Egea. Causa sobreseída, oigan. Pelillos a la mar. Pero las grabaciones del comisario siguen coleando y se van soltando en intencionadas dosis. Nadie está a salvo, ni los unos ni los otros, y lo apasionante es apostar a ver a quien le caerá la próxima

Vamos con la tercera: los despojos de Franco. Esta es buena porque al inocente de Pedro Sánchez nunca se le pasó por la cabeza que exhumaba lo que quedaba de Franco en el icónico Valle de los Caídos, el de la megacruz, para encontrárselo en el centro de Madrid, facilitando el santuario para la adoración perpetua. Con lo fácil y barato que hubiera sido enterrarlo en Tetuán, lejos del ruido hispano, donde hubiera encontrado pacífico acomodo de acuerdo con su sentir africanista. No olvidemos que en Marruecos cimentó su carrera militar y obtuvo sus ascensos y que Tetuán fue la última ciudad donde estuvo antes de entrar en España para armar la de Dios. Ah, y que su tropa de confianza siempre fue su Guardia Mora.