Pedro Altamirano y los líderes de la Asamblea Nacional Andaluza (ANA) deben viajar por España en un mismo coche y compartir gastos de gasolina, pero cuando vuelan a Crimea les reciben ministros, son entrevistados por Rusia Today y participan en ceremonias fastuosas.

Es “un trato de jefes de Estado”, según el propio Altamirano.

Este periodista malagueño de 61 años, que fundó la ANA en 2016, ha visitado Crimea en dos ocasiones desde abril del año pasado, invitado por el diputado ultranacionalista del Partido Liberal Democrático de Rusia Vladímir Boltunov. 

En Andalucía, el apoyo al independentismo es muy minoritario y los nacionalistas ni siquiera tienen representación en el Parlamento regional, pero Altamirano ha proclamado la república virtual de Andalucía y ha publicado mapas en los que Murcia, el sur de Portugal y el norte de Marruecos forman parte del futuro Estado. Por muy excéntricos que parezcan Altamirano y los suyos, quienes siguen de cerca el comportamiento del Kremlin consideran que esos esfuerzos son parte de una estrategia: cultivar grupos radicales y provocadores en Occidente que en el futuro puedan generar discordia y división.

A Crimea, aislada por sanciones de Europa y EE. UU., han viajado otros políticos extremistas occidentales, como líderes de la Liga Norte italiana.

Como la ANA, decenas de grupúsculos separatistas de Europa y EE. UU. son recibidos con los brazos abiertos en Rusia. Independentistas en Texas, California o Cataluña han participado desde 2015 en las conferencias anuales del Movimiento Antiglobalización de Rusia, organizado con dinero del Kremlin (irónicamente el interés por el separatismo nunca incluye a los movimientos que buscan romper las fronteras rusas). 

Ejemplo del interés ruso por los movimientos desestabilizadores ha sido la campaña de desinformación en los medios estatales Russia Today y Sputnik en favor de los independentistas catalanes.

El apoyo a la ANA “no es tan relevante por el riesgo inmediato que suponga para España como por el hecho de que confirma un patrón de comportamiento por parte de Rusia”, dice Nicolás de Pedro, un investigador especializado en Rusia del think tank CIDOB. “Puede que el Kremlin no crea necesariamente en la separación de Texas o Andalucía, pero sí le interesa todo lo que agite la inestabilidad en esos países”.

De forma velada comenzó hace años el apoyo al Frente Nacional francés o al Partido de la Libertad austríaco, le dice a EL PAÍS Anton Shekhovtsov, un académico que ha investigado el apoyo ruso a grupos extremistas de Europa. Los contactos son iniciados por políticos o empresarios de bajo o medio rango en la órbita del Kremlin y más tarde, cuando esos movimientos crecen, son continuados directamente por el gobierno como prueba la visita a Moscú en marzo del año pasado de Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional, al presidente ruso, Vladimir Putin.

“De 100 casos de apoyo a grupos radicales, quizás solo fructifican dos o tres, pero para Rusia habrá merecido la pena”, señala Shekhovtsov.

Operadores políticos de bajo perfil como el diputado ultranacionalista Boltunov tienen el incentivo de fomentar estos contactos actuando como freelancers, para «venderlos» en un futuro al Kremlin en caso de que aumente su valor. En realidad esta estrategia es heredada de la empleada por Moscú durante la era soviética, según Shekhovtsov. La diferencia es que entonces eran los espías de la KGB quienes llevaban a cabo esos contactos.

Recientemente, el movimiento de independencia de California, liderado por un grupo llamado Yes California, ganó atención tras la victoria en EEUU de Donald Trump, pero sufrió el año un duro golpe a su credibilidad cuando se reportó que el cofundador Louis Marinelli vivía en Moscú. Una investigación de la BBC reveló que bots rusos promovieron los hashtags #Calexit y #Texit (por las independencias de California y Texas, respectivamente). En todos los casos, Rusia niega cualquier tipo de interferencia.

En el corto plazo, Altamirano y la ANA sirven a un fin de política doméstica agregan los expertos: sus visitas son promocionadas a lo grande para mostrarle al público ruso que la causa de Crimea tiene apoyo en el extranjero.

El diputado Boltunov explica a EL PAÍS en un correo electrónico que en Crimea tienen una necesidad urgente de luchar contra los estereotipos sobre la región en Europa.

«Hay gente, políticos y figuras públicas, que no quieren creer a ciegas en los eventos que les presenta la prensa. Pedro dio información objetiva y está satisfecho con la objetividad de los eventos en Crimea», escribió Boltunov.

Altamirano asegura en una entrevista por teléfono desde Málaga que él y sus compañeros de causa se pagaron el coste de los dos viajes a Crimea, con escala en Moscú. “Ojalá viniese Putin y nos dijese ‘toma, dos millones de pavos pa’ ti”.

Según él, la ANA solo tiene cinco afiliados de cuota, pero augura un rápido crecimiento: «Estamos creciendo una barbaridad. Ya tenemos una base de 15.000 colaboradores suscritos a nuestras redes de difusión».

La idea de viajar a Crimea la tuvo su compañero de la ANA, Yuri Chuguyev, un compositor de música “andarruso”, que vive en Málaga desde hace 27 años. Chuguyev conoció a unos empresarios rusos durante unas vacaciones en Cancún, México, a los que les habló sobre el proyecto independentista andaluz y estos le pusieron en contacto con Boltunov.

Altamirano ya planea para este mismo mes su tercer viaje en el que tiene intención de promover el folklore de su tierra:  “Les pedí la última vez a los del ministerio de Cultura de Crimea que nos echaran una mano para organizar la Semana del Flamenco”.

 

 

 

 

 

 

FUENTE: ELPAIS