C. PUNZÓN

 

El mapa político español no se clarificará hasta que pasen las elecciones municipales y europeas del día 26. Todos los partidos se han lanzado ya a la nueva campaña que comenzará el próximo viernes, rompiendo en este momento los posibles puentes de entendimiento para formar gobierno, o, en el margen político contrario, cualquier tipo de alianza para asediar a Pedro Sánchez.

Las consideraciones del secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, dando por hecho un acuerdo con Unidas Podemos pero sin integrarlos en el Gobierno, como exige la formación morada, ha sido suficiente para tensar las relaciones entre los dos partidos cuando se pone en marcha la última fase de la campaña para las municipales. «Si no nos ponemos de acuerdo, no habrá mayoría en el Parlamento», advirtió en las últimas horas Pablo Iglesias para añadir que ese punto de confluencia tiene que ser un Gobierno de coalición. «Si alguien pretende autoritarismos, arrogancia, o presumir de una fuerza que no te han dado las urnas, vamos a ser una roca. Se acabaron los gobiernos de partido único», elevó el envite el líder de Podemos, que quiere que integrantes de su formación se sienten en el Consejo de Ministros junto a los socialistas.

Ni siquiera la festividad del 2 de Mayo en Madrid frenó ayer el cruce de reproches entre partidos del mismo arco ideológico. La vicepresidenta en funciones del Gobierno, Carmen Calvo, advirtió a sus posibles socios de que lo primero a tener en cuenta es el «mensaje rotundo» de los españoles en la urnas, que, según ella, quieren que «gobiernen los socialistas con el programa» que han presentado. Y fue a más en sus consideraciones al afirmar que «las fuerzas» del PSOE son «mucho más grandes» que las que tenía antes de las elecciones, concediendo, eso sí, que se conformará un «gobierno progresista», para el que pide el apoyo de los partidos que «han estado en la bronca» sobre el conflicto de Cataluña para que ayuden como corresponde en políticas de Estado.

Incendio en la derecha

Y si la pugna en la izquierda por la formación del nuevo Gobierno no tiene visos de sustanciarse hasta superada la campaña electoral, en la derecha semeja incluso que la cita con la urnas locales, europeas y autonómicas en doce comunidades no hace más que incendiar la relación entre las tres formaciones que hace solo cuatro meses hacían al popular Juanma Moreno Bonillapresidente de Andalucía.

El líder del PP, Pablo Casado, arremetió contra Albert Rivera y su intención de erigirse en jefe de la oposición, al recordarle que Ciudadanos obtuvo menos diputados que el PP. Por primera vez echó en cara al presidente de Cs haber «alentado el transfuguismo» por sus fichajes del expresidente de la comunidad de Madrid Ángel Garrido, la expresidenta de las Cortes de Castilla y León Silvia Clemente, o en Galicia también a los portavoces populares en el Ayuntamiento de Ourense, José Araújo, y en la diputación de la misma provincia, Montserrat Lama.

Y si denominó a Cs como «partido socialdemócrata», a Vox lo definió como «derecha radical», pese a haberle ofrecido al filo de la jornada de reflexión del 28A llegar a entrar en su Gobierno si surgía la posibilidad de conformar un Ejecutivo de coalición.

La respuesta de Ciudadanos y Vox no tardó, y desde ambos flancos afearon a Casado su nueva estrategia de confrontación. En el mismo hilo de Twitter que el presidente del PP invitaba ayer a Vox a «explicar a los españoles por qué no respetan la Unión Europea, no apuestan por la política agraria común, ni por los fondos de empleo juvenil» y se alinean con «populistas como Le Pen», Santiago Abascal escribió: «Siga el señor Casado equivocándose de enemigo. Nosotros a nuestras propuestas: repatriar a la inmigración ilegal; cierre de chiringuitos ideológicos; reducción de impuestos; defensa de la libertad de educación y defensa de la igualdad de los españoles ante la ley».

La amenaza que Vox planteó al presidente andaluz de no votar a favor los presupuestos, mientras el PP no retirase sus ataques al partido de Abascal, no se llevó finalmente a la práctica pese a no haberse producido rectificación alguna. Vox votó a favor de las primeras cuentas de Juanma Moreno, bajo la excusa de apoyarlos por incluir una bajada de impuestos a los andaluces.

«Overbooking» en el centro

Los reproches de Ciudadanos también se hicieron manifiestos a través del candidato naranja a la presidencia de la comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, quien negó al PP la posibilidad de volver al centro político porque «el centro ya está ocupado por un partido que es Ciudadanos», dijo sin renunciar por ello a que los populares le den su apoyo para gobernar Madrid.

En la apelación a favor de la vuelta al centro del PP terciaron, ya en el seno del propio partido, el presidente popular de Guipúzcoa, Borja Sémper, que da por bueno «el batacazo electoral si sirve para reconducir el PP al centro»; el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, José Antonio de Santiago, que pidió en su formación «más Feijoo y más Herrera y menos Aznar y Faes», en claro reproche a la influencia del expresidente sobre Casado.