ÁNGEL MONTIEL

 

Lean los siguientes seis nombres: Antonio Sánchez Lorente, Elena García Quiñones, Francisco Javier Gil Martín, María Amoraga Chereguini, Carlos Peñafiel Hernández, Sonia Moreno Martínez. Por si no les suenan: son los candidatos de Ciudadanos a las autonómicas que aparecían en la papeleta del partido a continuación de los seis que fueron elegidos hace dos años. Pues bien, si mañana dimitieran los seis que en este momento disponen de escaño y la lista corriera, los nuevos diputados se adscribirían al grupo de los exCs, y también serían expulsados del partido si es que ya no lo están. Vean: Sánchez Lorente es consejero de Transparencia; García Quiñones es secretaria general de la misma consejería; Gil Martín es el gerente del Consorcio de Bomberos; Amoraga Chereguini es concejal de Cartagena, solidaria con el expulsado Padín, portavoz municipal de Cs y socio del gobierno tripartito; Peñafiel es director general de Calidad Turística, y Moreno es directora general de Consumo y Artesanía. Todos están en Gobiernos, bien porque ya estaban y no han dimitido, bien porque han entrado en el regional tras el fiasco de la moción de censura.

Es interesante reparar en este detalle: todos los candidatos ‘elegibles’ de Cs en las elecciones de 2019, menos dos (la coordinadora Ana Martínez Vidal y el ya exportavoz parlamentario, Juanjo Molina) están hoy fuera del partido. Tal vez incluso la papeleta al completo si los de más abajo hubieran tenido la oportunidad de significarse. A esto hay que añadir que los cuatro portavoces municipales de Cs en los Ayuntamientos en que gobiernan en coalición con el PP y que se enteraron por LA OPINIÓN de que iban en el paquete del ‘giro’ en favor del PSOE manifestaron desde el primer momento que no harían tal cosa.

 

QUÉ CLASE DE LIDERAZGO ES ESTE

Ahora es el momento de preguntarse: ¿en que consistía el liderazgo de Martínez Vidal? No controlaba a los consejeros de Cs en el Gobierno; no controla a los diez primeros integrantes de la lista de candidatos autonómicos de su partido; no controla a los líderes locales coaligados con el PP; no controla al teniente de alcalde que conforma, con PP y PSOE, el gobierno municipal de Cartagena, y uno de los pocos supuestos leales que le quedan es Mario Gómez, cuya moción de censura en el ayuntamiento de Murcia triunfó pocas semanas después de que ella consensuara con el popular José Ballesta cortarle la cabeza al portavoz de su partido, detallito este que, conociendo a Gómez, no quedará en el olvido.

Otra leal, en pleno activismo, es su exdirectora general en la consejería de Empresa, la muy reputada María José Ros, quien tuvo en su día la valentía, en sustitución de la Siempre Ausente, de encabezar la candidatura de Cs Murcia en el paripé de las primarias de Inés Arrimadas. Vidal se preservó por si perdía o el número de votos no le alcanzaba para ser la primera de la lista (de hecho, no se ha presentado jamás a una elección interna, si es que en el partido del dedazo alguna hubiera, y ahí está, de jefa, sin que nadie la haya votado al efecto). Ros será fichada próximamente para la política capitalina por Gómez, quien en circunstancias normales podría ser nombrado presidente de una nueva gestora regional de Cs tras las elecciones de Madrid, pues al día de hoy es la figura más destacada del partido. En él o en Ros descansará esta responsabilidad. Martínez Vidal, lo sepa o no, está completamente fuera de juego por su absoluta falta de empatía con lo que queda de la organización (cenizas, exactamente), además de que Arrimadas ya debe haber interiorizado la impresión de que una moción de censura basada, de una parte, en el ‘caso vacunas’ después de que, precisamente por la iniciativa de Cs, se hubieran saldado las responsabilidades políticas, y de otra, en la corrupción cuando la paradoja consistía en que el líder del PSOE se abstenía de ser presidente, incluso vicepresidente, del Gobierno por la circunstancia de estar imputado, constituía una operación difícilmente sostenible. Así y con todo, lo increíble es que Vidal garantizara a la dirección nacional de Cs que esto podría resolverse por las bravas cuando ni siquiera dirigía la palabra a varios de sus compañeros de escaño y de Gobierno, precisamente los que debían sacrificarse para elevarla a la presidencia, y debían hacerlo de manera activa, como el reo de la guillotina que ayuda al verdugo a afilar la hoja. Todo esto lo sabía o no lo sabía Arrimadas, pero es seguro que ya lo sabe. Y alguna decisión tendrá que tomar, cuando es público y notorio que ha sido engañada. Sorprende también que el líder regional socialista, Diego Conesa, testigo presencial, día a día, en la Asamblea de estas circunstancias internas de Cs no desconfiara de la sostenibilidad de un plan que estaba minado por el hecho de que el liderazgo en el partido naranja era evidentemente ficticio.

EL PP, CON LA MAYORIA ABSOLUTA

 

Lo fácil y quedabién sería sumarse al escándalo por lo que está pasando en Murcia en atención a las formalidades abstractas, pero en la política interviene, como en todo, la psicología y, más frecuentemente, la psicopatología. El factor humano es muchas veces determinante. No se le puede pedir al presidente de la Comunidad que se inmole de acuerdo a la lógica de sus adversarios ni es posible que un grupo político desestructurado, establecido sin normas democráticas, envíe a sus dirigentes originales al cadalso por decreto de los sobrevenidos. Es normal que el presidente se defienda con los recursos que tenga a su mano, como también que en Cs se produzca una reacción de defensa en quienes no son amigos de aplicarse el harakiri. Todo lo demás es ruido.

El terremoto que ha reducido a escombros a Cs Murcia ha afectado, en su onda expansiva, al conjunto de los partidos, el del Gobierno y los de la oposición, y estamos todavía en el ajuste de las placas tectónicas. El PP, que parecía estar liquidado con la moción de censura, ha recogido los cascotes, y hasta se ha reforzado, mientras sus adversarios han quedado enormemente dañados. Esta es la realidad como resultado de una operación tan legítima como, vistas las circunstancias, suicida para sus promotores.

La realidad política es esta: el Gobierno, que hasta la moción gobernaba en minoría, desde ayer lo hace con mayoría absoluta: 16 (PP) +4 (exCs) +3 (exVox), es decir, 23, y todavía le sobra un diputado (Vox oficial), que por despecho al protagonismo de sus disidentes podría poner pegas en alguna votación especial, pero por coherencia tenderá a compartir las iniciativas del bloque de la derecha, como hasta ahora. Por si hubiera alguna duda, los exVox, ahora que han lanzado al Gobierno a una de sus diputadas, Mabel Campuzano, quien se supone que estará entretenida en su cargo, han decidido ser generosos con su excompañero y le han delegado algunas comisiones parlamentarias, algo así como un gesto de complicidad. Tómese nota de esta ‘cortesía’.

Si la estabilidad de un Gobierno se mide por su apoyo parlamentario, el de Fernando López Miras está más firme que nunca, y no cabe revés en esta circunstancia, pues ni a los exCs ni a los exVox les apetecería un adelanto electoral que truncara la perspectiva de gobernar los dos próximos años. Pero además del apoyo parlamentario, el presidente se garantiza la paz interna en el Gobierno, donde ya no habrá una Martínez Vidal que le advierta constantemente de que él estaba en la Mesa del Consejo por ella, que era la única fija, pues podía estar con él o en compañía de otros.

CALMA EN EL GOBIERNO

Es verdad que López Miras ha tenido que ceder poder (una consejería), pero a la vez ha reforzado su parcela con lo que él llama ‘jugones’ (Marcos Ortuño, ya exalcalde Yecla), y se ha adjuntado a los consejeros exCs, con quienes ha trabajado codo con codo en la remodelación de esta semana hasta el punto de intercambiar cargos en el consejería de Turismo. El nuevo director del Instituto de Fomento es un enlace claro entre la consejería de Valle Miguélez (exCs) y la de Economía y Hacienda, de Javier Celdrán (PP). El nuevo Gobierno, en la versión PP, ha ganado peso político en sus figuras, y el segundo escalón, en general, ha sido mejorado en su conjunto. El talón de Aquiles lo constituye Mabel Campuzano, consejera de Educación y Cultura (exVox), quien tiene la virtud de montar ladediós cada vez que abre la boca, pero el equipo básico de la política educativa es el mismo de la anterior etapa, por lo que cabe sospechar que salvo algunas iniciativas fetiche para el entorno Vox, todo lo demás podría transcurrir en una relativa calma si CC OO lo permite. Por otro lado, a López Miras no le vendría mal que toda la oposición se concentrara en el capítulo de Educación, que podría hacer de atracción de los focos, y así destemplar otras políticas. A fin de cuentas, se trata de un entrenamiento, pues según las encuestas, el próximo Gobierno será de coalición entre PP y Vox, y entonces se sabrá lo que es canela fina.

COLGADOS DE LA BROCHA

Mientras tanto, la oposición, que ya se veía en el poder, se ha quedado colgada de la brocha y sin escalera. Martínez Vidal y Juanjo Molina se desplazarán inevitablemente al Grupo Mixto, pues en el de Cs no dispondrán de acceso a la tribuna, a las comisiones ni al presupuesto. Esto conllevará una paradoja: los exCs serán los portavoces de Cs, y los de Cs aparecerán como no adscritos. Este pase será un inconveniente para Podemos, pues a partir de que se produzca, los dos diputados de este grupo tendrán que repartir iniciativas, tiempo de intervención y presupuestos con sus nuevos allegados, aunque (2 a 2), a María Marín nadie le podrá quitar la portavocía del Grupo. También es un problema para Cs que las personas contratadas por el Grupo Parlamentario ya no podrán trabajar para el partido, que necesitará para su funcionamiento interno de un presupuesto que ya no le vendrá de la Asamblea.

¿Y el PSOE? Se ha unido a la única voz que hasta ahora, Vox, clamaba en el desierto reclamando elecciones anticipadas, a renglón seguido de que también lo hiciera Cs. Pero Vox pide un adelanto electoral porque le interesa. ¿Interesan al PSOE unas elecciones autonómicas aquí y ahora? Es obvio que no, y menos a Cs, en trance de desaparición. Se trata, pues, de postureo, pues López Miras, cuyo partido sería probablemente el más beneficiado, ahora que dispone de mayoría parlamentaria ni se le ocurrirá hacer ese ensayo, y menos cuando todavía no ha sido reformada la Ley del Presidente. El PSOE es obvio que tiene que decir algo, y dice lo de las elecciones anticipadas, que de convocarse ahora lo disminuiría, por eso lo hace a sabiendas de que tal cosa no se va a producir.

El problema para los socialistas será quedarse enganchados a la frustración del resultado de la moción de censura como cuando hasta ésta estaban enganchados al mantra de no poder gobernar a pesar de haber ganado las elecciones. Necesitan urgentemente una política alternativa a medio plazo que sustituya las jeremiadas por el hecho de que, en la práctica, el Gobierno del PP haya salido reforzado a consecuencia de su iniciativa fallida. Supongo que no van a estar dos años hablando de tránsfugas, pues esto no los llevará a ningún sitio. La queja como política estructural no es buena consejera, y menos en este caso, pues reincidir en el resultado de la moción solo contribuye a difundir el error de la iniciativa por el desconocimiento de las circunstancias internas en Cs.

Por otro lado, en el PSOE, como en el Cs de Martínez Vidal (aun sin que sea posible comparar un partido con un no-partido) también se acusan las consecuencias del error político que ha conducido a la visible catástrofe, y a esto no es ajeno el larvado conflicto de la expulsión del exdiputado Emilio Ivars, y el hecho de que, como en el caso de Mario Gómez en Cs, el alcalde de Murcia, José Antonio Serrano, aun a pesar de su bisoñez política, pudiera constituirse en referencia de liderazgo, incluso en línea de continuidad con la mayoría que representa Diego Conesa. No se olvide que los partidos apuestan por los ganadores, no por los quejicas.

La querencia no sustituye a la realidad.