Cinco de la tarde del sábado. Madrid. Restaurante Las Moreras. En un salón de decoración castiza hay una treintena de jóvenes que esperan a su nuevo líder. Ninguno puede ocultar su sonrisa. Saben que acaban de tumbar a Soraya Sáenz de Santamaría. «Y a Arenas, que no había perdido un congreso. Mira la que hemos liado los niñatos de Nuevas, que es así como nos han llamado los del equipo de Soraya durante la campaña», apunta una chica con un vaso de Ramón Bilbao en la mano.

El nuevo presidente del PP, Pablo Casado, irrumpe en escena. «¡Presidente, presidente!», gritan. Y el político saluda a todo el equipo que ha posibilitado el histórico triunfo. Le da las gracias a esos voluntarios que han tenido que enfrentarse a sus direcciones provinciales.

La mayoría de los allí presentes son antiguos miembros de esas Nuevas Generaciones que fueron comandadas por Casado. Algunos organizaban capeas para captar afiliados. Se dejaban ver por Green, Hoyo 19 y otros locales de moda de la capital para atraer a militantes. Como hacen ahora los jóvenes de Ciudadanos.

Casado ocupa un lugar en la mesa junto a su mujer, Isabel, que le mira con cara de orgullo. «Supe desde que lo conocí que llegaría alto porque tiene un don para la política. Era su sueño y por eso le he apoyado. Su madre siempre me contaba como Pablo veía Informe Semanal con sólo nueve años·, nos comenta.

Por allí andaba el que fuera mano derecha de Casado en sus tiempos al frente de las juventudes del PP: Ángel Carromero. El joven que vivió toda una odisea en Cuba tras el accidente de tráfico que costó la vida a Oswaldo Payá y que ha sido importante junto a Antonio González Terol a la hora de movilizar a la militancia madrileña.

En la comida participó alguna persona que durante las primarias se ha movido como una veleta. «Ésa que ves ahí ha apoyado primero a Cospedal; luego, a Soraya y ahora que ha ganado, a Pablo; mírala donde está. No se puede tener más cara», critica un presente.

Llegan el jamón, la morcilla de Burgos y las chuletas. En el almuerzo algunos ironizan con la jubilación de Javier Arenas y de Celia Villalobos. «Han hecho mucho por el partido, pero ya era hora de una nueva generación», comenta un popular.

Desembarcan los cafés, las tartas de Comtessa y los gin-tonics. Y Casado reúne a Teodoro García Egea, Javier Maroto, Antonio González Terol y a otros destacados miembros de su equipo de campaña detrás de un biombo. Hablan sobre la definición del nuevo Comité Ejecutivo, sobre la posibilidad de dar la Secretaría General a una mujer y los primeros pasos a dar para modernizar el partido.

Porque quieren culminar esa rebelión de los cachorros del PP que convierta al partido nuevamente en un perro de presa. Y el reloj marca las ocho cuando Casado abandona el restaurante junto a su mujer en un vehículo. Nuevamente, se escuchan gritos de «Presidente, presidente». Y él baja la ventanilla y les guiña un ojo.

 

 

FUENTE: ELMUNDO